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¿Cabe hablar de un "mejor futbolista de la historia"?

Por: Horacio Reiba

2012-03-12 04:00:00

 

Di Stéfano, Pelé, Maradona. Ese es el nivel en que se ubica ya Lionel Andrés Messi, claramente arriba de los ocupantes del siguiente escalón, llámense Negro Andrade, Charro Moreno, Mané Garrincha, Bobby Charlton, Beckenbauer, Cruyff, Platini, Romario, Ronaldo, Zidane o quien el arrobado lector guste incluir en tan exclusiva lista. Ya lo estaba antes de los cinco goles depositados el martes en la meta de Bernd Leno, el abnegado arquero del Bayer Leverkusen, durante la eliminatoria de octavos más dispar en la historia de la Champions (7–1 en Camp Nou y 10–2 global).  ¿Qué le queda por demostrar a este hombre de un metro 69, que como el genio de la lámpara se convierte en humo al filtrarse entre defensas predispuestas a anularlo, y una vez dada a cada jugada su ineluctable destino –el suyo propio, el que un instante antes no adivinaba nadie– sonríe con timidez a las abrazos y luego se comporta ante los micrófonos como quinceañero susurrante? ¿Más Copas de Europa? ¿Continuar coleccionando las firmas de sus compañeros en esos balones que mandó a la red tres o más veces en un partido? ¿Conducir hasta el pináculo más alto a su selección, como lo ha hecho hasta la saciedad con el Barcelona?

Nadie en su sano juicio se atreve a predecirlo. Pero con lo realizado hasta aquí tiene para provocar comentarios como el de Michael Owen, aquel 9 inglés que, por cierto, hizo alguna vez de Argentina su cliente predilecto. “No soy lo suficientemente viejo para haber visto jugar a algunos de los mejores –se lee en su Twitter–, pero no creo que nadie haya jugado al futbol tan bien como Messi”.

 

¿Pregunta retórica?

 

Cuesta refrenar el entusiasmo ante tamaña exhibición de grandeza, aunque en el fondo, preguntarse quién ha sido el mejor tiene poco sentido. Y cuando los contemporáneos –sobre todo los más jóvenes– se inclinan por lo inmediato, lo que priva es el interés egoísta del “yo estuve ahí”, “esto no me lo contaron”, “lo vi con mis propios ojos” o, como expresara Owen mejor que nadie, “no creo que nadie haya jugado mejor”.

Como toda la vida, explotar de gozo es mil veces más fácil que analizar. Y 100 mil veces más placentero.

 

Nombres plenos, palabras vanas

 

También entre los cracks existe una tipología. Por principio, para ganarse un reconocimiento generalizado hay que jugar determinadas posiciones. Si uno repasa las antologías más selectas comprobará que en ellas nunca encontraron espacio defensores ni guardametas –aun los mejores quedan fuera–, y en cambio campean a sus anchas dieces y nueves: armadores eximios y goleadores implacables; con un apartado especial para extremos preferentemente irresponsables y anómalos, tipo Garrincha o Georgie Best.

Ahora bien, un análisis más fino revelará la existencia de otra subdivisión, no dependiente tanto de la posición en el campo como de la dotación de dones: la sutil diferencia entre el conductor genial, el solista virtuoso y el hombre orquesta. Didí, Charlton, Gerson, Beckenbauer, Bochini, Platini, Valderrama o Zidane pertenecerían a la primera categoría; Puskas, Garrincha, Best, Romario y Cristiano a la segunda; Di Stéfano, Cruyff y Maradona son mis favoritos para encabezar la tercera, ¿Y tal vez sea Lío Messi quien acompañe un día a Pelé como el otro superdotado que supo cubrir a cabalidad todas las funciones enunciadas? No se trataría solamente de saber moverse con propiedad por cualquier rincón de la cancha, sino de dominar como nadie a la redonda –en espacio y tiempo, y además con autoridad de líder incuestionable–, el posicionamiento exacto, la reacción inesperada, el drible en corto y en largo, en espacios abiertos y en las zonas minadas, el pique y el freno, los cambios súbitos de perfil, el toque preciso, el remate exacto, la sabia administración del ritmo, la capacidad para defender y atacar, el dominio virtuoso de las alturas, del juego de cabeza, a la conducción a ras del piso, un lenguaje corporal nítido para el compañero, indescifrable para el contrario... todo eso y más.

Tan rico, tan fantástico es el futbol que no hay vocabulario que alcance a abarcarlo.

 

Tres de Neymar

 

Esa misma noche, mientras repercutía por el mundo la gesta de Messi, de este lado del Atlántico se enfrentaban los dos últimos monarcas de la Libertadores, Santos e Inter de Porto Alegre, en partido del G–1. Máxima excitación en Vila Belmiro. Y exhibición magistral de Neymar, que tomó el destino del match por su exclusiva cuenta. Primero de penal (17’) y, ya en la segunda mitad, filtrándose dos veces entre la tupida defensiva gaúcha –a puro juego de cintura y toque corto, entreverando pespunte, bicicleta y quiebres encadenados a velocidad–, para concluir con sendos toques sutiles por encima del cuerpo de Muriel, otro guardameta llamado irremediablemente al sacrificio.

Tan asombrosa exhibición dejó a la gente cavilando: si no hubiese ya un Messi, qué mejor candidato a rey absoluto que Neymar, el pájaro loco del Santos, que esa noche bailó por 3–1 al Internacional y dejó temblando de alegría al estadio al que tanta gloria regalara Pelé.

 

Variadas sorpresas

 

Nunca un equipo de Chipre, isla pequeñísima, había pasado a cuartos de final de la Champions, pero el martes, APOEL estrenó la desierta casilla. Fue a expensas del Olympique de Lyon y en medio de la emoción de un desempate por penales, luego que cada quien venciera 1–0 en su estadio. Chiotis, un arquero de 34 años, fue el héroe chipriota al contener los lanzamientos de Lacazette y Bastos. Gracias a sus paradas y al esfuerzo de todo el equipo, todo Chipre vivió su noche soñada. Misma que el Arsenal –la víspera, en Londres– había sido incapaz de proporcionar a los suyos, luego de aventajar en el primer tiempo por 3–0 al Milán, con lo que casi anulaba la goleada sufrida en San Siro (4–0). No pasaron de ahí, y fueron los rojinegros quienes se calificaron a cuartos.

Al día siguiente, en Old Trafford, el Athlétic de Bilbao (octavos de la Europa League), puso más piedras en el camino del ManU. De poco les sirvió a los red devils el quiebre y remate del Chicharito, rechazado en corto por Iraizoz para que Rooney abriera el marcador, pues el mareante toque de los de Bielsa y los goles de Llorente, De Marcos (en fuera de juego) y el juvenil Muniain inclinarían el partido en favor de los Leones vascos, superiores por posesión, descaro y frescura al anquilosado 11 inglés. Cuyos coterráneos del City sucumbieron en Lisboa por culpa de un taconazo del brasileño del Sporting Xandao.

 

Los límites del Puebla

 

El sábado, en Torreón, la franja volvió a mostrar claramente sus muchas carencias como plantel en el transcurso de un partido que dominó tácticamente y sin embargo perdió por 3–1, y ahora sin paliativos ni colmilladas de por medio. Aunque sí con la abierta colaboración, en el segundo tiempo, de portero y defensores propios, completamente desarbolados por un ex poblano, Hérculez Gómez, que en cuanto puso la quinta velocidad dejó hablando sola a la lenta zaga albiazul.

Por otro lado, la indolencia y abandono de algunos de los integrantes del equipo llevan a la pregunta de si no se estará produciendo ya algún movimiento de vestidor en perjuicio de Juan Carlos Osorio, una vez abierta la cacería del técnico por una directiva que la semana anterior lo llamó a cuentas ¡citándolo en el DF! Pues así se las gasta Ricardo Henaine, mandamás en turno del infortunado equipo local.  

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