El proceso interno para seleccionar al candidato a la gubernatura del estado ha provocado en el PRI una alineación entre dos divisiones, que con ninguna diferencia plantea la posibilidad de la eliminación de la otra, pero tampoco se complementan entre ellas.
El primer indicador del alineamiento está determinado por la edad de quienes lo integran, de un lado los jóvenes y del otro los adultos y adultos mayores. Lo que no significa que no estén integradas todas las edades en la de los jóvenes, pero los liderazgos son de ellos.
El segundo se identifica en la alineación de la militancia, de un lado se acuerpan aquellos que se identifican con los ganadores de las elecciones locales y federales, y por el otro quienes suman en su experiencia electoral puras derrotas.
El tercero lo configura la visión de los tricolores, de un lado se encuentran aquellos que consideran el nacionalismo revolucionario como el paraíso perdido y por el otro quienes están cerca de la socialdemocracia.
El cuarto son los liderazgos, alrededor de dos grupos de candidaturas se reúnen los que colonizaron el PAN y PRD, y que intentan regresar para ser actores de una nueva ruptura y por el otro los que construyeron su militancia a partir del vacío en que encontraron al Partido Revolucionario Institucional.
El quinto se identifica con la nueva militancia formada en su mayoría por jóvenes que nacieron bajo los gobiernos del PAN y optaron por el PRI y por el otro los históricos que nacieron en el régimen de partido único en el país.
El sexto es el espíritu que prevalece en uno y otro grupo; para los adultos es la añoranza, la duda, el miedo; mientas que por el otro es la búsqueda, la esperanza y el deseo de competir como un partido nuevo.
Un militante con fuerte arraigo religioso afirma que el triunfo será de los jóvenes porque no es conveniente echar vino nuevo en los odres viejos, porque el vino se amarga y los odres se rompen.