La caída de la propuesta de que Héctor Alonso Granados fuera candidato de Morena en el distrito 12 de Puebla no obedece en estricto sentido a la ola de críticas que surgieron contra esta personaje por su homofobia, su carácter violento e intolerante, sino porque su postulación era un proyecto sumamente defendido por los dirigentes estatales del Partido del Trabajo (PT), encabezados por Mariano Hernández, de quienes se cree que estarían sirviendo a los intereses del ex gobernador Rafael Moreno Valle Rosas.
Pareciera que la incorporación al movimiento lopezobradorista de Héctor Alonso, por la vía del PT, era una estrategia diseñada desde el grupo político del ex gobernador como una manera de involucrar a un personaje destinado siempre a provocar escándalos, a romper con la cordialidad de cualquier organización política.
La intención era clara: siendo Morena un partido que defiende la diversidad sexual y la pluralidad social, la figura de Alonso Granados estaba destinada a alterar esa condición, a mandar el mensaje a la opinión pública de que esta fuerza política es violenta e intolerante.
Se buscaba un efecto como el de Eva Cadena en Veracruz, aquella legisladora a la que siendo candidata de Morena, con engaños la llevaron a una trampa para que la grabaran supuestamente recibiendo financiamiento ilegal. La personalidad de esta mujer nunca se prestó para aclarar las cosas y mucho menos enfrentar la tormenta política que desató.
Las dudas hacia las intenciones del PT vienen del comportamiento de los últimos años de sus dirigentes, quienes han sido acríticos y sumisos con el morenovallismo.
Tales son los casos de Mariano Hernández y Lizeth Sánchez García, quienes en el Congreso local fueron parte del bloque de diputados que ciegamente votaron a favor todo aquello que es parte de los intereses político o económicos de Moreno Valle.
Sin contar que los dirigentes del PT siempre tuvieron derecho de picaporte con Moreno Valle para tramitar beneficios económicos.
En ese mismo sentido, se tiene bajo la lupa la posible candidatura de Guillermo Aréchiga Santamaría, el ex dirigente del SNTE 51, quien es impulsado por el grupo de la otrora dirigente del gremio de maestros, Elba Esther Gordillo Morales, quien ahora es una aliada de facto de Andrés Manuel López Obrador.
La duda con Aréchiga es que, aunque lo respalde Gordillo, los dirigentes del PT son quienes lo han propuesto como abanderado del movimiento lopezobradorista.
Y Aréchiga, hasta hace poco, era un furibundo morenovallista.