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Kisteil y la resistencia

Por: Israel León O’farrill

2012-11-08 04:00:00

Desde que tengo uso de razón conozco la palabra Cisteil (o Kisteil, como se le denomina el día de hoy), nombre de un pequeño lugar en el municipio de Yaxcabá en Yucatán, muy cerca del poblado de Sotuta. Ambos lugares son importantes en la historia regional, pues representan la resistencia indígena a la dominación española y mestiza. Primero Sotuta, pues ahí se celebra a Nachí Cocom, uno de los señores más importantes de las etnias mayas de la región y que en 1541 organizó la última defensa ante los conquistadores españoles. En segundo lugar, Kisteil, pues en 1761 un rebelde maya conocido como Jacinto Canek se rebeló contra las autoridades españolas en un movimiento que de acuerdo a Pedro Bracamonte y Sosa, especialista en la rebelión, sería nativista, pues buscaba el destierro de todos los españoles y la refundación del glorioso pasado indígena de los mayas peninsulares. Los dos movimientos serían a su vez antecedente importante para un conflicto armado de gran envergadura en el que se enfrentaron los indígenas mayas por un lado, y todo el mundo restante por el otro en lo que se ha llamado la Guerra de Castas, que duró desde 1847, hasta 1907. La península de Yucatán ha sido un territorio como se ve, de resistencia hacia una dominación espuria y que se extiende hasta el día de hoy.

Afirmo lo anterior pues al estar con los habitantes de Kisteil hace unas semanas para la entrega del premio Jacinto Canek al mérito ciudadano, escuché palabras de descontento y protesta por la situación precaria en la que viven. Primero que nada, hay que afirmar que su identidad indígena dista mucho de estar acabada o “domesticada”; no es de extrañar que al entrevistarlos, me solicitaron hablar en su lengua, –el maya yucateco–, pues decían que sí hablaban castellano, pero que en ese idioma no se podían “expresar”… Y al conocer la traducción de las entrevistas que amablemente realizó Cessia Chuc Uc –maya hablante y profesora de la Universidad Autónoma de Campeche–, me percaté no sólo de su profundo sentimiento de resentimiento por siglos y siglos de dominación externa, sino también de la verdad que entrañaba el hecho de que no pudieran expresarse del todo en una lengua que finalmente les resulta exógena, extraña. Como ejemplo, nos da cuenta Cessia de una frase sumamente emotiva y poco usual en una conversación cotidiana: “peech’ óolal” que según su traducción sustentada en la intención del hablante quería decir que su “ser fue pisoteado”. Curiosamente en el diccionario Cordemex de Alfredo Barrera Vázquez la palabra “peech’” alude a lo aplastado; en cuanto a óolal, dependiendo de su conjugación bien puede significar ánimo, pasión, felicidad… ánimo sería el correcto para Gabriel Luis Bourdain, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Para el informante, su ser fue aplastado por los españoles; por supuesto entiendo que al referirse a lo “español”, no se refiere exclusivamente a los españoles históricos, sino que habla de todos aquellas personas que no son mayas y de las que lo único que han recibido desde hace siglos es opresión y abuso. De hecho, uno de los fundadores del pueblo –que fuera destruido en 1762 y reconstruido en los años sesenta del siglo XX– comenta que ellos construyeron la plaza principal y que ahora esperan a que la Comisión Federal de la Electricidad les instale el servicio, pues no lo tienen. Sin embargo, dice que no volverá a firmar un acuerdo más –ya ha firmado tres– con la compañía y el municipio, pues sólo los han utilizado para justificar campañas políticas y grupos en el poder. Elocuentemente ellos comentan “…si así como los españoles nos están chingando también nosotros los podemos chingar”. ¿Extrañan esas palabras?

La palabra Kisteil se imbrica directamente con el concepto de resistencia de manera viva en el discurso de los habitantes del pueblo, los que lo reconstruyeron junto con su identidad. Para muchos resultará extraña semejante perorata focalizada en una manifestación con conceptos aparentemente caducos; los habrá que incluso califiquen a los habitantes del pueblo como “revoltosos, revolucionarios, rebeldes” en un esfuerzo por cerrar los ojos a realidades ajenas a la propia. Es un hecho que los habitantes del pueblo de Kisteil se encuentran en condiciones de indefensión ante la ferocidad de las políticas económicas y sociales de un sistema que poco se ha interesado en su realidad. No hay energía eléctrica como ha quedado patente; no hay drenaje y apenas si llegan a tener un par de contendores de agua que se alimentan de un pozo –de hecho, me comentaron que defecan en cualquier sitio–; mucho menos créditos o apoyos al campo. Uno de los habitantes del pueblo que afirmó dedicarse a la milpa, comentó que no tienen sistema de riego, que trabajan el cultivo de temporal. Por lo mismo, dependen de los elementos; en esta ocasión no llovió en el momento adecuado y perdieron la mitad de la cosecha, lo que para ellos en verdad es un drama. Mientras convivía con ellos, recordaba constantemente frases y slogans de campañas políticas, todos hueros y sin fundamento. Nuestro país no es mucho mejor de lo que era hace unos cuarenta años, al menos así lo piensan los habitantes de este pueblo, tan marcado por la derrota social como por la resistencia cotidiana. Quizá también nuestro ser, como nuestro ánimo, han sido cruelmente pisoteados y no nos hemos dado cuenta... ¡qué pena!

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