Jueves, abril 25, 2024

Reflexiones de emergencia

Destacamos

Me encuentro con cada vez más aficionados, justamente preocupados por el presente y el futuro de la fiesta, que opinan que la defensa y rescate de la misma debería excluir cualquier forma de censura a las corruptelas y prácticas indebidas que en las últimas décadas la vienen lastrando. No concuerdo.

Primero, porque precisamente ese tipo de complicidades son la razón principal de la decadencia de nuestra tauromaquia, decadencia que nada tiene que ver con la pandemia por más que la pandemia haya contribuido a generar el vacío que hoy la asfixia, a escala nacional e internacional.

Y segundo, porque para rescatar lo que, le pese a quien le pese, es para México una pieza patrimonial de gran valor cultural e histórico, lo que procede es justamente resaltar lo mejor de la tauromaquia, y para eso no nos sirven sucedáneos más o menos edulcorados ni ayuda el silenciar las desviaciones y abusos que han alejado a la gente de las plazas y al fiesta de toros de la escena pública del país.

Añadiría, en conclusión, que al dinero de las fundaciones anglosajonas y a la ovejuna obediencia de ingentes rebaños de redistas sociales que tan cuesta arriba nos están poniendo las cosas no se les combate con rasgamiento de vestiduras, intercambio de insultos o mirando hacia otro lado. Sí resaltando, difundiendo, celebrando y explicando la ética y la estética del toreo, que es lo que en verdad justifica su vigencia como cultura y arte de México.

A propósito. Pasó como una exhalación la famosa votación que libró a Puebla del veto municipal contra las corridas. Se integró enseguida la Capítulo Puebla de TM, un oasis de esperanza en plena pandemia. Y al calor de tales sucesos se habló de elevar a rango constitucional el reconocimiento de la tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial de nuestro estado, a semejanza de lo que habían hecho antes la vecina Tlaxcala y otras entidades del país.

¿Alguien tiene noticia de algún tipo de avances al respecto? Es verdad que la actualidad reclama la atención de las autoridades hacia asuntos mucho más acuciantes, pero no estaría de más que, en cuanto sea posible, el tema fuera retomado por las instancias gubernamentales correspondientes, e impulsado desde abajo por la afición organizada, que sin duda la hay en Puebla . Recordemos que, por lo común, nada se mueve arriba sin la presión de la base.

Para alimentar la incertidumbre. Notable trabajo de investigación el de Xavier González Fisher al dar cuenta y razón del período más largo en que, a lo largo de sus 75 años de vida, la Plaza México permaneció cerrada. Su acucioso recuento permite fijar en 473 días el lapso sin toros en la Monumental, entre el 24 de febrero de 1957 –corrida número 11 de una temporada grande abruptamente truncada–, y el 15 de junio de 1958 en que se inauguraron formalmente las novilladas de ese verano; o sólo en 420, si se toman en cuenta dos festejos novilleriles sueltos, el primero de las cuales sirvió para reabrir la Monumental el 20 de abril del citado año 58.

Otro paro hubo que provocó incertidumbre y zozobra sobre los destinos del coso máximo; fue cuando permaneció cerrado los 400 días entre el 23 de abril de 1988 y el 28 de mayo del año siguiente, al fructificar felizmente una iniciativa de rescate del gobierno del distrito federal. Hay que advertir que tal cifra vale solamente si pasamos por alto una corrida que el 12 de junio del 88 despacharon Eloy Cavazos y José Mari Manzanares, y que levantó ámpula al reportarse manipulación de los pitones de varios de los astados de Teófilo Gómez; porque en este caso el parón –entre ese 12 de junio y el 28 de mayo siguiente—alcanza poco menos de un año: exactamente 350 días calendario.

Lo que queda fuera de cualquier polémica del cierre actual llevamos sumados 484 días a fecha de hoy –13 de junio de 2021–, dado que el último festejo celebrado en la Plaza México se remonta al 16 de febrero de 2020, clausura de la última temporada grande cuyo cartel incluía a Pablo Hermoso de Mendoza, a su hijo Guillermo y, a pie, a Arturo Saldívar y José María Hermosillo, que fue quien despachó al último astado, “Charrasqueado”, de Bernaldo de Quirós, lidiado y muerto por el prometedor espada aguascalentense cuya carrera, como la de tantos más, sufre el seco parón del Covid 19.

¿Alguien sabe algo? Desconozco de plano si sea posible, a estas alturas, hablar de una empresa en funciones, porque la última en administrar la Plaza México no ha dado señales de vida. Suposiciones y rumores, todos que usted quiera; información real y confiable, por ningún lado. Tampoco las instancias profesionales, mediáticas ni la afición organizada han dicho esta boca es mía. Y ésta mi postura o mi estrategia o mis reclamos encaminados a superar una parálisis que, en términos médicos, bien puede calificarse de crónica.

Lo cual nos remite a la temática inicial de esta columna. Y las dos alternativas a elegir: o dejar que el paciente se desangre o hacer algo por contener la hemorragia. No hay más.

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