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Televisa promueve el retroceso

Por: Horacio Reiba

2012-06-04 04:00:00

Lo que pareciera adecuada cabeza para una nota política sirve también para definir la conducta del monopolio como factor excluyente del futbol nacional, que detenta como cosa propia y no está dispuesto a compartir con nadie. Tal se desprende de lo declarado el jueves por Decio de María, en su última aparición oficial como secretario general de la Femexfut, y primera, si bien oficiosa, como presidente de la Nueva Liga. Entre otras cosas, informó que los clubes mexicanos dejarán de participar en torneos de la Conmebol –léase Copa Libertadores, ya que de la Sudamericana llevamos alejados un par de años. El pretexto es “potenciar” –así dicen ahora– la competencia casera, cuyo triste discurrir convoca a cada vez menos aficionados, in situ o televisor mediante. Luego de enumerar los muchos inconvenientes de la tradicional justa sudamericana –desde los arbitrajes perversos y los viajes maratónicos hasta el traslape de fechas con las emociones de la liguilla–, y confirmar que el ámbito natural del futbol mexicano está en la Concachampions, de tan elevada calidad y segura teleaudiencia, De María avanzó que tal era el sentir de los dueños de equipos, a los que representará en lo sucesivo.

Poco importa que, al día siguiente, José Antonio García se manifestara en contra de la determinación adelantada por Decio. Porque los restantes dueños han preferido mantenerse en silencio, incapaces de levantar la voz contra quien impuso Televisa para gobernar su “nueva liga”, cualquier cosa que esto signifique, puesto que liga no es. Y de nueva va a tener muy poco.

 

Conflicto de intereses

 

El fondo de la cuestión no está, desde luego, en el deseo de impulsar el futuro esplendor de nuestro futbol, liberándolo de distractores externos. Más bien hay que relacionarlo con el contrato que la Conmebol tiene firmado con Fox para la transmisión en exclusiva de los encuentros de la Libertadores, que por lo mismo no representan ingreso alguno para el insaciable apetito de Azcárraga Jean y socios. Si agregamos su justa preocupación ante el descenso vertiginoso de la teleaudiencia cuando de futbol casero se trata, queda integrado un escenario bastante coherente sobre las verdaderas razones detrás de esta huida hacia delante.

Tal renuncia supone regresar las cosas al estado anterior a 1997, cuando nuestro balompié inició su andadura por los caminos de la Copa Libertadores; retroceso de años, que difícilmente podrá revertirse en el futuro, cuando alguien más sensato solicite revisar semejante disparate.

De modo que la Nueva Liga empieza dando un paso en falso que, a la larga, puede ser irreversible.

 

Sin exageraciones, por favor

 

La victoria de la Sub 23 en Toulon desató una de esas euforias aldeanas, con epicentro en los medios, a que tan habituados deberíamos estar a estas alturas. Qué se le va a hacer. Como de costumbre, no hay freno ni medida para la explosión de elogios y la confusión de promesas con realidades. Aun así, y aunque sea tímidamente, conviene recordar que el certamen que anualmente aloja dicha localidad francesa es un torneo de invitación al que usualmente acuden equipos juveniles, no selecciones fogueadas y reforzadas como la que Luis Fernando Tena viene preparando desde hace casi un año para los JJOO de Londres.

Esto fue fácilmente corroborable durante los encuentros de México, que en realidad arrasó de principio a fin; la única salvedad estuvo en la derrota ante Francia, la tarde aquella en que los nuestros perdieron la cabeza mientras a los de casa todo les resultaba a pedir de boca. Y los cinco goles de Marco Fabián –igualando la marca histórica del certamen– se inscriben perfectamente en esa trama donde era insultante la superioridad de un equipo trabajado y curtido sobre entusiastas oncenas amateurs.

Como sea, las posibilidades de México en Londres ante equipos normalmente menos hechos no es de desdeñar. A condición de que se asuma el compromiso olímpico con toda seriedad, desoyendo perniciosos cantos de sirenas.

 

Calcio corrupto

 

El nuevo escándalo por compraventa de partidos en Italia demuestra una vez más la decadencia moral del calcio y, al llover sobre mojado, amenaza consecuencias imprevisibles. Por lo pronto, a las puertas de la Eurocopa, la azzurra es un caos, con varios de sus integrantes expedientados por algo más que sospechas de connivencia con las redes de apuestas –entre ellos su capitán y arquero Gianluigi Buffon–, y el entrenador amenazando con tirar la toalla luego del humillante 0–3 ante Rusia, un equipo de mediano cartel y conocidas limitaciones.

Tal vez el juicio más valedero sea el emitido por Mario Monti, actual presidente del país: me pregunto, dijo el mandatario, si no sería beneficioso parar el calcio durante dos o tres años.

 

México–Brasil

 

Vamos a pasar piadoso velo sobre la mojiganga del jueves en Chicago, con el Chicharito cazando a bocajarro el gol más llanero del siglo, gracias al cual pudo el Tri despachar con victoria de 2–1 el trámite ante los turistas de Bosnia–Herzegovina. Ayer, en Arlington, México y Brasil se medían por enésima vez, y los resortes de la memoria reaccionaron con presteza. Con ningún otro país –ni siquiera de la Concacaf– han sostenido los Verdes más partidos ni, obviamente, cosechado más derrotas. Pero como el masoquismo no es mi fuerte, permítaseme traer a cuentas cinco victorias que son, en el recuerdo, otras tantas explosiones de alegría.

La que más, aquel 1–2 del 4 de noviembre de 1968 en Maracaná, con Pelé jugando los 90 minutos. Precisamente O’Rei se inventó el penal que Carlos Alberto depositó en el marcador venciendo a Toño Mota para igualar temporalmente los cartones, pues ya Isidoro Díaz había marcado un golazo pateando con efecto desde 30 metros al ángulo derecho de Félix. El tanto ganador lo clavó el valsequillense Javier Fragoso, a los 75’, servido por Enrique Borja. Enrique había marcado, ese verano, en el Azteca, los goles de la primera victoria mexicana sobre su habitual verdugo brasileño una lluviosa noche de julio (otro 2–1, el 10.07.68).

Está además, también en el DF, aquella final de la Copa Confederaciones del 99, un 4–3 tan humillante que sirvió para alejar del scratch a Dida y Vampeta mientras consagraba poco menos que héroes nacionales a Cuauhtémoc Blanco y Miguel Zepeda, autor éste de un doblete que no evitó su pronta declinación como jugador.

Y ya en este siglo y en Copa América, el 1–0 de Colombia 2001, concretado por Borgetti, y el 2–0 de Venezuela 2007, con un gol de fantasía de Nery Castillo, que gambeteó como brasileño a los centrales para abrirle camino a un claro triunfo sobre el futuro campeón de dicha justa.

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