Viernes, abril 26, 2024

Lobos, ante lo irremediable

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Muchas aristas –y ninguna agradable– presenta el caso de Lobos BUAP. La última son los marcadores del sábado, que los ubican al borde del abismo. Y la penúltima el abrupto cese de Rafael Puente del Río, que si ya tenía resuelto la directiva debió asestarlo antes de la fecha FIFA… o dejar las cosas como estaban. Y conste que el equipo ya hacía agua por todos lados –más y más conforme avanzaba el presente Clausura, excepción hecha del 5–0 sobre Veracruz–, confirmándose en particular el error de no buscar un arquero confiable en cuanto se consumó el ascenso, sumado a la fatal elección del rehabilitado “Maza” Rodríguez, que como presunto líder de la defensa ha sido el sonado fracaso que a su tiempo había anticipado esta columna. Agréguese la baja forma actual de Julián Quiñones –el único que adelante solía dar en el blanco– y el triste panorama queda completo. Pues ya se sabe que sin columna vertebral medianamente sólida no hay equipo que funcione. Y si al caos se le suma la desmoralización, menos todavía.

El factor arbitraje. Pero además está lo otro. La certeza de que, para los gavilleros pactantes, el equipo que ascendió –cualquiera que sea– es el apestado que hay que devolver cuanto antes a Primera A. Por eso la trampa de los cocientes y, de ser preciso, la del arbitraje. Al Veracruz, que ha seguido un camino inverso al de Lobos  –ir de menos a más– lo vienen favoreciendo los silbantes de manera escandalosa. Primero fue contra el Atlas, con aquel penal clarísimo por manos de la “Palmera” Rivas que Marco Antonio Ortiz ignoró olímpicamente y del que partió el tanto que amarraría la victoria jarocha de la fecha 11. Y el domingo anterior –en el mismo “Pirata” Fuente–la situación contraria: un penalti de última hora que le habría dado el empate a Xolos –que jugó con sobrano desdén– y del que se desdijo Jorge Isaac Romo porque “dijo mi mamá que siempre no”.

De modo que no todo es obra de los fatales errores de la manada. También está jugando esa larga mano negra a que tan habituados están los del Pacto de Gavilleros.

Paliza y gol histórico. Con o sin la monumental chilena de Cristiano que puso el segundo clavo en la cruz del Juventus (64’), el multicampeón de Italia estaba condenado de antemano por la grandeza del Madrid, traducida en implacable sentido práctico la altísima autoestima de los de Zidane. La mejor expresión de inferioridad por parte de la Cebra turinesa la tuvimos en el flojísimo desempeño de su cuadro bajo, empezando por Chiellini, que se movía frente a los astros madridistas con agilidad de oficinista cincuentón. Parece mentira, un equipo italiano –su más alto representativo en este presente siglo– con una defensa con achaques de coladera desvencijada. Y Buffon, esta vez sin culpas, aguantando a duras penas el diluvio. Dos veces lo perforó CR7 (abrió marcador apenas a los 3’, como para ir calentando motores) y Marcelo cerró la cuenta bombeándole el balón por encima y entrando con él a puerta tras medida pared en corto con el astro lusitano (72’).

Ni que decir tiene que éste, con ese remate de espaldas a la portería, impulsándose para prender la bola a más de dos metros de altura y colgarla del vértice izquierdo fue el héroe de la noche. Y el suyo el gol del torneo. Y el del año. Y a lo mejor el de la década.

Suicidio a la romana. El Barcelona hizo el miércoles un partido comodino, más gris que brillante, incluido en esta calificación el mismísimo Lionel Messi. Simplemente esperó a que el AS de Roma se hiciera un lento harakiri hasta que el 4–1 cayó como fruta madura sobre el césped del Camp Nou. A los autogoles de De Rossi (38’: auténtico golazo si no se hubiera confundido de portería) y Manolás (55’) hay que sumar el tibio manotazo del guardameta Alisson que dejó la pelota muerta para que Piqué la empujara a la red (59’) y el pase–gol servido por Kolarov que Suárez aprovechó con viveza instantánea dentro del área italiana (87’). En suma, que el Barça se concretó a agradecer los regalitos de un equipo que en cuartos de final de la ChL simplemente se encuentra fuera de contexto. De nuevo, como un reflejo más de la etapa decadente que atraviesa el calcio, avasallado sin apelación por los equipos españoles, que viven en cambio su época dorada.

Sorpresa mayúscula en Anfield. Nadie contaba con que el duelo entre los dos clubes ingleses se resolviera en goliza del Liverpool al City. Arrollado durante la primera mitad –que fue cuando se escribió el 3–0 final– el equipo de Guardiola fue incapaz de reaccionar en el complementario, cuando el local se concretó a aguantar atrás mientras los blanquiazules urdían su telaraña de pases cortos, por completo inofensiva.

Impotente ante la velocidad resolutiva de los reds, el ManCity se fue desangrando al compás de los goles de Salah (12’), Chamberlain (20’) y Mané (31’). De Bruyne no pesó en absoluto, la carísima zaga guardiolina anduvo perdida y se agigantó la sombra del ausente “Kun” Agüero. Del otro lado había 11 fieras, entre las cuales sobresalió el excepcional talento resolutivo de Mohamed Salah. Preocupa, por cierto, la lesión que marginó al egipcio (53’) y que pudiera impedirle alinear mañana en el encuentro de vuelta.

Rutinario Bayern. Descontado el batacazo del City, el cuarto favorito –Bayern Múnich– llevó a Sevilla un planteamiento conservador, que le dio resultado gracias a los dos autogoles que dejaron a los andaluces en la cuneta (Navas a los 37’ y  Kjaer a los 68’). El gasto lo hizo el local, en vano. Y es que antes y después del tanto abridor de Sarabia (31’), los sevillistas agitaron las aguas pero no supieron cómo llegar a buen puerto. El mismo Sarabia erró un remate imperdonable y el acoso hispalense prosiguió sin inquietar mayormente a los bávaros, bien conducidos por James Rodríguez.

La sensación que deja el Sevilla se asemeja a la de la Roma: no dan la talla para  1/4 de final.

¿Mejor la UEFA? El otro torneo europeo, reservado a los segundones de las ligas nacionales, también jugó la ida de sus semifinales. Y casi que lo más entretenido d ela semena estuvo en el primer tiempo de Arsenal–CSKA Moscú (4–1) y en el segundo de Lazio–Salzburgo (4–2). Por el hermoso despliegue de los cañoneros, salpicado de valientes réplicas del cuadro moscovita, que sin embargo pudo llevarse una goleada mayor, y por los apasionantes vaivenes que pusieron en vilo al Olímpico de Roma, donde el conjunto austriaco resignó un invicto de ocho meses en todas las competencias. Recdital de Özil en Londres  –donde Lacasette y Ramsey marcaron un doblete cada cual, entre ellos ese antológico tercer gol del Arsenal, en el que el galés culminó con un toque de talón en vuelo digno de Nureyev una acción conjunta de 24 kilates. Y qué coraje de los austriacos para igualarle dos veces el tanteador al 11 lacial, hasta que dos inspiradas incursiones de Felipe Anderson e Immobile (74’y 76’) sentenciaron el partido. Que no la eliminatoria, que gracias al par de anotaciones del Salzburgo en campo ajeno continúa en suspenso.

En las otras dos semifinales un Atlético de Madrid soporífero resolvió 2–0 la visita del Sporting lisboeta, que en semana de obsequios abundantes por parte de las zagas les regaló a Koke (1’) y Griezmann (40’) par de balones de gol. Y el Leipzig, en casa, resolvió ajustadamente su encuentro con el Olympique de Marsella a base de tesón y con tanto de Timo Werner (45’) que se comió miserablemente el veterano arquero Pele.

MLS 1, Liga Mx 1. Quedó tablas el doble duelo semifinal por la Concachampions. Y si me apuran, mejor se vio el Toronto al pasar 3–1 sobre el América que el Guadalajara en el apurado 1–0 que el Red Bull se llevó de regreso a Nueva York. Porque lo cierto es que las Chivas se estrellaron casi permanentemente en el juego exclusivamente físico de los neoyorkinos –con la única salvedad del instante en que Brizuela marcó el único gol (26’)–, al grado de convertirse Cota en el héroe del rebaño al salvar un mano a mano con Royer cuando ya le visitante jugaba con un hombre menos por expulsión de Collin (73’), nada de extrañar dada su tendencia al choque del visitante contra la mayor ligereza de los rayados.

Por su engreída parte, el América nunca se acomodó a la húmeda noche canadiense ni a la velocidad del conjunto local, muy bien manejado por Bradley y Giovinco. Éste marcó pronto de penalti (9’) y, luego del transitorio empate firmado por Ibargüen mediante gran maniobra personal (21’), encabezó los rápidos contragolpes que terminarían por desarbolar a las Águilas, bailadas sin disimulo en el par de estupendas jugadas colectivas que culminaron con las otras dos anotaciones canadienses, remachadas por Alditore (44’) y Morgan (58’). Las protestas del Piojo contra el arbitraje y hasta contra la policía de Toronto fueron como patadas de ahogado, meros pretextos que a nadie convencen.

Y, sin embargo, vemos más cerca de la final al América –que tiene con qué revertir marcador en el Azteca– que al Guadalajara, defendiendo su endeble ventaja en casa de un Red Bull que a nuestros equipos parece haberles tomado la medida, más con músculo que con futbol.

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