El escritor sentado frente a su computadora. El escritor de ojeras profundas (en un gesto desesperado) se lleva las manos a la cabeza, se revuelve el cabello en espera de la línea que sigue.
En la mesa una taza de café cargado casi vacía y un cenicero rebosante de colillas le recuerdan las recomendaciones del doctor sobre su gastritis. Desde el piso columnas de libros lo miran amenazantes. Afuera, la noche cae.
De ver a este sujeto hace 30 años lo encontraríamos en la casa familiar, sentado frente a una máquina de escribir mientras sus padres en la mesa de la pequeña cocina cenan.
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