Martes, abril 30, 2024

Tigres contra…

Destacamos

El día del fallecimiento de Osvaldo Batocletti, recio pilar del primer Tigres campeón, su exequipo lo homenajeó clasificándose para la final del Clausura 2019 a expensas del archirrival local Rayados del Monterrey. Concluido el partido, hervía el Volcán de pasión vibratoria, abrazos espontáneos y atronadoras porras, tal como si acabara de ocurrir un suceso memorable. Y la verdad es que no era para tanto. No desde lo puramente futbolístico. No si uno se detiene a pensar por un instante en la falta de correspondencia entre el entusiasmo desbordante que distingue al público regiomontano y el discretísimo desempeño de dos equipos que, francamente, no se lo merecen. Datos duros: ni Tigres ni Monterrey han sido capaces, en toda la liguilla, de marcar más de un gol por partido, ni de pasar del empate global con sus respectivos rivales, incluidos ellos mismos entre sí. Y ofreciendo siempre rendimientos muy por debajo de las expectativas. Y encerrándose ambos atrás una vez conseguido el valioso golecito.

En el partido decisivo, Tigres se aferró al tanto de Guido Pizarro, que acabó en el hospital porque su frentazo a bocajarro, cerrando la pinza a servicio bombeado del chileno Vargas, le costó un golpe en la cabeza con el defensa Vangioni (41’). Antes, Pabón había rematado desde lejos al poste izquierdo de Nahuel en la mayor aproximación de un primer tiempo poco brillante. En el complementario, con tres intervenciones decisivas, el propio Nahuel Guzmán se convertiría en héroe y factor del resultado, preservando ese 1–0 hasta el final. Subsanó el arquero lo que su zaga no contenía –con Salcedo desubicado y golpeador–, aunque ayudara en parte el apresuramiento sin pausa del ataque rayado, con Funes Mori, Pabón y Rodolfo Pizarro atolondrados e imprecisos a la hora buena.

El encuentro de ida ofreció 15 minutos a todo tren, durante los cuales los Rayados tuvieron por lo menos tres claras ocasiones de gol y anotaron en la menos probable, un centro bobo de Pabón que se le coló a Nahuel Guzmán (12’). Hasta Tigres tuvo en ese breve lapso su oportunidad, malograda por un Luis Quiñones tan hiperactivo como caótico. El resto sería un chocar y chocar sin sentido, sazonado por la incapacidad de ambos equipos para ligar tres pases decentes, y la habitual postura ultraconservadora del DT del Monterrey. Total, el antifutbol en pleno –hasta el pésimo estado de la cancha contribuyó–, que increíblemente no fue objeto de repudio por parte del abnegado público norteño, que agotó el boletaje en ambos estadios.

León–América. El del jueves en Querétaro fue el clásico partido de rudos contra técnicos, América incomodó al León cuanto pudo e impuso el estilo fajador con el que tan bien se identifica El Piojo Herrera. Y los verdes le ganaron el juego en un minuto de gracia, el único en el que pudieron recobrar el juego asociado y tocador que los llevó al liderato: el baile a los azulcremas recorrió la cancha desde atrás de la medular, por izquierda, vino y fue durante un buen rato en que exhibieron su vasto repertorio de fintas y sutilezas, hasta que el Chapito proyectó a Sambueza como extremo y el limpio centro del argentino lo remató Macías barriéndose en la boca del gol (64’). Con eso –y la buena actuación de Cota– le bastó al León para cobrar ventaja y colocarse a las puertas de la final.

Es de esperar que dentro de un rato (en mi reloj), cuando los de Coapa devuelvan la visita, el León ratifique su evidente superioridad futbolística sobre el todavía campeón. Aunque tendrá que usar cabeza y toque para sobreponerse al juego trabado y peleón del América.

Batocletti. La primera noticia que tuve de él data de los Panamericanos de 1971, celebrados en Cali, donde Argentina ganó el oro a Colombia con Osvaldo como defensa central. México no mandó equipo y las noticias eran unas cuantas líneas en los diarios. Osvaldo Agustín Batocletti Ronco había nacido en la provincia de San Nicolás de los Arroyos en 1950 por lo que al ocurrir su deceso, el viernes 17, contaba 69 años. Había llegado al profesionalismo bajo contrato con el Rácing de Avellaneda, de donde pasó al Lanús y de éste al Unión de Santa Fe cuando el León lo incorporó a sus filas en 1974. No saldría ya de nuestro país y entre sus deseos expresos, poco antes de morir, estuvo el de una final entre sus dos exequipos mexicanos, la fiera del Bajío y el felino del norte.

Aquel León de Batocletti tenía un porte señorial, acorde con la clase de jugadores como Jorge Albrecht, Luis Estrada y Jorge Davino –cuando el Bato llegó–, y más tarde Manuel Guillén y Walter Daniel Mantegazza, entre otros que sabían muy bien qué hacer con la pelota. Pero sus mayores glorias las alcanzaría enfundado en la casaca auriazul de Tigres, mejor conocido entonces como Universitario de Nuevo León. Batocletti llegó a la Sultana en 1977 y ya no se movería de allí hasta su retiro en 1984, siempre Tigre. Le tocó, pues, levantar la Copa de Campeón de Liga –torneos largos, anuales– en 1977–78 y en 1981–82.

Ambas alineaciones seguramente removerán buenos recuerdos en los nostálgicos, porque se trataba de dos equipos que combinaban pasión y coraje no desprovistos de buena técnica en sus puntales defensivos –el difunto Bato de manera preponderante– con talento creativo y trato exquisito al balón en las piezas clave de medio campo al frente:

Tigres 1977–78: Mateo Bravo; Mario Carrillo, “Chima” Ruiz, Batocletti, Izquierdo; Gadea, Tomás Boy, “Pillo” Herrera; Jerónimo Barbadillo, Mantegazza (Ocampo) y Sergio Orduña.

Tigres 1981–82: Mateo Bravo; Sánchez (Carrillo), Batocletti, Da Silva, Incapié; Boy, Goncálves, Orduña (Valencia); Barbadillo, Bastos y Paco Solís. DT de ambos, Carlos Miloc.

Su carrera como DT. Osvaldo Batocletti solamente dirigió a Tigres en el Apertura 2005, y en cuartos de final supo insuflar en sus jugadores la convicción y el empuje necesarios para revertir un 1–3 adverso que les aplicó el América en el Volcán por un 1–4 en el Azteca que eliminaba a las Águilas y abrió paso a una semifinal contra el Monterrey, que, conforme el reglamento entonces vigente, eliminaría al vecino por posición en la tabla, a pesar del gol de visitante que hizo Tigres (1–2), luego de vencer por la mínima como local.

Su otra incursión como entrenador, con el Querétaro, fue breve y gris, pero el Bato continuaba siendo un símbolo Tigre y para el Clausura 2018 le encomendaron la DT del equipo femenil, al que logró coronar derrotando en penaltis a las Rayadas del Monterrey tras un 4–4 global. Irreversiblemente enfermo y apartado ya del trabajo directo, aún tuvo la satisfacción de que las chicas le dedicaran un segundo título, obtenido días antes de su muerte y, nuevamente, a costillas del Monterrey  femenil, que reincidió como finalista.

Adiós a la F1. Durante la semana, los organizadores del GP de México anunciaron que no han fructificado sus gestiones para incorporar patrocinios nuevos que garanticen la continuidad del evento más allá de este 2019. Por su parte, la empresa que maneja la Fórmula 1 anunció para 2020 el regreso del GP de Holanda, en lo que suena a sustitución directa de la carrera en la capital mexicana.

Como en tantos ámbitos de la vida del país, resulta que el éxito de nuestros pujantes empresarios en realidad descansa en ayudas gubernamentales –del orden de 43 millones de dólares en este caso–, a falta de las cuales sus llamativos logros se vuelvan humo.

Por cierto. La temporada de F 1 está resultando un paseo campestre para Mercedes Benz, cuya superioridad es abrumadora: cinco victorias y otros tantos 1–2. Hamilton ganó en Brunei, China y España; Bottas en Australia y Azerbayán, y cada cual fue escolta de su coequipero en todas las carreras, caracterizadas por la monotonía. La mayor decepción a cargo de Ferrari, que apunta bien pero jamás dispara, mientras al interior de la escudería se preocupan más proteger a Vettel del tácito desafío de Leclec, su veloz y prometedor segundo piloto. Checo Pérez, pese a su sexto puesto en Azebayán y sus 13 puntos tiene demasiados problemas con un auto que no da de sí. Y se mantiene Max Verstappen como la mejor apuesta de futuro y seguro campeón del mundo –por temple, audacia y manejo– en cuanto pase a una escudería capaz de ofrecer lo que su Red Bull por ahora no tiene.

Ada Helgerson. Así se llama una jugadora noruega –rubia, guapa, tiempista fuera de serie y contundente rematadora– que con tres goles y una asistencia condujo al equipo femenil del Lyon a una victoria inobjetable sobre las chicas del Barcelona (4–1), en la final de la Champions de la especialidad, jugada el sábado en Budapest a estadio lleno. Con equipos y jugadoras así, el futbol de damas cuenta con argumentos más que suficientes para convertirse en algo más que un entretenimiento ameno. Todo está en que se les brinde la preparación técnica y el nivel salarial que les permitan dedicarse de tiempo completo a su deporte –la profesionalización tan anhelada–, que por cierto practican con mucha más alegría, limpieza y seriedad que la mayoría de sus pares varones.

Ultimas

Detienen a un hombre por la supuesta destrucción de la propaganda de los candidatos de la oposición

Un hombre identificado como Hilario N. fue detenido este lunes debido a que fue sorprendido cuando destruía propaganda de...
- Anuncios -
- Anuncios -