Se cuenta que en una ocasión fue invitado un distinguido intelectual a dar una conferencia titulada “Cómo hacer la revolución”. El día anunciado el salón estaba a reventar de gente.
–Para hacer la revolución –comenzó diciendo el conferenciante– hacen falta tres cosas.
El público aguzó el oído.
–La primera, pasión.
Fue un cerrado aplauso.
–La segunda, güevos.
El público de pie lo ovacionó largamente, se oían los vivas desde los cuatro costados.
–Y la tercera –agregó el conferencista–, hay que trabajar.
Se hizo un silencio de tumbas.
En dos minutos, el salón quedó vacío. Uno de los primeros en salir corriendo fue el conferencista, asustado de sus propias palabras.