Viernes, abril 26, 2024

Para Julio Mayo el fotoperiodismo ha muerto; hay cámaras, no fotógrafos, dice

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“La profesión del fotoperiodista ha muerto”, dijo de manera tajante Julio Souza Fernández (Coruña, España, 18 de octubre de 1917), uno de los cinco hermanos Mayo que durante el siglo XX se dedicaron a captar, con una “pequeña cámara Leica que cabía abajo del brazo y se ocultaba con el saco”, los momentos de guerra y opresión, de cambios políticos, sociales, tecnológicos y económicos, primero en España y después en México.

Además de asegurar que la profesión ha muerto, el fotoperiodista señala que, incluso, de vivir Daguerre y Lumiére, dos personajes clave en el arte de captar imágenes en el siglo XIX, “seguro morirían de nuevo”.

De visita en el Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos (MNFM) para escuchar a su amigo, el investigador John Mraz, quien habló sobre el legado y la estética de los Mayo, Julio explica que la profesión ha terminado por una sencilla razón: porque 95 por ciento del trabajo del fotoperiodista reside en el laboratorio.

“Hoy no hay fotógrafos, hay muchas cámaras. Lo aseguro y que me cojan si no”, señaló con ademanes agitados y una voz con debilitado acento español.

Lo que hay, continuó el menor de los hermanos Souza Fernández, es un gusto por agarrar la cámara sin que se sepa lo que sucede con la fotografía a profundidad.

“No saben de qué se compone, porque la fotografía no es solo luz o sol. El fotógrafo tiene que saber de óptica y de química, y ahora no hay alguno que lo sepa.

“Antes sabíamos que había cinco papeles: uno suave para un contraste leve, otro para un contraste suave, otro para un contraste medio, otro más para uno alto y otro para un contraste muy alto.

“Sabíamos de los baños, de los reveladores, de las películas y del papel”, indicó Julio, hermano de Paco (1911–1949) y de Cándido (1922–1984), y amigo de Faustino (1913–1996) y Pablo del Castillo Cubillo (1922), con quienes fundó el colectivo.

Consideró que si bien es bueno que las personas tengan acceso a una cámara –incluso la del teléfono celular– es claro que hasta quienes tienen las mejores no se preocupan ni siquiera por imprimir sus fotografías.

“Yo soy reportero gráfico. Soy de otro mundo, de otra época, de algo que pasó ayer”, expresa Julio Mayo, presente y sin nostalgia, mientras sostiene en sus manos una imaginaria cámara fotográfica.

Agrega que esa extinción de fotoperiodistas “clásicos” no puede pararse, pero que toca a los periódicos seguir con este modelo de trabajo y publicar las imágenes que han pasado por el laboratorio.

A sus 98 años, Julio Mayo reflexiona sobre las tareas del fotoperiodista, su andar en las calles y el poco reconocimiento que reciben por su trabajo, ya que incluso sus imágenes se quedan en el anonimato exentas del derecho de autor.

“Los derechos de autor en México no existen, aunque se ha luchado incansablemente para que se cumplan no hay respeto por la autenticidad de la fotografía”, dijo Julio, el autor de aquella mítica fotografía sobre la visita a México de la actriz y cantante estadunidense Marilyn Monroe, en donde quedó evidenciado que no llevaba ropa interior.

“Todos tenemos una misión y una forma de trabajo. Yo la única facilidad que tengo es hacer fotografías: por mí habla la cámara”, afirmó con una sonrisa iluminado por el flash de las cámaras digitales.

Necesario, reconocer la

estética filosófica de los Mayo

 

El historiador de la imagen Jonh Mraz ofreció una conferencia en el MNFM en el marco de la exposición “Los braceros vistos por los hermanos Mayo”, misma que se exhibirá hasta el próximo 5 de mayo en el edificio principal del museo.

Los hermanos Mayo, explicó el investigador, tienen su origen en España y son provenientes de dos familias de Madrid. Fue en dicho país en donde tomaron “su nombre de guerra” en los años 30, como una expresión de su posición política durante los agitados días previos a la Guerra Civil española.

“Lucharon en esa guerra con sus cámaras y sus armas y, cuando fueron derrotados cruzaron con otros 500 mil. En su caso, revolucionaron el fotoperiodismo de manera tecnológica con la introducción de la cámara de 35 milímetros y los lentes de telefoto; y también de forma política, a través de su compromiso con la democracia y la clase obrera”.

Allá, en España, “nació la fotografía de los Mayo”, sostuvo Mraz, a la par que nació “el fotoperiodismo ligero, con cámaras ligeras, con fotógrafos en el centro de la acción y del encuadre, con compromiso político y con imágenes como expresión de autor; algo que no existió ni en la Primera Guerra Mundial ni en la Revolución Mexicana.

“Los Mayo nacieron en dicha efervescencia del fotoperiodismo”, afirmó el autor del libro México en sus imágenes.

A México, expuso, llegaron para constituir la principal memoria gráfica del país desde 1939 haciendo “una foto sensible y estética”, una de ellas, aquella hecha por Paco desde un avión, cuando tomó a los presos políticos desde el aire, con quienes se coordinó para documentar “su capacidad de impugnación” haciendo la “estrella de prisioneros”, fotografía icónica que abre la exposición.

Sus fotografías, ahondó Mraz, son las primeras expresiones de una estética existencialista. “La aristocracia fotográfica mexicana no ha sido justa con los Mayo, su estética filosófica no ha recibido el reconocimiento que se merecen”, sentenció.

El fondo de los Mayo se integra por 5 millones de negativos, todos ellos resguardados en el Archivo General de la Nación, que los adquirió desde 1982. “El valor der acervo no solo es por su cantidad, sino por su catalogación que ha sido toda una enorme proeza, ya que hay hasta 400 negativos en un solo sobre”.

John Mraz expuso que analizar el trabajo de Julio, Paco, Cándido, Faustino y Pablo permite conocer las formas de fotoperiodismo que hicieron, el cual fue amplio y variado, respondiendo a su oficio de “diaristas”, es decir, de fotoreporteros de la nota diaria para los periódicos en los cuales trabajaron, o de “revisteros”, género que les permitía hacer ensayos fotográficos completos.

También, continuó el investigador de la UAP, los Mayo hicieron otro tipo de fotografías: aquéllas con tinte documentalista, más personal y de la cual existen medio millón de negativos, en particular sobre la ciudad, así como el conjunto de imágenes “irrelevantes e irreverentes para el periodismo” pero referentes de la realidad.

Para concluir, mencionó el autor de “Fotografiar la Revolución Mexicana: compromisos e íconos”, que ante todo los Mayo trajeron de España su “interés por la democracia”, que se reflejó en su fotoperiodismo lleno de movimientos en el encuadre y adelantos técnicos, como traer rollos de 30 o 40 exposiciones en su ligera cámara Leica y sus telefotos.

“Utilizaron variedad de estrategias: contrapicadas para dignificar y dar poder; picadas para atrapar; planas para realizar una construcción y un juego, y metáforas, como el acto mismo de tomar una fotografía, haciendo una metafoto”, concluyó el también curador.

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