Pareciera cada día que pasa que hemos dado fin a las enfermedades infecciosas, que los humanos nos hemos liberado ya de la mortalidad de aquellos agentes causales de enfermedad que tanto asolaron a la humanidad, que todos los antiguos escribanos reportaron como causas de enfermedad y muerte durante muchos años; tal es el caso de la peste, la tuberculosis, la viruela, el paludismo y muchas más que inciden sobre los núcleos sociales menguando la calidad de vida y la longevidad de los miembros de las sociedades, hasta que logramos conocer quien las causa y de qué manera se controlan sus daños consecuentes de enfermedad; los humanos iniciamos etapas evolutivas de control, que nos fueron útiles y que permitieron la reproducción de los grupos humanos, de tal manera que la población humana creció de manera exorbitante, a tal grado que cada día somos más de manera desenfrenada, y no solo ocupamos más espacios sino que invadimos los de animales y vegetales, que se desplazan de manera tan drástica que da la impresión de que los invadimos y los obligamos a desaparecer, en una competencia negativa a nuestra propia supervivencia, hemos desalojado incluso grupos humanos, que parecen desplazarse a lugares en que la civilización es mayor, pareciendo que ofrece mejores condiciones de vida, que ya no requerimos del campo o de los cultivos que la ruralidad proporciona, sin que nuestra imaginación sea capaz de visualizar si este abandono es bueno o permisible a pasos tan acelerados.
Pero este fenómeno, entre muchas otras cosas, ha permitido que se favorezcan situaciones de condicionamiento, y que aparezcan nuevos agentes causales de enfermedad que no se conocían, tal parecen que surgen del todo y de la nada, como nuevas amenazas al desarrollo humano poblacional, amenazando nuestra existencia; tal es el caso de los virus de nueva aparición, como el Marbur, Ébola, Dengue o Chikungunia, que se dice son una amenaza a la integridad del desarrollo humano multitudinario, sin que para su control tengamos medicamentos específicos para enfrentarlos, amenazando con su presencia la integridad de los grupos sociales humanos.
Dicho de otra forma, no existe una manera eficaz de enfrentarlos, de someterlos, porque son apenas partículas vivientes, que solo crecen a expensas de otra célula viva; por tanto se reproducen y persisten, a expensas de una célula viva, animal, vegetal o humana de la que dependerán, porque de ella toman las necesidades biológicas que les permiten permanecer activas. Quizá la pregunta lógica que debemos tener presente quienes nos dedicamos a la salud humana es la de que estos agentes virales causantes de enfermedad al hombre serán capaces de lograr un equilibrio biológico capaz de disponer del control de la población humana, que día a día muestra evidencias o signos de que estamos rompiendo el equilibrio del que dispone la naturaleza para menguar el crecimiento y control de la población animal, vegetal o humana, que debe ser equilibrado y no estar evidentemente rompiendo el equilibrio biológico de la tierra, olvidando que los seres vivos debemos estar en un equilibrio con el medio ambiente, no rebasarlo de ninguna manera, no expensar del dominio evidente de los unos sobre los otros, que solo muestra el abuso del especio, la pérdida del equilibrio de la biología, mostrando que es natural, lógico, que ocurran posibilidades que tornan negro el fututo de la infecciones como parte del equilibrio biológico.