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Cada quien su democracia

Por: Juvenal González González

2012-07-19 20:48:50

 

Nunca olviden que todo lo que hizo Hitler en Alemania era legal.

 Martin Luther King

 

Con verdadero gusto y gran emoción celebro al lado de mis compañeros y amigos mi incorporación a La Jornada de Oriente. En tiempos donde la libre expresión de las ideas es acosada por la intolerancia y la cerrazón, es necesario defender y ampliar los espacios donde el periodismo se ejerce con ética y libertad.

La realidad es solo una, las interpretaciones no. Por ello, no extraña que frente a las elecciones del 1 de julio las opiniones se bifurquen. Por un lado se alinean quienes basan su juicio en los aspectos formales del proceso: la participación ciudadana; la correcta instalación, apertura y cierre de casillas; el cumplimiento en tiempo y forma de los procedimientos que le marca la ley, et al.

De acuerdo con esa visión, el sistema electoral está hecho a prueba de fraudes y la conducta de sus autoridades es ejemplar e incorruptible, rayando en lo idílico. Ellos vivieron la jornada electoral como una “gran fiesta democrática” y exigen que sus resultados sean reconocidos y aceptados por tirios y troyanos, so pena de ser flagelados con el látigo del desprecio social y una que otra cosita mediática.

En la cancha contraria juegan quienes juzgan el proceso electoral desde sus prolegómenos y, sobre todo, por su apego a los principios constitucionales de libertad, justicia, autenticidad, imparcialidad, legalidad, equidad, certeza y transparencia, para que los resultados además de ser legales sean también legítimos.

Y ahí es donde la puerca tuerce el rabo, las anchas avenidas democráticas se tornan fangosas veredas de tránsito lento y sinuoso. Sobre todo en países como el nuestro: pobre, con baja escolaridad, desinformado, despolitizado, sin cultura democrática y un grueso historial de ilegalidad, autoritarismo y corrupción.

En sentido estricto ambos bandos están en su derecho, pero lo cierto es que aún no hay ningún “presidente electo”, ya que corresponde al Tribunal Electoral calificar la elección y hacer la declaratoria y entrega de la constancia respectiva lo que, de acuerdo con propia la ley, podría ocurrir hasta el 6 de septiembre, una vez que haya analizado la documentación correspondiente y realizado las averiguaciones pertinentes.

En consecuencia, se equivocan quienes adelantan juicios respecto al resultado final de la elección. Más aun, quienes descalifican a los que con la ley en una mano y las pruebas en la otra ejercen su legítimo derecho a poner en duda la constitucionalidad del proceso electoral. O sea que no es, como dice mi buen amigo Raúl Moreno Wonche, un simple derecho al pataleo.

Coincido en celebrar que los electores hayan puesto al PAN en el lugar que históricamente le corresponde, pero afirmar que la derecha salió derrotada me parece un exceso. Ya hay noticias y hechos que son buenas pistas para saber de qué va la cosa, como la presentación del general colombiano Óscar Naranjo como asesor en materia de seguridad y el nombramiento Emilio Azcárraga Jr. como copresidente de Iusacell, por ejemplo.

Las próximas semanas serán candentes, llenas de emociones y sorpresas como en el circo. Habrá fieras y domadores, trapecistas con y sin red, amazonas con y sin caballo, malabaristas, equilibristas, magos, osos, halcones, palomas, perros, changos y, por supuesto, hartos enanos y payasos.

El papel de la tremenda corte electoral en esta función es todo un misterio. El huarachazo de su presidente, Arturo Luna Ramos, en el sentido de que el ganar “haiga sido como haiga sido” ya sentó jurisprudencia y casi rango constitucional, no es para nada un buen augurio, pero hay otros magistrados que sí saben de constitucionalismo y que prefieren leer a ver tele.

No olvidar que la pasada elección de Morelia se anuló porque un boxeador portaba un logotipo del PRI en los calzones y eso, argumentaron, “pudo haber cambiado la opinión de los votantes”. Pronto sabremos si esa decisión correspondió a un estricto y celoso apego a la legalidad o simplemente cumplieron un capricho de Calderón y su hermanita Cocoa.

¡Hagan sus apuestas, señores!

Cheiser:Votar mal o no votar suele pagarse muy caro. Es cierto que todos los políticos son iguales pero hay unos más iguales que otros. Bastaron unas cuantas semanas para que el franquista Mariano Rajoy encendiera la verdadera “furia española” al cargar el peso de la crisis, provocada por los especuladores financieros de dentro y fuera de España, en las espaldas de los trabajadores y los jodidos. Para que aprendan a no equivocarse.

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