Viernes, abril 26, 2024

Con “fotografías desde el interior”, develan la vitalidad del barrio de San Antonio

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Agnija Anca y Nereo Zamítiz, miembros del colectivo  -  Foto Abraham Paredes
Agnija Anca y Nereo Zamítiz, miembros del colectivo – Foto Abraham Paredes

 

Apenas ocho pequeñas cámaras digitales que fueron prestadas de vez en cuando, después de algún partido de futbol, durante la feria patronal o mientras los vecinos realizaban algún oficio, bastaron para que un grupo de niños del barrio de San Antonio fotografiara las escenas cotidianas de su contexto como parte de un proyecto dirigido por el colectivo La Pesera.

El ejercicio artístico, “que no persiguió cambiar al mundo sino sólo mostrar que existen otras herramientas para conocerlo”, como expresaron Agnija Anca y Nereo Zamítiz, miembros del colectivo; también develó otras cuestiones: la precariedad económica que viven sus habitantes, el olvido social de las instituciones, pese a que el barrio está en el Centro Histórico, el mismo considerado por la Unesco como Patrimonio Mundial de la Humanidad, y sobre todo, la existencia de necesidades culturales de una población que está lejana de cualquier programa y proyecto gubernamental.

Durante una entrevista con Anca y Zamitiz, los artistas platicaron sobre el proyecto que duró un año, que contó con el apoyo del Programa de apoyo a las culturas municipales y comunitarias (Pacmyc) y que derivó en la publicación de un pequeño libro en el que se contiene una selección de las fotografías que tomaron los niños y otras imágenes hechas por el colectivo, en el que también se incluye Adriana Bonilla.

Especialmente el proyecto sirvió para notar ese “hueco institucional” que hay en los barrios y las colonias que forman parte del centro histórico, ya que a pesar de estar dentro de la traza “son excluidos porque están feos, porque tienen mala fama” como ocurre con el propio San Antonio, un barrio marcado por historias asociadas con el robo y la violencia, con “los pitufos de la 22” e incluso con Agustín Lara, pues fue en una visita a esta zona donde, tras un altercado al calor del licor, el músico recibió un cuchillazo en la cara que se quedó como aquella marca bien conocida.

El proyecto, además, dejó ver cómo las necesidades sociales y económicas repercuten poco a poco en la ruptura de un tejido social, que a la larga derivará en el despoblamiento de las vecindades, casas y edificios, e incluso en la expropiación de los inmuebles por parte del gobierno, en aras de darle un uso que deje ganancia y plusvalía.

“Poco a poco se ve una tendencia general que consiste en fragmentar, empezar a subir el costo de los servicios para provocar la salida de una familia, luego otra… El sistema es paciente…, luego viene la especulación, la puesta de un capital y por fin, la ganancia”, como mencionó Nereo Zamítiz.

Así, pese a todas esas amenazas que atentan contra espacios como el barrio de San Antonio, el ejercicio se volvió una forma de mantener en la memoria visual aspectos arquitectónicos, patrimoniales y humanos del lugar.

Como ejemplo, es una de las imágenes que aparecen en el libro, en la que aparece retratado un grafiti de san Antonio, patrono del barrio, mismo que fue borrado luego del “maquillaje” que hizo el gobierno estatal sobre las fachadas de las casas.

A la par, el proyecto del colectivo La Pesera develó toda esa maquinaria social que existe en su interior: la forma de comunicación, de trabajo y supervivencia, la idiosincrasia del barrio, que es “como una pequeña ciudad dentro de otra” y “el enorme corazón que existe en los niños”, como señaló Agnija Anca.

 

Fotografías desde el interior

 

Barrio de san Antonio. Fotografías desde el interior, es el título del pequeño volumen bilingüe –español e inglés–, que fue editado por el colectivo La Pesera con apoyo del Pacmyc, en el que se reúnen las fotografías tomadas por los niños, en las que aparecen aspectos del barrio, de sus costumbres, de la vida vecinal y retratos.

En las manos de los niños coincidieron Agnija Anca y Nereo Zamítiz, “la fotografía dejó de ser banal y se convirtió en una forma de expresar, de conocer su entorno y a sí mismos”. En general, continuaron los artistas, las imágenes logradas “no se ven frías sino que revelan el ojo fotográfico que algunos traen”, como fue el caso de “Chabelo”, un niño de 10 años de edad, que no sabe leer ni escribir, pero que hizo los mejores retratos de la serie.

Con la idea de seguir trabajando en el barrio y en el marco de la afortunada confluencia que hay con otros colectivos como La invasión de los niños comelibros y próximamente Acción Directa Autogestiva, los integrantes de La Pesera preparan nuevos proyectos. Por ahora, el libro tendrá dos presentaciones: el 6 de febrero en la Casa Click –4 Norte 1410, en San Andrés Cholula–, y el 14 de febrero a las 17 horas como parte de la Feria Internacional del Libro, en el INAOE.

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