La serie de saqueos y otros actos vandálicos cometidos en Puebla y otras entidades federativas, como Veracruz y el estado de México, han evidenciado un comportamiento coordinado y hasta orientado en la mayoría de los casos. Pareciera que las personas que se han animado a robar los negocios, principalmente los supermercados, tuvieran un patrón similar para delinquir.
Si a esas acciones delincuenciales se le agrega la propagación severa de información alarmista –a veces a partir de hechos ciertos y la mayor parte de las veces falsa– en las redes sociales y los servicios de mensajería directa en telefonía celular, no es difícil llegar a la conclusión de que todo se trata de una estrategia.
En esa lógica tampoco resulta difícil concluir que el ambiente de miedo que se ha propiciado tiene el objetivo, primero, de anular mediante el pánico la visibilidad de las movilizaciones pacíficas que a lo largo y ancho del país realizan genuinamente ciudadanos inconformes con el alza en los precios de la gasolina. En segundo lugar, habría el propósito de disuadir a la gente que pretende tomar parte en las muestras de inconformidad.
Resulta verdaderamente sospechoso que en algunos casos, como los perpetrados en Puebla el día de ayer, los robos se hayan efectuado a plena luz del día en una fecha en que, por lo demás, suele convocar a miles de personas a las tiendas.