Viernes, abril 26, 2024

De fantasmas reales

–¿Será feliz?, preguntó Malena al ver la fotografía en el periódico.

–Quién sabe qué signifique ser feliz en ese ambiente, –respondió Aurora–. Quién sabe las verdaderas razones por las que dejó su carrera y decidió casarse.

–Es chistoso que ahora nos hagamos la pregunta inversa: Ha habido príncipes que dejan todo por casarse con una divorciada o una plebeya, y ahora es la plebeya y divorciada la que dejó todo para casarse con un príncipe.

–¿Pero qué es todo, para ella?

–¡Pues todo es todo! Había hecho mucho por llegar a ser la cara de las noticias en España, lo hacía bien. Iba en ascenso. Tenía un futuro brillante y se veía que disfrutaba mucho su trabajo. Dicen que era obsesiva y perfeccionista al observarse en videos del noticiario para mejorar. Siempre fue ambiciosa, autoritaria y altiva… pero sonreía. Se le notaba satisfecha. Parecía que su trabajo le llenaba. Se le escuchaba brillante. Era protagonista.

–Y se topó con el príncipe… y tuvo que decidir entre su carrera y ser la princesa plebeya divorciada de España.

–Y ahora reina.

Consorte, le llaman los que no la quieren.

–Lo que sea, pero está ahí con poder y dinero para el resto de su vida. Con una hija que es la siguiente en la línea sucesoria.

–Pues sí. Ya es.

–No sé si sea feliz. El protocolo es rígido y estricto. No tienes vida privada. No tienes libertad de hacer lo que quieras. Haces lo que les conviene a ellos. Juras lealtad y sumisión a los reyes. Estás a la sombra del marido y eres una figura decorativa, siempre en segundo o tercer plano. Eres sólo imagen, mantienes una etiqueta para que vean qué modelo llevas, cómo te sienta, qué diseñador es tu preferido… Impones moda, estilo, elegancia, compites con otras reinas o princesas, que si eres anoréxica o no. En fin. Vives para los demás. No sé dónde está el contenido. No hay vida interior. No hay por donde la encuentres. Te vuelves una sombra.

–Cambias todo, cedes en todo…

–Sí, quién sabe en su interior a cambio de qué lo hizo y si en realidad le satisfaga. Si en su fuero interior haya momentos en que se arrepienta, pero ya no hay vuelta p’atrás.

–Era otra. En la pedida de mano, contra todo protocolo de la casa real, le espetó entre sonriente y autoritaria al príncipe “¡Déjame terminar!”… Eso perdió: su autenticidad, nos guste o no la que haya sido. Pero esa era. Ahora trasluce que no sabe quién es. Y aunque aparentemente ganó en estatus, riqueza e imagen, se le ve insegura, tensa y triste. Sí se le ve triste y artificial.

–Un periodista español dijo eso, que tenía la mirada triste. En un acto ella lo retó en público al gritarle: “¡Mírame a los ojos! ¿Estoy triste? Lo has dicho tú.”

–¿Será feliz?

–¡Vele la mirada!

–Si, sólo ella conoce sus fantasmas…

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