Viernes, abril 26, 2024

La nueva ola

Si el motor del capitalismo es la constante acumulación de “ganancias” como reza su dogma fundamental, entonces se pueden entender las diferentes etapas históricas del llamado “progreso” de la humanidad, desde las guerras de invasión y despojo de riquezas y territorios hasta las modernas formas, muy sutiles, de explotación de los recursos naturales y del trabajo humano, pasando por las sociedades esclavistas, comerciales e industriales. En cada momento histórico se estableció un modelo de acumulación que funcionó mientras las condiciones sociales y ambientales fueron propicias, hasta agotarse para pasar a otra etapa de adaptación en otro nuevo modelo y así sucesivamente. Aquí cabe entonces preguntarse en qué etapa histórica nos encontramos.

De acuerdo con varios analistas críticos estamos en el momento de transición hacia un nuevo modelo de acumulación capitalista que, como todos los anteriores, busca radicalizar más y más la acumulación. La primera característica del nuevo modelo se ha venido perfilando en las últimas décadas: la explotación de los recursos naturales y el deterioro del medio ambiente, claramente expresada en el calentamiento global, los dueños del capital han desatado una guerra por apropiarse de los pocos bienes que quedan en todo el planeta: guerras por el agua, los hidrocarburos, por los minerales, por el viento, por el sol, por las tierras fértiles, etc.; verdaderas guerras de despojo eufemísticamente llamadas “inversiones de capital para el desarrollo”.

Ahora, con el pretexto de la pandemia, se ha puesto en marcha otra segunda estrategia global destinada a explotar al ser humano al máximo, tanto en su faceta de “trabajador” sustento del sistema, como en su faceta de “consumidor” de las mercancías del sistema. Esto ha surgido con el llamado “teletrabajo”, estrategia surgida en el contexto de una pandemia (evidentemente provocada) y presentada como una medida temporal de emergencia, en esta situación de shock. Ante el pánico y el terror sembrado, la idea pareció una solución, no sólo aceptable, sino deseable: quedarse en casa protegido y aislado y seguir contando con un trabajo y un ingreso en medio del caos y la incertidumbre, apareció una solución ideal, pues además se presentó con la posibilidad de “autogestionar” su tiempo.

Sin embargo, esa nueva modalidad es el primer paso de lo que algunos analistas han llamado el nuevo “taylorismo digital”, una nueva lógica de explotación en la que el trabajo se divide en operaciones sencillas para ser ejecutadas a distancia por diferentes personas aisladas y localizadas en cualquier parte del mundo que cumplen con una tarea específica que encaja en un conjunto de acciones cuyo destino y finalidad ignoran; sólo fabrican una pieza de un complejo rompecabezas que está fuera de su alcance y comprensión. El trabajo digital es lo nuevo, lo moderno, lo científicamente correcto, puesto que estamos en la era de la inteligencia artificial que lo simplifica todo. Al conectarse a una computadora el “teletrabajador” entrega no sólo sus datos profesionales (formación académica, trayectoria laboral, por ejemplo) que permitirán darle seguimiento y “evaluar” su desempeño, sino que también entrega sus datos íntimos (gustos, intereses, empleo del tiempo, relaciones, inquietudes, problemas personales) que alimentan los algoritmos que lo clasifican como trabajador y consumidor en determinados grupos.

En definitiva, es la nueva estrategia para explotar al máximo el trabajo y la capacidad de consumo de la persona, al mismo tiempo que se establece una estrecha vigilancia personal para influir y condicionar su comportamiento social, lo cual es facilitado por el aislamiento que se ha decretado como medida de seguridad. Estamos ante una “nueva ola” de acumulación capitalista. La pregunta es: ¿Cómo no caer en la trampa?

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