Viernes, abril 26, 2024

En Lafragua abordan el ataque de ilustrados y la defensa de jesuitas sobre América

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La naturaleza como artífice del carácter de los seres humanos, como paradigma del pensamiento científico y filosófico que permeó el siglo XVIII en Europa, que llevó a pensar que América no estaba tan desarrollada debido a sus mismas condiciones geográficas, botánicas, cartográficas, orográficas y zoológicas. A la par, la defensa que establecieron los jesuitas –ya en el exilio– de las tierras que ellos habitaron y conocieron, lo mismo de Ecuador, Chile, Argentina y por supuesto México, del que defendieron su riqueza natural y humana.

Ambas visiones están reunidas en la exposición Una América, muchas historias naturales (siglo XVIII), que fue curada por Kenya Bello, investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y se exhibe en la sala de lectura de la Biblioteca histórica José María Lafragua de la UAP hasta el 6 de octubre.

En ella, como explican la directora Mercedes Isabel Salomón y el museógrafo Édgar Mondragón, se muestra una serie de libros o reprografías de ellos que forman parte del acervo de la biblioteca Lafragua, con la que se deja ver su vastedad y variedad temática.

Propuesta en tres núcleos temáticos referentes a los anti americanistas, a las respuestas jesuitas y el cambio de perspectiva, este último a manera de colofón, la exposición permite conocer la idea que naturalistas franceses tenían sobre América y su “falta de desarrollo” a partir de la naturaleza, es decir, la forma en que se concebía que era esta la que definía al continente y su pobreza.

Durante un recorrido, Salomón y Mondragón señalaron que, sobre esta opinión científica, habría que tener en cuenta que provenía desde el interés económico que ingleses y franceses tenían sobre los reinos de la corona española, derivado también de los continuos viajes de exploración que iniciaron con Cristóbal Colón.

Ahondaron que a través de ilustrados como Georges Louis Leclerc, mejor conocido como el conde de Buffon, puede verse la idea que permeó a lo largo del siglo XVIII sobre la forma en que la naturaleza definía la inteligencia y el desarrollo de los pueblos americanos.

De los mismos, se incluyen al mencionado Buffon que es más agresivo en sus opiniones, a la par de los científicos Reynal y Robertson, quienes matizan el tema y son considerados buenos historiadores, a la par del inglés James Cook, y los españoles Jorge Juan y Santaella, y Antonio de Ulloa.

Contrario a estos pensadores borbónicos, apuntó Édgar Mondragón, se da la respuesta letrada de los jesuitas quienes, desde el exilio –tras la expulsión ocurrida en 1767–, construyeron una defensa apoyados en la razón y en las experiencias de haber vivido en este continente poco tiempo después del contacto, y que a la Nueva España llegaron en misiones en la zona norte, relacionándose con los indígenas y haciendo los primeros tratados científicos, cartográficos y de educación.

Así, a diferencia de los ilustrados franceses que no habían conocido tierras americanas y solamente escribían a partir de lo dicho por los viajeros y conquistadores, los jesuitas echaron mano de sus conocimientos con lo que tuvieron contacto.

Incluso, advirtió el museógrafo, puede pensarse que gracias a su exilio los jesuitas pudieron conocer el debate desde donde surgía, en Europa, pues de haber estado en América, quizá no hubieran conocido la discusión ni participado en ella. “No entablan una defensa de la nada pues tenían la capacidad para hacerlo. No generalizaron sino que reconocieron de cada lugar sus capacidades”, anotó Mondragón.

De la defensa jesuita hay referencias documentales para la defensa de Chile de don Juan Ignacio de Molina, quien se apoya en lo hecho por Carlos Linneo y Alonso de Ovalle, mientras que en el caso de Quito, Ecuador, aparecen libros de Juan Velazco quien acude a Giovanni Domenico y al Inca Garcilaso de la Vega.

En defensa de Río de la Plata, Argentina, en cambio, escribió Francisco Javier Iturri, quien le responde a Juan Bautista Muñoz; de México, las ideas provienen de Francisco Xavier Clavijero con su Historia antigua de México que escribió de memoria pues, causado por el exilio, dejó toda su biblioteca aquí, utilizando como fuente principal a Plinio.

El colofón de la exposición Una América, muchas historias naturales (siglo XVIII), apuntó el museógrafo Édgar Mondragón está a cargo de Humboldt, un científico ilustrado sin compromisos políticos que observa América pues conoce su riqueza, y toma todas las fuentes y hace una crítica textual a lo hecho por los pensadores europeos.

Destaca que a la par de la curaduría, la investigadora Kenya Bello dará la conferencia Los jesuitas y las comunidades lectoras del siglo XVIII, este viernes 1 de septiembre a las 18 horas en la sala de lectura de Lafragua ubicada en la calle Juan de Palafox y Mendoza 407, en el Centro Histórico de Puebla

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