Convencido de que “criticar es un acto de aprecio”, pues solo “las cosas que duelen son las que mejor se critican”, el escritor Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) presentó en Puebla su más reciente libro El vértigo horizontal en el que, a través de seis líneas de lectura como seis líneas de un metro imaginario, presenta un caleidoscopio de la Ciudad de México, y lo que es vivir en ella entre el placer, la celebración y los sobresaltos.
En el segundo día de la Feria Nacional del Libro (Fenali) de la UAP y con un reconocimiento entregado por el rector Alfonso Esparza, el también periodista habló sobre este libro que debe su título a una descripción del francés La Rochelle sobre la pampa argentina, en donde vio una “extensión infinita” del paisaje que le causó cierto miedo como en la “Ciudad de México, que fue una marea de casas bajas sin edificios y que ahora por la especulación se ha convertido en una ciudad vertical”.
Detalló que este, es un libro en episodios con distintas secciones en el que aparecen personajes de la ciudad como “el chilango” que tiene una fama contradictoria, a la par de una ciudad en donde llega y se va la gente, que tiene una resistencia, tolerancia y paciencia, que “ha roto records del espanto, la peligrosidad, la contaminación y los temblores”.
Villoro dijo que ,al tratarse de crónicas escritas en 25 años, el editor de Almadía Alejandro Magallanes le dio forma a su trabajo, con un índice que divide al libro en seis secciones. “Empecé a escribir en 1994 el texto más antiguo del libro, pero hace ocho años pensé que tenía suficiente material que había crecido como el tema mismo con una extensión desordenada. No necesitaba un editor sino urbanista que pusiera orden a la ciudad hecha de palabras”, expuso.
El ganador de premios como el Villaurrutia 1999, Herralde de Novela 2004 y Antonin Artaud de la Embajada de Francia mencionó que el libro inicia con sus Experiencias bibliográficas que refieren a su infancia, a escenas personales que ocupa para hablar como testigo. Dijo que la siguiente sección es precisamente sobre los Personajes de la ciudad, como el ya citado chilango además del vendedor de merengues, un “mártir del azar que rinde su mercancía a la fortuna”, el hombre de la alcantarilla, la cantante Paquita la del Barrio, el Rey de Coyoacán, “un loco llamado Antonio Gaytán que vivía creído en ser un monarca”, o el Merolic, “un pregonero flamenco elocuente que enloqueció a la Ciudad de México con sus discursos”.
Ante un público nutrido expuso que el libro prosigue con Los sobresaltos, en donde habla de la ironía ante la catástrofe y el temperamento post apocalíptico de los chilangos, definido por Carlos Monsiváis como la relación que existe con la catástrofe, que no es vista como un anuncio de que las cosas se pondrán peor, sino como algo que ya culminó y del cual se salió librado. Para continuar aparecen Las ceremonias, las cuales son “el pretexto de un 15 de septiembre o un 12 de diciembre”, y que son significativas como la semana santa en Iztapalapa y sus ocho barrios.
Las líneas de la lectura tienen un punto final que el autor buscaba: el terremoto del 19 de septiembre de 2017, que fue el límite natural de la ciudad, porque “es la naturaleza que dijo aquí estoy yo”. Agregó que retomó la imagen del puño en alto -el gesto que hacía un brigadista y todos guardaban silencio para escuchar al desfavorecido-, para hacer una letanía en la que el lector se siente protagonista desde la primera estrofa: “Eres del lugar donde recoges la basura”, es decir, “los lugares que te duelen, que siente, dicen que de ahí eres”.
Villoro concluyó que el libro es “un paisaje de la ciudad”, quizá de una que ya no existe sino solo en la memoria que él recuerda. En suma, refirió que con el volumen buscó “transmitir las emociones de una historia particular que puede conectar con cualquier persona”.