En México existe un bloque histórico en el que a través de las violencias se han configurado las relaciones políticas y sociales. Violencias ejercidas tanto por agentes del Estado como por actores o grupos independientes, grupos armados que de manera legal e ilegal han operado para construir el ejercicio del poder político y económico, así como para disentir de él.
Gramsci sostiene que bajo esta lógica el Estado a través de sus instituciones y actores no es el único que se abroga la coerción y el consenso social. En otras palabras, el Estado no es el único que construye hegemonía-dominación, influyen también la iglesia, la sociedad civil y múltiples actores que la configuran, la cuestionan y pretenden romperla.
Es sintomático que en la historia de México la población, sobre todo rural y, en menor medida urbana, no ha dejado las armas, múltiples sujetos y grupos sociales siguen armados. México es una nación armada pero siempre medianamente cohesionada, primero por las instituciones estatales, éstas legitiman quién está autorizado para el uso de armas y quién no puede usarlas. El mercado es otro actor que usa a través de contratos legales e ilegales la vigilancia y protección por la vía armada, estas fuerzas armadas se han convertido a lo largo de la historia en cacicazgos locales, guardias blancas y, posteriormente, en autodefensas. El narcotráfico es otro de los actores que desde los primeros años del siglo XX se ha sostenido, defendido y extendiendo sus intereses a través de las armas.
Este bloque histórico armado y de coerción-consenso ha operado de manera irregular, con tensiones y periodos pacíficos, son relaciones variables.
El control del uso de las armas en los ámbitos rurales y urbanos fue trastocado con la descentralización del control y cohesión por parte de las policías y fuerzas armadas hacia el narcotráfico.
La descentralización del control y vigilancia por el Estado hacia el narcotráfico aceleró que este sector comercial ilegal utilizara deliberadamente las armas para sostenerse y extender sus redes de poder a través de la violencia predatoria. Este suceso marcó el inicio de una guerra entre las fuerzas policiales y armadas de México contra un enemigo efímero, esa guerra no rompió el flujo de la droga, el negocio a través de la violencia predatoria se robusteció y diversificó: trata de personas con fines sexuales, secuestro, asesinos a sueldo, protección, fuerza armada ilegal que facilita la intromisión de empresas extractivas extranjeras, etc.
La industria ilegal y de la muerte creció exponencialmente en los últimos 12 años, ante un Estado que se desreguló selectivamente, asumiendo ser juez entre unos cárteles y otros. La economía de la droga en este modelo tampoco fue cegada, fluyó sin contratiempos a pesar de las múltiples violencias ejercidas por estos actores y el Estado en todo el país. La violencia se convirtió en un recurso efectivo para administrar nuestra débil democracia. Además, crispó el uso de las armas a nivel nacional antes la incertidumbre y nulas certezas en el cuidado de la negociación y acuerdo.
El triángulo del conflicto y administración del narcotráfico ha sido un bloque histórico que no había sido removido: Estados Unidos de Norteamérica, el gobierno federal, sus aparatos estatales y el propio narcotráfico. Obrador y su gobierno personalista ha sacudido este bloque histórico que había cohesionado y construido hegemonía.
La decisión de acumulación de poder, Obrador se endilgó la centralización de control del narcotráfico tal como había operado desde principios del siglo XX hasta finales de los años 80. Redujo la posibilidad de prolongar la guerra y el supuesto control del narcotráfico a través de la vía armada. Asumió que a través de la inteligencia golpearía a los carteles y mermaría los controles locales de esta empresa ilegal. Lamentablemente, la primera prueba de inteligencia militar fue fallida en el caso Culiacán.
La pretendida reestructuración de los liderazgos en los ámbitos locales ha configurado una crispación por la reducción de las ganancias, tanto en estados unidos como en México. Tal parece que Obrador pretende desarticular las lógicas operativas y los intereses entre este triángulo o bloque histórico.
Las manifestaciones de violencia, ajusticiamientos y las presiones por parte de un sector de las fuerzas armadas que mantenían un control local son una muestra del uso de la violencia como mecanismo de presión para lograr una negociación a soltar los controles locales del narcotráfico y sostener una guerra que favorece la administración y el flujo económico de armas y droga.
Los asesinatos de la familia LeBaron, fueran por cuestiones de droga o control del agua en la región, son ejecuciones con un alto cálculo político y mediático, una nefanda forma de presionar las negociaciones o el soltar el control local del negocio, tal como había operado ese bloque histórico.
Obrador en su anhelo de acumulación de poder tiene una fecha de caducidad, esperar los resultados de la elección en Estados Unidos, la posición de Trump y sus equipo, el reconocimiento de las empresas ilegales de la acumulación de poder y el ceder a una negociación directa con el ejecutivo a través de sus mediadores, el aplacamiento de los intereses locales y extranjeros por mantener una violencia predatoria para administrar la democracia y el flujo de las ganancias económicas y extractivas o, en su defecto, la espera de un supuesto golpe de Estado y la continuidad de los ajusticiamientos y la violencia durante todo el mes de noviembre.
Elucubraciones que se revisten en forma de dilemas, dada la falta de certezas informativas, de fuentes que nos permitan tener una lectura más precisa de la realidad y de los intereses y decisiones que están en juego para la reducción de la violencia, el posicionamiento de un poder personalizado y su reconocimiento para que cese el apriete de los recortes presupuestales, fluya la economía en las instituciones y en la población, o que definitivamente, la percepción favorable que tiene el ejecutivo caiga en un año igual que puede caer su proyecto de nación, movimiento y partido político y sexenio.
Obrador logrará romper ese bloque histórico o terminará por ceder y mantener su prolongación como la única posibilidad para gobernar este armado y convulsopaís.