Cascarón vacío. Así está el PRI después de la elección 1998. Porque desde antes, así estaba. La estructura del tricolor siempre ha estado fuera de las oficinas del partido. Eso lo saben mejor quienes han competido y ganado una elección entre 1998 y 2015.
El regreso del PRI, así como el triunfo del PRD y el PAN fueron producto de coyunturas particulares. Cualquiera de los candidatos que compitieron en ese momento, si lo hicieran hoy difícilmente se alzarían con el triunfo. Se cobijarían en las plurinominales.
El PRI regresa a la gubernatura por una serie de consideraciones, entre las que se cuenta la falta de resultados de los gobiernos alternantes. La crisis de los partidos políticos al convertirse en gobierno enloquecen con el poder. El transfugismo que se registra en la ciudadanía militante.
En 2012 los priistas que le dieron el triunfo al candidato presidencial. Quién sabe dónde quedaron porque se les fueron dos de los tres distritos electorales y las tres senadurías. Un año después les repitieron la dosis en las presidencias municipales. Las más grandes quedan en manos de la oposición.
Nadie se dio cuenta de la estrategia 2013. Para el Ejecutivo local lo importante era mantener el control del Congreso, porque de ello dependía la gobernabilidad. Las presidencias municipales no lograrían construir liderazgos fuertes porque dependen del recurso estatal y federal.
Efectivamente eso ocurrió y la lección se dio en la elección federal de 2015. Los tres candidatos salieron con desventaja hasta el día de la elección. Algunos de ellos no tenían la certeza de poder reunir los votos suficientes. Pero para sorpresa de todos, el PRI se llevó los tres distritos.
Derivado de esa experiencia, se preparó 2016. La ambición de las senadoras por volver a ser candidatas provoca que la oposición no logre concretar una coalición. Días antes de la elección se le sumaron votos de muchos partidos a la candidata del PRD, pero no alcanzó.
Frente al 2018. El PRI es un cascarón vacío. Porque la estructura, los liderazgos y los recursos están en otra parte. Eso lo saben los ex gobernadores del PRD y PAN porque usaron la misma estrategia. De ahí que resulte una pérdida eso de echar vino nuevo en odres viejos.