El gobernador, Luis Miguel Barbosa Huerta, hizo ayer varias revelaciones que confirman los vicios y efectos perniciosos de largo plazo que dejó el morenovallismo. Entre la sarta de calamidades que el mandatario relató casi con lujo de detalle en una rueda de medios, destacó la del uso irracional, frívolo e irresponsable que Rafael Moreno Valle Rosas y su grupo político dieron al erario público.
En esa lógica resalta el caso de Audi, la planta de origen alemán instalada en San José Chiapa que el ahora fallecido panista presumió como el principal logro económico de su administración.
Desde este espacio se advirtió sobre la insensatez de destinar 10 mil millones de pesos para las plataformas de la compañía, pues era y es evidente que ese nivel de inversión con dinero público podría ser retribuido en el corto, mediano y hasta largo plazo. Luego vino la arbitrariedad de despojar a cinco municipios de la región de sus derechos en el cobro de impuestos, la exención de gravámenes para la marca germana y hasta el absoluto despropósito de edificar una “ciudad” en medio de la nada.
Barbosa ha dado a conocer una nuevo dato del convenio con la armadora teutona: con recursos de los poblanos se pagan los peajes a los altos directivos de la marca, un hecho que escapa a cualquier lógica, por donde quiera que se le vea, pero que exhibe, si acaso hiciera falta, el uso patrimonialista y falaz que Moreno Valle dio al Poder Ejecutivo.
Seguramente estos privilegios brindados por el obsequioso político derechista tenían el propósito de congraciarse con los capitales extranjeros, en el delirio que lo caracterizo a lo largo de su trayectoria, en la que solo le importó llegar a la silla presidencial, sin importar los medios ni las consecuencias.