Ahora sé de dónde vienen tus destellos.
Con un radar y un telescopio no lo lograría.
Pero cuando los desmenuzo, descubro lo que llevan dentro.
Vienen de las miradas que tus sueños orientaron
Y de la escucha de versos en una lengua extraña
Que ritman en tus venas y abultan tus labios.
Son destellos del incendio de lecturas compartidas
De libros libados como pócima nocturna,
A cada mañana haciendo espuma en la bañera.
Son salpicaduras de estrellas. Son briznas,
No son flamas, ni llamitas de una estufa. Son rocío
De los instantes cuando nos calentábamos, ardiendo.