Viernes, abril 26, 2024

La misión del juez ante la ley injusta

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William Shakespeare, autor de El Mercader de Venecia, se refiere en uno de sus pasajes a aquél mercader veneciano de nombre Antonio que no pudo pagar un pagaré al judío Shylock y éste reclamó al juez Porcia se cumpliera con lo estipulado
William Shakespeare, autor de El Mercader de Venecia, se refiere en uno de sus pasajes a aquél mercader veneciano de nombre Antonio que no pudo pagar un pagaré al judío Shylock y éste reclamó al juez Porcia se cumpliera con lo estipulado

Para Jacqueline Meza viveros.

Con mi afecto indeclinable.

 

Roberto Reinoso Dávila, ex juez penal, ex magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Sonora, ex rector de la Universidad del mismo estado, ex presidente fundador del Tribunal Electoral del Estado, medalla al mérito criminológico “Dr. Alfonso Quiroz Quarón”, miembro fundador del Consejo del Poder Judicial del Estado, maestro emérito y decano de la Escuela de Derecho de aquel Estado, es autor del libro cuyo título lleva esta entrega para mis jóvenes lectores. Considero relevante dedicar parte de la impronta de Reinoso Dávila quien nos dice que el juez no es un esclavo de la ley; este es sólo uno de los instrumentos para hacer justicia. Recuerden que en el artículo “El alma de la Toga”, de Andrés Osorio, citamos uno de tantos consejos del caballero andante a Sancho al recomendarle que, cuando encuentre en pugna la ley y la justicia, se incline por la justicia.

El autor del libro que aquí se comenta analiza la postura que el juez tiene ante una ley injusta, si los procedimientos hermenéuticos no les permiten aplicarla haciendo justicia y difiere de aquellos juristas que opinan que en tal circunstancia deben renunciar al cargo so pena de aplicarla y cometer una injusticia quedando inevitablemente afectados sus fallos.

Se presenta una dicotomía, o renunciar o aplicar la ley. Si se renuncia vendrá un  nuevo juez y entonces se pregunta el autor sonorense ¿ese sí podrá cometer la injusticia de la ley cumpliendo con los ideales del derecho?

Por mi parte considero que el ser humano que ha alcanzado tan alta investidura y tiene la oportunidad de aplicar la ley y con ello hacer justicia desde el punto de vista material o formal, debe en todo tiempo recurrir al contexto y al texto del artículo 17 de nuestra Carta Magna que en sus debates se concentraron los más prístinos y dignos pensamientos del Constituyente Permanente para primar, ante todo el verdadero acceso a la justicia, entonces y con mayor razón después de las reformas constitucionales al artículo 1° de la Carta de Querétaro los valores universales inherentes al ser humano que se traducen en tutela necesaria para desaplicar normas que a su criterio puedan pugnar con la norma suprema mediante, lo que a partir de la décima época de la jurisprudencia conocemos como control difuso de la constitucionalidad para todo juzgador en materia de fuero común y control de la convencionalidad derivada de los tratados internacionales suscritos por el Estado Mexicano,.

En ambos casos en materia de derechos humanos y que de alguna manera vienen a ampliar el concepto de la mal llamada, a mi parecer “Supremacía” Constitucional. En efecto el eximio jurista y magistrado Alfredo Mendoza García recientemente me comentaba que no podemos seguir viendo esta tesis con una visión kantiana, ergo piramidal, cuando la metamorfosis de infinidad de instituciones y conceptos jurídicos se ha ido dando, por supuesto en favor del justiciable. Entonces, el juez de acuerdo a su facultad de justipreciación plena habrá de enfrentarse al dilema de aplicar la ley a rajatabla por muy injusta que sea o por el contrario, permitir el verdadero acceso a la justicia y así nos dice el autor “… pues es sólo la verdad…” y yo agrego  (las circunstancias del caso así como de los protagonistas sobre la que se puede apoyar una sentencia justa) la respuesta está en ustedes señores jueces.

 

¿Sabías qué?

 

William Shakespeare, autor de El Mercader de Venecia, se refiere en uno de sus pasajes a aquél mercader veneciano de nombre Antonio que no pudo pagar un pagaré al judío Shylock y éste reclamó al juez Porcia se cumpliera con lo estipulado, de acuerdo con la ley de autorizar le cortara una libra de carne cerca del corazón del mercader. El juez Porcia sentenció: “Podeis cortar esa carne de su pecho. La ley lo permite y el tribunal os lo autoriza… pero si al cortarla te ocurre verter una sola gota de sangre cristiana, mueres y tus tierras y tus bienes serán confiscados en beneficio del estado de Venecia”. Automáticamente el judío desistió de su propósito y con dicho fallo judicial se evitó la injusticia.

Ojalá que muy pronto podamos contar en este Estado con muchos Porcias que, frente a una ley injusta, tengan la capacidad e intelecto para que al aplicar una ley injusta terminen haciendo verdadera justicia.

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