Ha concluido el cómputo de los resultados electorales, y así se tiene también la definición de quiénes encabezarán los gobiernos en 217 municipios y legislarán en el Congreso local a partir del año entrante. Es ahora conveniente analizar el futuro inmediato de la entidad, que aparece bastante desolador a juzgar por el comportamiento que ha tenido el actual gobierno estatal.
Efectivamente, lo que se avecina es un agravamiento del estilo unilateral, cuando no unipersonal en el ejercicio de la administración pública, que no reconoce las legítimas causas de la movilización social y que se guía por el control absoluto de los demás poderes –el Legislativo y el Judicial–, dominando también organismos que deberían ser independientes y ciudadanos, como la Comisión de Acceso a la Información y Protección de Datos o la Comisión de Derechos Humanos.
Es también un gobierno que se ha distinguido no por realizar proyectos del mayor beneficio social y que ve en los partidos políticos a franquicias o instrumentos para conservar o aumentar su poder, pero no a instituciones políticamente organizadas, representativas de diversos sectores ideológicos.
Es así que estamos ante el génesis de un cacicazgo político que si bien no puede equipararse al avilacamachismo, sí tiene muchas similitudes, sobre todo en el talante autoritario.
Es justo decir que incluso en las décadas del partido hegemónico los gobiernos del PRI tenían una oposición firme en partidos como AN, pero ahora no hay contrapesos y eso sólo hace más latente el fortalecimiento del autoritarismo.