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Apocalipsis y sordera

Por: Israel León O’farrill

2012-12-27 04:00:00

El pasado 21 de diciembre no ocurrió nada espectacular: ni catástrofes, ni crisis económicas, ni guerras, ni desastres naturales… los cuatro del Apocalipsis no cabalgaron esparciendo terror y desesperanza. Bueno, mal por los ingenuotes que creyeron la patraña de las supuestas profecías mayas; bien por los que se beneficiaron de la derrama económica que dejó el morbo provocado por las apocalípticas previsiones e impulsó a esa panda de masturbados mentales a pasar “el fin del mundo” cerca o dentro de cualquier zona arqueológica. Y si no, bueno, al menos podrían empaparse de toda la “energía maya” que se difundiría en un día tan especial. Fruslerías sin sentido, no cabe duda.

Pese a todo, ese día sí sucedió algo importante y que para la mayoría de la gente pasó desapercibido, al menos para las televisoras oficiales que no enviaron personal a hacer reportajes especiales in situ: El Ejército Zapatista de Liberación Nacional hizo una nueva aparición pública manifestando que siguen ahí. Después de años de estar latentes deciden exhibirse una vez más y marchar por los municipios donde iniciaron en 1994 un movimiento en contra del gobierno federal en uno de los años más fatídicos para nuestro país y sus presidentes, el taumaturgo Carlos Salinas de Gortari y el gris Ernesto Zedillo: secuestros, asesinatos, TLC, el “error de diciembre”… Desde entonces el EZLN ha estado presente en la vida de los chiapanecos y la del país entero. Se ha dicho que el movimiento no es indígena y que hay intereses oscuros detrás de su financiamiento; se ha criticado la figura del subcomandante Marcos por no ser indígena y sí protagonista; se ha dicho incluso que se trata de parásitos que se enquistaron en territorio de Chiapas en un claro desprestigio de la causa indígena que existe hace siglos. Por otro lado, los fanáticos del zapatismo ven en la causa indígena todo tipo de espejismos que se aparecen a investigadores, luchadores sociales y líderes partidistas; a nivel internacional, la causa zapatista se convirtió en panfleto para abofetear constantemente a organismos económicos internacionales sin que al parecer importara lo indígena; para muchos activistas extranjeros, el territorio zapatista significó lugar de peregrinación y Meca para expiar pecados de “habitante de primer mundo”… Cuando estudiaba en España, allá por el año 2003, recuerdo que alguien veía en Marcos a un “Ché Guevara, nuevo Quetzalcóatl surgido de la Selva Lacandona…” Artificialidad brotada de los deseos más profundos de un activismo político que confunde el ambientalismo con el comunismo, la lucha indígena y el consumo de hongos.

No podría decir que conozco bien el zapatismo y sus entretelas; mucho menos podría hoy asumir una postura al respecto. En 1994 era lo suficientemente joven como para tener juicios “firmes” producto de mi ignorancia y poco conocimiento del mundo que me rodeaba. Hoy que he podido conocer mucho más allá del mundillo pequeño en la Ciudad de México del que provengo –suele suceder a todo defeño que el mundo se le reduce a la Ciudad de México y todo es visto desde esa pedantería– y que he viajado por el sureste mexicano Oaxaca y Chiapas, veo que la situación de la zona es compleja y dista mucho de los discursos integradores del centro. En un mismo día conocí autoridades tradicionales en Larráinzar y el Caracol de Oventic en los Altos y veo que una cosa no tiene nada que ver con la otra: ambas fascinantes, ambas hablan de lo indígena, ambas son de una complejidad tal que implicaría años de estudio para comprenderlas. Lo que en verdad me queda claro, es que existe una constante en la zona maya que vale mucho que empecemos a entender: la resistencia indígena. En entregas anteriores hace unas semanas hablé de dos casos específicos: Kisteil en Yucatán, pueblo de la rebelión de Jacinto Canek en 1761, que ha sido reconstruido por mayas de la región y donde se respira un sentimiento constante de resistencia y de vigilancia continua de lo que nosotros los ladinos hacemos. Por otro lado, hablé del problema del monumento a Juan Camilo Mouriño en Campeche –lugar de nacimiento de Jacinto Canek– y donde advertía del descontento que viven los mayas de ese lugar por lo que ellos llaman “acto de desagravio para el pueblo maya”. Luis Antonio Che Cu es el líder campesino que desde que se erigió el busto de Mouriño se ha manifestado en el lugar el 14 de diciembre, día de la muerte de Canek en Mérida; este año él y sus seguidores llegaron al extremo de tirar el busto y colocar en su lugar la cabeza de un cerdo. Mayas yucatecos en Campeche, Quintana Roo y Yucatán por un lado y tsotsiles, tseltales, tojolabales, lacandones, entre otros en Chiapas, se manifiestan abiertamente por la reivindicación de su identidad maya, sus derechos y su vida, mismos que se les han negado sistemáticamente desde el siglo XVI. Se argumentará que sus condiciones han mejorado… cualquiera que salga de su propia realidad y quiera entrar a la suya se dará cuenta de la falacia dentro de discursos oficiales y de sus publicistas las televisoras. Nuestras etnias indígenas nos están gritando algo… esperemos no ser tan obtusos como para no escucharlos. El 21 de diciembre marcó el fin de una era y el principio de otra para los mayas clásicos. Para nosotros lo dudo: nuestro cambio –como se vio el primero de diciembre significó en esencia más de lo mismo… Buen año nos espera.

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