En Tlaxcalancingo, esa aguerrida junta auxiliar de San Andrés Cholula en Puebla, existe desde hace tiempo ya una estación de radio comunitaria llamada Axocotzin Radio en el 104.5 de la FM; en ella, todos los lunes de 19 a 21 horas se transmite un programa llamado Las espinas del nopal, proyecto ideado y conducido por uno de sus fundadores, Jaime López Blanco. El contenido es variable, aunque el programa ronda constantemente entre temas indígenas, comunitarios, música, crítica política –sabrosamente ácida… la sección de política se llama “baba de nopal”–, cine, historia… y muchas otras temáticas que se han ido acumulando con el tiempo. Se podría definir el proyecto como flexible, tenaz y mordiente, de esos que tienden a permanecer en la mente de los radioescuchas debido a una frase interesante, un sonido atrevido o a una reflexión sesuda. Dentro del espectro de la radio comunitaria y de la general, por supuesto, resulta ser referencia de seriedad y compromiso con sus propios principios, características que cada vez menos –es una pena– se perciben en el amplio espectro de la radio en el estado.
Imagino que muchos de los amables lectores escucharán radio también y sentirán, como yo, que la radio en Puebla no sólo se encuentra atrapada en el concepto de “las 40 principales” o de la “música para el adulto contemporáneo”, sino que también está atrapada en conceptos anquilosados y aburridos; radio hablada donde las fruslerías y el sinsentido son la tónica y donde los dislates se celebran y la estulticia se premia. Pareciera que hacer radio el día de hoy es sinónimo de desparpajo, irresponsabilidad y nulo talento. Conceptos que vengo escuchando desde mis años en la licenciatura como “payola” –pagar a una estación para que toque la canción de un artista chilero que sin ello no triunfa– o “chayote” –pagar a un periodista para que diga o deje de decir cualquier cosa–, siguen funcionando a todo lo que dan sin que madure el auditorio y por ende, las radiodifusoras. No obstante, pese a este panorama deprimente, existen ciertas propuestas interesantes como Las espinas del nopal. El esfuerzo, la necedad y la tenacidad de Jaime López son lo que han logrado que el programa siga transmitiéndose religiosamente dese hace más de un año, tiempo récord para muchas producciones de este tipo que no cuentan con presupuesto ni con publicidad. Pocas veces he visto a alguien tan comprometido con su propio proyecto, al grado de hacer constantes peregrinajes a la Ciudad de México para entrevistar a personajes de la vida política, académica y artística como Alfredo López Austin, o traer a su programa a personajes como Greisy Mena –actriz principal de La Vida precoz y Breve de Sabina Rivas–, diversos cineastas del Festival Internacional de Cine de Puebla, y ofrecer una variada programación. Su tesón llega a tanto, que a veces uno pensaría que lleva ganancias considerables con cada uno de los programas producidos… y sin embargo, nada, no se beneficia económicamente de ninguna manera producto de las ondas radiofónicas emitidas desde Tlaxcalancingo… No obstante, su ganancia es otra: el placer de que cada lunes exista una transmisión más. Por el programa han desfilado un sinnúmero de colaboradores y de participantes asiduos, jóvenes que han sido fundadores y alimento constante de un proyecto tan noble. Recuerdo claramente los nombres de Gina de la Luz, excelente conductora; Japhet Alcocer, talentoso y vivaz colaborador; Fernanda Corrales, reflexiva y penetrante participante…
La radio comunitaria en nuestro país nace fuera de la corriente principal de la radio en general que es enteramente comercial; por el contrario, persigue poner por delante el esfuerzo de la comunidad a la que se debe. Es evidente que su labor estará encaminada a ensalzar la cultura, las tradiciones y la identidad comunitaria, desde la música, pasando por la gastronomía y la vida cotidiana; empero, hay generalmente espacios de análisis y reflexión que le dotan de un sentido mucho más comprometido con la sociedad que les rodea; Las Espinas… sin duda es ese espacio en la radio Axocotzin. Existen numerosos ejemplos en el país y en el mundo, ejemplos de lucha, creatividad –no sólo para producir, sino para inventar una y mil formas para conseguir recursos y seguir transmitiendo– e imaginación. Después de todo, la radio tiene una importancia que poco a poco hemos ido olvidando. Como diría Alfonso Gumucio Dagrón, especialista en comunicación para el desarrollo y en proyectos de intervención social desde la radio, en su ya clásico libro Haciendo Olas, “la radio ha sido durante más de cincuenta años el instrumento más atractivo para la comunicación y el desarrollo participativos. Sin duda es la herramienta comunicacional más extendida en el mundo y el medio ideal para provocar cambios sociales”. En efecto, la radio es el medio con mayor penetración de los electrónicos –sí, incluso mucho más que los productos que pululan en internet como las redes sociales– y ha sido vehículo de importantes acontecimientos y transformaciones, lo mismo que ha acompañado a la humanidad en su historia reciente de manera determinante. Es en este marco de profunda importancia en que proyectos como el de Axocotzin Radio y Las espinas del nopal se integran en el devenir de la historia, como un proceso que nunca termina, que se edifica constantemente y ve sus frutos de manera cotidiana. Necesitamos, qué duda cabe, muchas más Espinas del Nopal…