Esta semana le notificaron a Alejandro Armenta Mier que su equipo de trabajo en la Cámara de Diputados, formando por entre cinco y ocho personas, ha sido dado de baja de la nómina del Poder Legislativo federal. Esta medida forma parte de un oleaje represivo desatado por el gobierno de Enrique Peña Nieto, el PRI y otras instancias contra este representante popular por haber mostrado abiertamente sus simpatías hacia el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Se sabe que desde la Secretaría de Gobernación federal se ha contactado a cada uno de los presidentes municipales de la región de Tepeaca para exigirles, en unos casos, y en otros conciliar, una actitud en la cual por ningún motivo deben recibir a Alejandro Armenta Mier ni tomarle las llamadas telefónicas y mucho menos atender a grupos de ciudadanos que pudieran estar involucrados con el legislador federal.
También trascendió que desde el Comité Ejecutivo Nacional del PRI se pidió a todas las dependencias del gobierno federal y de Puebla, que no se atiendan las gestiones de Alejandro Armenta, y de ser posible, se excluya a sus seguidores de programas sociales.
En la Cámara de Diputados se argumentaron cuestiones de orden presupuestales para dar de baja de la nómina a su personal de apoyo, pero en el fondo se sabe que la intención es dejarlo sin un equipo de trabajo para realizar su labor legislativa como parte de una abierta y burda revancha política.
Aparte la fracción del PRI, desde mucho antes de que a Armenta le suspendieran sus derechos en el tricolor, se ordenó no brindarle ningún tipo de apoyo parlamentario, que incluye hasta negarle insumos de oficina como hojas, clips y grapas.
Dichas actitudes muestran el tamaño del miedo, del odio, del rencor, que el gobierno de Enrique Peña Nieto siente hacia Morena y su líder Andrés Manuel López Obrador, que en su tercer esfuerzo por buscar la presidencia de la República se le nota mayor solidez en sus equipos de trabajo y en los índices de popularidad del electorado, en donde no hacen mella las campañas de desprestigio.
Armenta le está tocando sufrir el autoritarismo que él mismo utilizó, fomentó, defendió y se benefició cuando fue dirigente del PRI y alto funcionario del gobierno de Mario Marín Torres.
Ahora, Alejandro Armenta tendrá que seguir haciendo política desde la oposición real al PRI, partido que es implacable con sus desertores que se pasan al lado de Morena y siempre busca aplastar políticamente.
En esta coyuntura es donde Armenta tendrá que demostrar que tiene carácter para ser un buen político y hacer su labor desde la marginalidad, o por el contrario, se acabará rindiendo ante el acoso del sistema priista.
El error que cometió el diputado por Tepeaca fue adelantarse a los tiempos políticos y mostrarse en un acto público –en el monumento a la Revolución, de la ciudad de México– al lado de Andrés Manuel López Obrador, lo que desató la ira en su contra.
Hay muchos priistas de Puebla, que son líderes, operadores electorales o funcionarios del gobierno federal, que ya se acercaron a Morena, que tienen el compromiso de salir a buscar en el momento oportuno los votos a favor de Andrés Manuel López Obrador, pero que han actuado con cautela y buscan no mostrarse abiertamente partidarios del tabasqueño, hasta que inicie el proceso electoral de 2018. Saben que si se adelantan a los tiempos políticos, van a sufrir la represión del tricolor.
Lo interesante de todo este asunto es que el PRI y el gobierno de Peña Nieto solamente tienen estas actitudes furibundas contra los que desertan hacia Morena, pero no con el PAN, en donde ocurre lo contrario: son solapados los priistas que se ponen a colaborar con la derecha.
Ejemplo de lo anterior, para el caso de Puebla, son Fernando Morales –quien es funcionario del gobierno del estado– y Silvia Tanús Osorio –la líder de la fracción priista en el Congreso local–, quienes abiertamente han trabajado a favor de los intereses de Rafael Moreno Valle Rosas y el PRI la mayor parte del tiempo, sobre todo en el sexenio anterior, no se fijó en dichas traiciones.