Jueves, abril 25, 2024

Boda de César Yáñez y Dulce María Silva propicia un encuentro entre AMLO y Gali

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La nueva clase política de Puebla y México tuvo su primer acto fifí: el enlace matrimonial del ex vocero lopezobradorista César Yáñez Centeno Cabrera y la empresaria Dulce María Silva Hernández, quien fue presa política del morenovallismo durante un año y dos meses.

La boda fue digna de cualquier portada de revista de sociales, porque los anfitriones materialmente echaron la casa por la ventana y, de paso, también echaron por la borda las indicaciones de austeridad que ha manifestado en muchas ocasiones a los líderes y autoridades de Morena el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador.

El enlace religioso fue el seguro sueño de cualquier princesa, ya que aunque solo se ocupó la soberbia Capilla del Rosario, todo el templo de Santo Domingo fue vedado a quien no estuviera convidado. No hubo alfombra roja pero ni falta hizo, pues al estilo de las pasarelas estiladas por la farándula se dispuso de una valla sobre la avenida 5 de Mayo para que desde afuera, limitados por las rejas del recinto, los periodistas pudieran dar cuenta de quien llegaba.

Los invitados más conocidos por los reporteros de la fuente política entraban con sus acompañantes y saludaban a los fotoperiodistas con la misma naturalidad con las que éstos los tuteaban gritándoles para llamar su atención: “¡don Manuel (Bartlett)!”, “¡senador (Ricardo Monreal y Alejandro Armenta)!”, “¡don Alfonso (Romo)!”, “¡José Juan (Espinosa)!”, “¡Nancy (de la Sierra)!”, “¡Rodrigo (Abdala)!”, “¡Claudia (Rivera Vivanco)!”, “¡Bety, Bety, Betyyy (Beatriz Gutiérrez Müeller)!”.

Pero los reporteros de la lente también llamaban a la mayoría de invitados e invitadas que atravesaban el atrio, aunque no los conocieran: “¡Hey, hey, foto!”, y mientras tomaban las placas se preguntaban entre sí: “¿Y este, y esta quién es?”. Como nadie respondía, entonces interrogaban directo a los aludidos, que seguían posando como estrellas de cine  y gritaban dos y hasta tres veces sus nombres y apellidos, a veces deletreándolos para que quedaran bien plasmados.

Atrás de los informadores pegados a la valla estaba el pueblo de carne y hueso. La mayoría eran transeúntes que quedaron sorprendidos con la suntuosidad desplegada. Preguntaban a los periodistas y a los policías “¿quién se casa?”, ¿es famosa o famoso?”. Cuando se les contestaba que el esposo es uno de los hombres más cercanos a López Obrador su expectativa crecía. Cientos permanecieron al pendiente de que apareciera el presidente electo, pero a la iglesia solo llegó su esposa Beatriz Gutiérrez Müeller.

En la 5 Poniente, el desorden vial reinaba. Se improvisó un valet parking que hizo intransitable la de por sí dificultosa vía. Un conductor les gritó: “¿Y ustedes son los de la regeneración, los del cambio?, ¡son iguales!”.

Terminada la ceremonia aparecieron un par de mojigangas, tocó un mariachi y encaminó a los recién casados y sus invitados a tres turibuses que los condujeron hasta el Centro de Convenciones. En el trayecto se dieron vuelo saludando a la gente de a pie como si fueran protagonistas de un desfile.

El encuentro AMLO–Gali

En el Centro de Convenciones ya no pudieron tomar registro los periodistas, porque ahí ya no había acreditaciones sino invitaciones de rigurosa etiqueta para poder entrar. Pero las “benditas redes sociales” dieron seña y santo de lo que pasó en la fiesta. Por eso se supo, por ejemplo, que el ansiado encuentro de conflicto postelectoral que el gobernador de Puebla, José Antonio Gali Fayad, buscaba ansioso con Andrés Manuel López Obrador, lo logró entre brindis, porque ambos coincidieron como testigos de honor.

Por las publicaciones en Instagram también trascendió que a la alcalde electa, Claudia Rivera, la tuvieron esperando media hora afuera porque no la encontraban en el registro de invitados, que la música en vivo corrió a cuenta –bueno, no, la cuenta la pagaron los novios– de Los Ángeles Azules y Matute . Que para el decorado se utilizaron 9 mil rosas blancas y la fabricación especial de una pasarela con pista ovalada pintada a mano de 10 por 15 metros, la hizo la empresa Exclusive Events MX. Que el banquete fue obra de Jalil Dib, el pastel de Paulina Abascal y el fotógrafo fue Daniel Ramírez, todos ellos empresas y profesionales que reflejan su exclusividad en densas facturas.

El vestido fue diseñado por Benito Santos, el mismo que viste a la aún primera dama de México, Angélica Rivera, y a la aún primera dama de Chiapas. Anahí –quien acudió a la boda con su marido, el senador del PVEM, Manuel Velasco–. Sus atuendos de noche oscilan entre los 90 y 120 mil pesos, así que el precio de un vestido de novia debe ser muy superior.

A la desposada la maquilló Víctor Guadarrama, quien cobra por ese servicio unos 20 mil pesos, según dicen. Ella se veía radiante, y cuando a las puertas de Santo Domingo le preguntaron los reporteros cómo se sentía, ella respondió con una sonrisa y sumo énfasis: “¡Feliz de casarme en Puebla!”.

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