Minusvalía tlaxcalteca. Sorpresa provoca escuchar cuando jóvenes empresarios y profesionales comparten experiencias que les han ocurrido con personas nativas de la entidad. La falta de identidad y pertenencia de los chavorrucos.
Una de ellas dice en entrevista publicada: “Yo siempre defendí el hecho de ser tlaxcalteca. Recuerdo que cuando estaba en la universidad tenía compañeros que yo sabía que eran de Tlaxcala. Y ellos decían que eran de Puebla”.
Comparte otra persona: “Siempre me llamó la atención que compañeros que se consideran de la clase alta en Tlaxcala y estudian en las instituciones públicas les da vergüenza reconocer que asisten a la Universidad local. Y prefieren decir que van a universidades de Puebla”.
Una más: “Me extraña que jóvenes que cuyas familias son dueños de pequeñas propiedades, en lugar de optar por estudiar carreras relacionadas con el campo, prefieren ser abogados y al preguntar responden: En Tlaxcala si no eres abogado no eres nadie”.
Los jóvenes que relatan y comparten la experiencia pertenecen a lo que podríamos llamar la clase media tlaxcalteca. No forman parte del 50 por ciento de tlaxcaltecas que se encuentra en la pobreza, según Coneval 2016.
Las conductas expresadas han sido aprendidas a través del contacto cercano. La imitación de los superiores les hace comprender conceptos y comportamientos del modelo a seguir. Es lo que en educación se conoce como aprendizaje social y/o vicario.
La minusvalía en voz de los jóvenes tlaxcaltecas no es producto de un señalamiento externo sino de factores internos que se observan en la casa, en la familia, en la escuela, en la calle. Es una sensación similar a la de las escaleras eléctricas.
Después de tanto bregar de las élites políticas, de tantos estudios y libros publicados en contra de la traición. Algo habrá que hacer para eliminar o diluir esta conducta que impide aprovechar el momento que vive Tlaxcala.