Jueves, abril 25, 2024

La filosofía y la biología de la razón

La actividad intelectual del ser humano se ha sido relacionada, en cierta medida, con su capacidad para razonar. Se ha señalado al filósofo Marco Tulio Cicerón (106 a.C–43 a.C), como el traductor de la palabra griega logos (λóγος), la cual en latín es traducida como razón. En su traducción recoge el pensamiento de los filósofos y oradores griegos, no simplemente sus palabras. La diversidad de traducciones o símiles que se atribuyen hoy al vocablo logos obedece al significado, que filósofos como Sócrates dieron a la dicción logos. Entre las diversas traducciones podemos encontrar la palabra en cuanto meditada, reflexionada o razonada, es decir: razonamiento, argumentación, habla o discurso, pensamiento, ciencia, estudio, sentido. La definición de razonar incluiría, pues, el pensamiento lógico, tanto deductivo como inductivo, y una gran variedad de operaciones cognitivas que van desde el razonamiento reflexivo inconsciente hasta las matemáticas formales1.

El logos, significó para los griegos el dar razón de ello o encontrar la razón que lo explique. Para encontrar el logos de algo era necesario hallar la fórmula ideal que lo explique completamente sin dejar resquicio alguno. Y a esa razón que lo explica, a esa fórmula ideal, la cual llamaron logos deriva la lógica y todo lo que con la lógica se relaciona. El cristianismo se apropió del término logos traduciéndolo en algunas ocasiones como el verbum, el verbo divino. Antes de Sócrates logos refería simplemente a charla o palabra. Sócrates le da asigna un sentido técnico–filosófico, que aunque en la historia de la filosofía ha variado, primordialmente se refiere a la razón que se da de algo. Por ejemplo, lo que el geómetra dice de una figura circular, para definirlo, es el logos del círculo, es la razón dada del círculo. Del mismo modo, lo que Sócrates pide afanoso a los ciudadanos de Atenas es que le den el logos de la justicia, el logos de la valentía. Dar y pedir logos es la operación que Sócrates practica a diario por las calles de Atenas2.

Desde una perspectiva neurobiológica podemos decir que, el razonamiento es la formación de nuevo conocimiento a partir de un conocimiento previo, esto es, la construcción de nuevas unidades cognitivas, esto es, circuitos neuronales nuevos formados a partir de los ya existentes. Estas nuevas unidades cognitivas, llamadas inferencias, pueden derivar exclusivamente de conocimiento pre–existente o de la combinación de conocimiento previo así como de información sensorial nueva.

Un ejemplo de razonamiento es el reflexivo, el cual puede considerarse como una forma simple de razonar. Consiste en la elaboración sin esfuerzo de inferencias rápidas y automáticas a partir de una situación dada con la asistencia de un gran almacén de conocimiento permanente. Este tipo de razonamiento, parecido al sentido común de acción rápida, impregna a todos los seres vivos inteligentes. El modelo neurocognitivo que hasta el momento mejor ha explicado este tipo de razonamiento es el presentado por Shastri y Ajjanagadde, el cual es esencialmente conexionista3. Su arquitectura neuronal consiste en una gran red que codifica millones de hechos en su patrón de conectividad. En esa red neuronal los hechos tienen unidades y nódulos comunes. Junto con los hechos, también codificados en patrones de conectividad, se encuentra un conjunto de reglas elementales de inferencias, que hacen al sistema en efecto capaz de un razonamiento deductivo.

De acuerdo con este modelo, de un gran conglomerado de hechos y reglas, las inferencias serían dibujadas en cuestión de milisegundos a través de un proceso de propagación de dinámica vinculante en la red. Tal vinculación consistiría en la activación sincrónica de grupos de nódulos representacionales. El razonamiento sería, pues, la propagación transitoria de patrones rítmicos de actividad a través del sistema. Por lo que, la esencia del proceso de razonamiento, de acuerdo a este modelo, sería la adecuación de patrones temporales entrantes con los patrones inherentes a las sub–redes que representan los hechos de largo plazo.

La adquisición y la producción de conocimiento han sido tema de constante debate, sobre todo en el campo educativo. El empirista británico John Locke argumentaba que la mente no poseía conocimiento innato, que era como una hoja en blanco, “una tabla rasa”, que con la experiencia eventualmente se iría llenando. Todo lo que sabemos del mundo es aprendido, así que mientras más encuentros tengamos, y mientras más efectivamente la asociemos con otras ideas más fuertemente impactará nuestra mente. Por otro lado, Immanuel Kant, el racionalista germano, argumentaba lo contrario, que nacemos con ciertas construcciones de patrones de conocimiento. Estos patrones, los cuales Kant llamaba conocimiento a priori, determinan como la experiencia sensorial es recibida e interpretada. La evidencia experimental de la neurobiología, especialmente los estudios del doctor Eric Kandel permiten sostener que ambos puntos de vista tienen méritos. La anatomía de un circuito neural es un ejemplo simple de conocimiento a priori kantiano, mientras que los cambios en la fortaleza de cualquier conexión particular en el circuito neural reflejan la influencia de la experiencia. Más aún, consistente con el pensamiento de Locke, la práctica hace al maestro, la persistencia de tales cambios subrayan la memoria.

La adquisición y la producción de conocimiento depende en gran medida de los circuitos neural responsable de la percepción, los cuales forman conexiones sinápticas que son fijas, asegurando así la precisión de nuestro mundo perceptual. Mientras que, los circuitos neurales responsable de la memoria tiene conexiones sinápticas que cambian en número y fortaleza con el aprendizaje. Estos mecanismos forman las bases de la memoria y del funcionamiento cognitivo superior4. Los fenómenos sensoriales y perceptivos son recibidos en áreas asociativas localizadas entre la región motora y la sensorial, las cuales tienen la función de juntar los diferentes códigos informativos de las distintas áreas sensoriales y de formar perceptos objetuales y espaciales para enviarlos a las zonas motoras con vista a la organización de los distintos movimientos. El sistema motor contribuye de manera decisiva en las transformación de los estímulos sensoriales–motoras de los que dependen la individualización, la localización de los objetos y la actuación de los movimientos solicitados por la mayor parte de los actos que dirigen nuestra vida cotidiana.

La actividad humana de razonar, planificar y recordar depende de la activación del conocimiento conceptual almacenados en la memoria semántica. El conocimiento conceptual consiste en múltiples niveles de abstracción que reciben estímulos del sistema sensorial, motor y de las redes neuronales que procesan las emociones. El nivel mayor de abstracción contiene representaciones esquemáticas provenientes de representaciones detalladas procesadas en el primer nivel del sistema sensorial–motor. La memoria semántica consiste en modalidades específicas y representaciones supramodales. La modalidad específica representa los conceptos en la forma de experiencia sensorialmotora. La representación sensorial–motora idealizada de una entidad se desarrolla a través de la generalización de ejemplos únicos y por medio de la reactivación o simulación de estas representaciones sensorialesmotoras en forma de conceptos recordados5. En resumen, el dar razón de algo o el encontrar la razón que lo explique es un proceso biológico dirigido por la cultura y el cocimiento del pueblo que lo busque.

 

1Joaquín M. Fuster, Cortex and Mind, (2003) Oxford University Press, USA.

2Lecciones Preliminares de Filosofía –Nº 164 (Págs. 69–79). –Ed. Porrúa, México 1985.

3Lokendra Shastria1 and Venkat Ajjanagadde, 1993, From simple associations to systematic reasoning: A connectionist representation of rules, variables and dynamic bindings using temporal synchrony, Behavioral and Brain Science, 16: 417451.

4Eric R. Kandel, In Search of Memory, New York, W.W. Norton & Company, 2006.

5Damasio AR. (1989) Timelocked multiregional retroactivation: a systems–level proposal for the neural substrates of recall and recognition. Cognition. 33:25–62. (PubMed: 2691184)

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