Siempre me ha sorprendido la intuición y el conocimiento epidemiológico de mi maestro Antonio Cruz López. Hace tiempo, en una reunión dominical que casi religiosamente llevamos a cabo desde hace un buen número de años, un grupo de amigos (de entre los cuales, el menos “intelectual” soy yo) nos hablaba de la enfermedad producida por el virus Chikungunya (CHIKV), como un potencial problema de salud en México. Esta enfermedad fue descrita por primera vez el año de 1952, en el sur de Tanzania; país situado en la costa este de África Central. Se trata de un virus ARN del género Alfavirus y de la familia Togaviridae. La palabra “Chikungunya” proviene del idioma makonde, que significa “doblarse”, pues los dolores articulares intensos provocan que los pacientes caminen encorvados.
El doctor Cruz nos explicó que este virus es ARN monocatenario, de polaridad positiva, encapsulado, que no tiene que utilizar ADN intermediario para su replicación, pero si hablar de estos microbios como miembros de la familia Togaviride y Género Alfavirus ya es adentrarse en un lenguaje verdaderamente abracadabrante, entender sus características genéticas va más allá del conocimiento común y corriente; sin embargo, el análisis de lo anterior es fundamental para poder valorar aspectos que pueden explicar opciones de diagnóstico, tratamiento, pronóstico y prevención.
El Ácido Ribonucleico (ARN) tiene una alta tasa de mutación, a diferencia del Ácido Desoxirribonucleico (ADN). Por esta razón, los seres humanos prácticamente no vemos “mutantes” entre nosotros, pues nuestro material genético es ADN; a diferencia, por ejemplo del virus de la influenza, que siendo ARN tiene tan alta frecuencia de mutaciones que la elaboración de una vacuna para una temporada será inefectiva en la prevención de la siguiente oleada de infección.
Monocatenario significa que tiene solamente una cadena de nucleótidos y la característica de tener una polaridad positiva, les confiere la posibilidad de ser “copiados” directamente por los elementos de las células a las que penetra, lo que explica las altas frecuencias de infección. Los Alfavirus son transmitidos por la picadura de moscos, en este caso específico los denominados Aedes aegypti y Aedes albopictus, que se encuentran por debajo de los mil 800 metros sobre el nivel del mar.
En la actualidad, el virus Chikungunya (CHIK) provoca un gran número de enfermos en África y Asia. Sus características clínicas son fiebre elevada, dolores articulares muy intensos, ocasionalmente un “salpullido” leve (rash), jaqueca, molestia a la luz con irritación y dolor ocular, náuseas, falta de apetito y dolor abdominal. Aunque a diferencia del dengue hemorrágico rara vez es mortal, la limitación en llevar a cabo actividades cotidianas, el tremendo malestar, el tiempo de evolución de semanas y la falta de un tratamiento específico convierten a la infección por CHIK en algo trascendente desde la óptica de la salud pública.
Los planteamientos del doctor Cruz siempre giran en torno al riesgo de que enfermemos por padecimientos infecciosos; y si bien para nosotros el continente africano es lo suficientemente lejano como para no mantenernos preocupados, prácticamente ya no existen fronteras que limiten la propagación de estas enfermedades, que antes fueron exóticas en nuestro medio.
A partir de 2004 la infección por el virus Chikungunya ha alcanzado proporciones epidémicas, provocando inenarrables sufrimientos. Para 2007 se notificó un brote de esta enfermedad en el noreste de Italia, sorprendiendo por su llegada a Europa. En diciembre de 2013 Francia notificó casos confirmados en la isla caribeña de Saint Martin, corroborando enfermos en la parte holandesa de la isla (St. Maarten), Anguila, Dominica, Guayana Francesa, Guadalupe, Islas Vírgenes Británicas, Martinica y St. Barthèlemy. Para el 6 de marzo de 2014 hubo más de 8 mil casos sospechosos en la región del caribe americano. El continente ha sido alcanzado, con detecciones en Barbados, Venezuela, Aruba, Panamá y Estados Unidos, lo que quiere decir que estando rodeados de casos es incomprensible la ausencia de enfermos en México.
No tenemos planes para estudios de brotes (de hecho, somos pocos epidemiólogos en el país); no contamos con adecuada orientación y apoyos técnicos; adolecemos de un pésimo sistema de notificación en donde a los médicos de atención primaria les da pánico informar de un caso de enfermedad de aviso inmediato; hay una pobre información y mucho menos una adecuada formación sobre el diagnóstico, pronóstico, tratamiento y control del problema; culminando con la falta de difusión adecuada de manuales explicando todo lo concerniente respecto al CHIKV.
Como atinadamente pronosticó mi maestro en su momento, no solo las infecciones por el virus Chikungunya están literalmente en nuestra puerta, sino incluso no es desatinado sospechar que ya se han dado casos confundidos con dengue. Por esta razón, y sin generar alarma, debemos mantenernos en alerta constante y estimular a los médicos para que hagan una revisión de esta patología. No hay que temer notificar los sospechosos y así permitir que la Secretaría de Salud (SSa) envíe muestras de cualquier caso dudoso al Instituto Nacional de Referencia Epidemiológica (Indre), en donde cuentan con todos los elementos para hacer un diagnóstico preciso de este inminente problema de salud pública, que ya nos acecha con toda su dureza.