Juegos y vuelos del destino

Las cuatro categorías más importantes para un proceso de premiación suelen ser: mejor película, mejor director y mejores actor y actriz estelar. Ya después (siendo relevantes, claro) todas las demás. En cuanto se refiere a los BAFTA (British Academy Film & Television Awards), los ganadores de los premios respectivos fueron: Argo, Ben Affleck (por Argo), Daniel Day–Lewis (por Lincoln) y Emmanuelle Riva (por Amor). Además, guión original fue ganado por Django desencadenado, mientras que Los juegos del destinoobtuvo el reconocimiento a guión adaptado. Con este triunfo, que se suma al de los Globes del mes pasado, Argoy Affleck se convierten en los principales favoritos rumbo al Oscar. Consecuentemente, las oportunidades para sus contendientes –en especial Lincoln y Spielberg, Los juegos del destinoy David O. Russell, Django desencadenadoy Los miserables– parecen adelgazarse. Pero más allá de que las cosas se han perfilado así, para nada están definidas.

Y a ese respecto, ya podemos ver y evaluar en Puebla uno de los films mencionados: Los juegos del destino (Silver linings playbook), que no nos había llegado. Cuenta el regreso a casa de Pat (Bradley Cooper), después de ocho meses en un psiquiátrico por agredir al amante de su esposa, a la que no obstante desea recuperar. Mientras busca romper la orden de restricción para acercársele (y entre ocasionales ataques obsesivo–compulsivos), Pat conoce a la joven viuda Tiffany (Jennifer Lawrence), que vive sus propios problemas emocionales. Entre ambos se establece un pacto de ayuda mutua: él será su pareja en un certamen de baile y Tiffany servirá de puente para que Pat consiga hablar con su esposa. En su entorno, mientras tanto, cobran relevancia superlativa las Águilas de Filadelfia; una doble apuesta de “matar o morir”; bailar medianamente bien (digamos que al nivel de un 5 en una escala de 0 a 10) y, en lo global, “leer” esas señales que –aún ocultas en el caos– te hacen rescatar y valorar las cosas buenas de la vida.

Aunque Los juegos del destino parte como un drama, no lo es en definitiva; y si bien gira a algo cercano a la comedia, tampoco lo es a cabalidad. Inesperadamente queda como un melodrama romántico, sustentado sobre todo en las sólidas actuaciones de Cooper y Lawrence: él llevando a Pat poco a poco al equilibrio y ella adentrándose como Tiffany en un péndulo ilusión/frustración. Tan distintos y tan lo mismo; tan hoscos pero tan frágiles; tan vapuleados, pero aún tan dependientes. David O. Russell, el director, ha equilibrado con sensibilidad y humor a su película para ser no tanto un estudio de personajes como una cinta de situaciones. Es así que funciona emotivamente, pero también en el nivel de lo reconocible. Por eso el giro final, aunque previsible, se admite con pocas o nulas dudas; total, el corazón humano es voluble y por ello impredecible, ¿no? Todo considerado (y aunque le falte una pizca de sutileza), Los juegos del destino es una de esas películas tan pensadas y armadas que difícilmente encuentra objeciones de sus cinéfilos. Esto no significa que me parezca un film superlativo, sino más bien uno grato e inteligente, fácil de apreciar y valorar. Claro que vale la pena verlo.

Y también nos llegó ya El vuelo, de Robert Zemeckis, con un soberbio Denzel Washington como el piloto que consigue un aterrizaje imposible que le salva la vida a un centenar de personas. (Este incidente, por cierto, filmado de forma tal que todo se ve y se siente espeluznante, sobrecogedor). En esta película sí que hay un estudio de personaje a fondo –sobre el protagonista, Whip Whitaker– enmarcado por una serie de temas esenciales: como los de mentir y mentirse a uno mismo, defraudar la confianza de los demás, transferir nuestras culpas a otros y, sobre todo, el de la íntima necesidad de redención. Ya habrá oportunidad de hablar a fondo de ella.