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Debate mediatizado

Por: Israel León O’farrill

2012-05-03 04:00:00

Controversia es lo que ha rodeado la decisión de Ricardo Salinas Pliego, dueño y director general de la TV Azteca –y muchas otras empresas entre las que se encuentra Elektra– de no transmitir en los canales de su televisora el debate entre candidatos a la presidencia que se llevará a cabo el próximo domingo en punto de las ocho de la noche; en su lugar, TV Azteca transmitirá el partido de la liguilla entre Monarcas Morelia –del que ellos son dueños– y Tigres de la UANL. Controversia por cierto, que para unos gravita en torno a si nuestra democracia ha de sustentarse en la libertad que tenga el individuo de ver lo que le parezca; para otros, en torno a si el IFE tendría que torcer la mano de la televisora y obligarla a transmitir un acto de tal magnitud –me refiero al debate– pues es de primordial importancia para el país. Aparentemente ambas posturas están en lo correcto; no obstante, dicha dicotomía no es del todo correcta cuando se piensa el asunto dos veces.

Existen ciertos parámetros que nos rigen, que regulan el quehacer de las personas y de las instituciones, en algo que se ha llamado el Estado de Derecho. Se pueden equivocar, sí; pero en esencia, las alternativas resultan sumamente costosas para una nación como la nuestra: anarquía y dictadura. Nuestra todavía incipiente democracia que se sustenta en semejantes reglamentos y leyes adolece de un elemento fundamental sin el cual las democracias no pueden funcionar: lo moral, soportado en un deber ser que no ha de estar escrito en ninguna ley o reglamento, sino que ha de estar instalado en el mapa genético del individuo en una suerte de cromosoma social. Eso, usualmente nos lo enseñan en casa y recibe numerosos nombres, desde el sentido de la “decencia”, pasando por el “compromiso” hasta llegar al coloquial “tener tantita madre”. En nuestro país los excesos son la norma y la regla el desparpajo y el agandalle. Salinas Pliego se acomoda perfectamente en esta categoría, pues sólo basta recordar su asalto al Canal 40. El sentido de lo moral, según él, está supeditado a los ratings, su bolsillo y sus sórdidas negociaciones con el poder y los poderosos.

Más allá del maldito partido de la liguilla y su transmisión –no olvidemos que Televisa no cedió su mejor canal y en el dos pasará el bodrio insultante de Pequeños Gigantes a la misma hora– lo que está en discusión es la innegable participación mediática en la contienda electoral y que, sutilmente, está superando aquella campaña negativa en la elección de 2006. De acuerdo a un interesante artículo de John Ackerman en Proceso (1851), las televisoras se habrían sumado a un juego de silencios con respecto a la campaña electoral y ante la desinformación se beneficiaría el voto duro de los partidos políticos… quien tiene un voto cautivo mayor es el PRI. De ahí que se diga que ambas televisoras apoyan la campaña de Peña Nieto. Sin embargo, y jugando un poco a la idea de las conspiraciones, habría que ver que ahora también le entran las distribuidoras de cine al juego político. En efecto, subrepticiamente sale de los cines la película Días de Gracia, de Everardo Gout, película mexicana nominada a 15 Arieles, que exhibe de manera inteligente la corrupción en nuestro país y su relación con el futbol –el caso que nos ocupa es un excelente ejemplo– pues es en esos momentos que el país vive “días u horas de gracia” donde todo es posible. Al parecer al poder no le gustó y las distribuidoras tuvieron en Avengers un excelente pretexto para ocupar las salas pues habría de ser un éxito impresionante de taquilla; así y todo, Cristiada no ha desaparecido de las salas cinematográficas pese a que presenta una versión parcial de la historia claramente católico –recordemos que el PRI y PAN fueron los artífices de las reformas al Artículo 24 constitucional–; ya no digamos el inusitado éxito del documental De Panzazo cuando apenas si dio una muestra del problema educativo y más bien se dirigió al desprestigio de la teacher como un clavo más del ataúd en donde se colocó su alianza con el Revolucionario y su copetudo candidato.

Salinas Pliego hace evidente la activa relación que hay entre los medios de comunicación, el poder y los organismos sociales como el IFE: una donde los últimos se encuentran subordinados a los primeros  o atado de manos, sólo con la posibilidad de hacer declaraciones. No se trata de que se prohíba la transmisión de un partido de futbol o un programa de concursos, sino del compromiso que tiene una televisora y un empresario con los intereses de la sociedad a la que se debe ¡Vamos, ni siquiera deberían cuestionárselo! Los espacios de crítica y debate serio para analizar la campaña enCanal Once y MVS en la revista noticiosa con Carmen Aristegui son honrosas excepciones. No es que el debate nos vaya a dar muchas respuestas; al contrario, es probable que haga que constatemos la pobreza argumentativa, de carácter y de improvisación de varios de los candidatos. Pero eso es culpa de los ellos, no de nuestra democracia. Verlo es entrar en una comunión democrática que bien puede ayudarnos a tomar decisiones más razonadas en las urnas el 1 de julio de este año. Salinas Pliego hizo bien al negarse a transmitir el debate, lo mismo que contestar a sus detractores enTwitter con sorna y burla, pues nos mostró su verdadera faz: la de un personaje activo que medra en esos  “días de gracia”…  ¡qué pena!

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