Jueves, abril 25, 2024

El día que los griegos dijeron ¡Oxi!

Atenas fue la sede de los Juegos Olímpicos de 2004 y desde entonces, se dice, el gobierno griego fue obligado a endeudarse para su realización; en cambio, los beneficios fueron sólo para los empresarios del turismo y las actividades vinculadas a éste, al pueblo griego solo le quedó una enorme deuda.

A partir de ese año, todo fue seguirse endeudando para pagar… intereses de los débitos, lo cual significó un obsceno aumento del endeudamiento griego. Se trata de un perverso mecanismo impuesto por el Consenso de Washington: endeudarse para pagar nada de capital y muchos intereses, lo cual tiene un solo significado: los países endeudados caen en un círculo vicioso del que es imposible salir siguiendo los mecanismos diseñados para evitar su salida, pues el constante aumento de sus deudas y la “obligación” de pagar los intereses de los préstamos, justifica la intervención, en este caso del “Fondo de Rescate de la Zona Euro”, constituido con capitales privados, para aplicar un programa de “salvamento” consistente en más créditos para pagar exclusivamente intereses, “salvamento” condicionado a la aplicación de programas de austeridad diseñados por el Fondo Monetario Internacional (FMI), que para los griegos han significado el desplome del bienestar social, desempleo, reducción de los recursos públicos para los renglones sociales (educación, salud, pensiones, vivienda, etcétera), reducción del ingreso y del poder adquisitivo de los sueldos y salarios.

Así, el gobierno de Alexis Tsipras surgido de una coalición de izquierda, decidió no aceptar un “programa de salvamento” sugerido por la troika (FMI, Banco Central Europeo y la Comisión Europea) para pagar mil 600 euros que el gobierno griego debía cubrir el 30 de junio, para lo cual los banqueros estaban dispuestos a concederle un préstamo por ese monto, a cambio de radicalizar la política de austeridad que significaba seguir deteriorando la vida social griega y aumentando la ya generalizada pobreza.

Las razones de la negativa son fácilmente comprensibles: aceptar el préstamo para pagar intereses, no significa reducir la deuda y si elevarla inmoderadamente, pero hay algo peor, en el lenguaje de los banqueros internacionales –esos que se enriquecen a costa de la miseria de millones de personas–, Grecia requeriría de un nuevo rescate para cumplir con un pago de 3 mil 500 millones de euros al Banco Central Europeo (BCE), pago que vence el 20 de julio de este año, lo cual significaba que en 21 días (del 30 de junio al 20 de julio de 2015), Grecia debía desembolsar 5 mil 100 millones de euros y su deuda seguiría sin cambio. ¿Qué país podría soportar una situación así?

Pero sobre todo, el rechazo del gobierno socialista griego a la propuesta de la troika, se sustentó en una percepción tan real como cruel, pues según diría el propio Alexis Tsipras, “lo que nos proponen es salvar a Grecia, matando de hambre los griegos”. De ahí que el 30 de junio se venciera el plazo y Grecia no pagó.

Sin embargo, faltaba algo más, que es otra de las lecciones que el pueblo griego habría de dar al mundo. Generalmente, en el neoliberalismo y su democracia representativa, las decisiones del gobierno no coinciden con los deseos de la población, y por eso el poder no es capaz de consultar esas decisiones con sus gobernados. Pero la coalición de izquierda (Zyrisa) que gobierna Grecia, decidió convocar a un referéndum una semana después de vencido el plazo para recibir un préstamo de salvamento para pagar a los banqueros y decidir qué se debería hacer: por un lado el SI para cumplir las exigencias de la troika o votar Oxi (no) para renegociar la deuda en condiciones distintas, sobre todo con el respaldo de la población, tratando de evitar que se afectara aun más al pueblo griego empobrecido por el neoliberalismo. Más del 61 por ciento dijo ¡No! Y al rescatarse la voluntad popular, la historia empezó a cambiar, aunque lo mejor está por venir y si es difícil prever lo que sucederá, si podemos asegurar que los pueblos no pueden seguir bajo la dictadura neoliberal: la política de austeridad (salarios bajos y sin prestaciones), la reducción del gasto social en educación, salud y todos los referidos al bienestar; las privatizaciones y la destrucción de la naturaleza por la avidez del capital, no han mostrado ser el camino capaz de permitir el más mínimo bienestar social.

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