De dónde obtiene el público su información sobre la pandemia del Covid–19. De las redes digitales donde acceden a explicaciones mágicas, esotéricas, políticas, económicas, conspirativas, pero todas vagas y sin sustento.
A la comunidad científica le toca jugar un papel importante para explicar de forma clara a la población de qué se trata la enfermedad como el coronavirus. Sobre todo, la capacidad que se tiene para resolverlo.
En sus manos está ganarse la credibilidad de las personas. Persuadirlas para que sigan las recomendaciones de las autoridades de salud. Y evitar la propagación que derive en la muerte de muchos compatriotas.
En primer lugar, hay que decir que el Covid–19 no es un virus completamente nuevo. Está relacionado con otros virus ARN que causan SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio) y resfriados.
Lo segundo es que la población debe confiar en el conocimiento y la experiencia de la comunidad de investigadores. “Para evaluar cómo se propagan estos virus, por qué son contagiosos, sus posibles tratamientos y cuánto tiempo puede tomar desarrollar una vacuna”.
Y tercero, explicar porqué acciones concretas –como el aislamiento– han demostrado tener efectos positivos en el control de la enfermedad. Lo mismo ocurre con la experimentación de una vacuna que se prueba en humanos en Estados Unidos y China.
Nunca como hoy la población cuenta con una multiplicidad de fuentes de donde abrevar. El problema es que la mayor parte de ellas carecen de conocimiento y solo emiten opinión, jamás dan las fuentes primarias en las que se basan.
Los científicos tienen la oportunidad de transmitir sus conocimientos al público y convertirse en LA FUENTE que proporcione confianza y credibilidad en la toma de decisiones de la población. Es un reto, pero también una oportunidad.