El 5 de mayo es, en Estados Unidos, el día nacional para sensibilizar a la población en torno a las desapariciones y asesinatos de las mujeres y las niñas nativas americanas. Las mujeres indígenas en el vecino país del norte mueren 10 veces más que el promedio nacional. El vacío jurídico deja en total impunidad los crímenes sexuales y de violencia feminicida que son cometidos, principalmente, por perpetradores no indígenas. Resulta fundamental que, como parte de los procesos restaurativos en torno a los delitos de violencia contra las mujeres, se restablezca la soberanía de las regiones indígenas en torno a los delitos sexuales cometidos contra las mujeres indígenas, lo que significaría también, que el gobierno federal genere la información necesaria para el registro de estos casos. Sin embargo, es importante señalar que las reformas legislativas resultan insuficientes, mientras no se generen cambios sociales profundos, que permitan desmantelar el sistema de opresión que se impone sobre los cuerpos femeninos y feminizados en el mundo en general, y en las regiones indígenas en particular.
El sistema capitalista heteropatriarcal ha legitimado el despojo de territorios, donde el cuerpo de las mujeres y de quienes se identifican con el pronombre ella, se convierte en un botín en disputa. Así, desde un sistema que legitima la violencia y control sobre los cuerpos, vemos con tristeza y enojo que son los cuerpos indígenas quienes se encuentran en mayores condiciones de vulnerabilidad, en el contexto de colonización permanente, que se mantiene y reproduce. Sin embargo, es también fundamental honrar no únicamente a las mujeres indígenas desaparecidas o asesinadas, sino a aquellas que con gran valor reclaman el control de sus cuerpos, la recuperación de sus vidas y la posibilidad de decolonizar las prácticas cotidianas. Las mujeres indígenas han sido constructoras de su historia, sin embargo, es fundamental erradicar las expresiones de violencia que siguen legitimándose contra sus cuerpos. Es bien sabido que políticas ineficientes hacen más daño que beneficio. Las mujeres reclaman sus cuerpos y sus territorios. Pero no buscan las migajas del sistema que las mantiene oprimidas, sino que se rebelan contra el mismo, y podemos observar proyectos que realizan las mujeres desde su sabiduría ancestral, y desde la innovación contemporánea. Arte, agricultura, sanación tradicional, desde la conexión espiritual, desde el ámbito académico y desde diversas formas de activismo, las mujeres se organizan y van transformando y trabajando por erradicar la violencia de género contra las mujeres indígenas. Con un fuerte énfasis en los procesos para decolonizar sus prácticas, las comunidades nativas americanas, que han sido históricamente despojadas, continúan en un intenso proceso por recuperar su historia, sus derechos y sus territorios y como parte de estas luchas, las voces activas de las mujeres y de quienes se identifican como dos espíritus, se expresan de diversas formas para erradicar las violencias contra las mujeres, para terminar con las desapariciones y asesinatos de las niñas y mujeres nativas americanas. Resulta fundamental reconocer que estas violencias no son casos aislados, sino una pandemia que, por muchos años, ha sido permitida y legitimada por el sistema capitalista heteropatriarcal.
En sororidad y honrando a las mujeres desaparecidas y asesinadas el 5 de mayo vestimos de rojo.
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