Viernes, abril 26, 2024

“El Agua es de los Pueblos, no de las empresas ni de los políticos…”

Así dice el pie de una fotografía que ha circulado en estos días por redes sociales, con la que se ha invitado, desde el municipio de Juan C. Bonilla, en Puebla, a combatir los abusos en el uso concesionado del agua atribuida a las industrias, entre ellas Bonafont, al parecer en contubernio con la Conagua desde hace ya 20 años, y frente a la que varias comunidades se manifestaron el lunes 22 de marzo, Día Mundial del Agua.

La fotografía muestra un paraje muy árido con un letrero que dice: “No es sequía, es saqueo.”, aludiendo justamente a la magnitud de los procesos de extracción autorizados por la Conagua a las industrias. A esto hay que agregarle el que, en la mayoría de los casos en esta región de Puebla y Tlaxcala, así como en todas las cuencas del país, las industrias utilizan al agua en sus procesos, la contaminan y la descargan de manera regular o irregular, pero sin el tratamiento adecuado y muchas veces sin tratamiento alguno, como una práctica común conocida y tolerada por las dependencias responsables y por las autoridades estatales.

Al mismo tiempo, ese día se convocó también a participar en una manifestación frente al edificio de la Conagua en la Ciudad de México en torno al proceso de la nueva Ley Nacional de Aguas, para que se establezca de acuerdo con la propuesta que se ha gestionado desde las organizaciones de la sociedad civil y muchas comunidades en el país.

Con esta propuesta de ley se pretende arreglar las cosas de tal manera que se corrijan esas malas prácticas en el manejo del agua y en las atribuciones de las instancias que a la fecha han funcionado más para cuidar los intereses de las empresas e industrias más que los derechos de los pueblos y comunidades en el país.

Y también se llevó a cabo una reunión en las Naciones Unidas con motivo de la conmemoración de este día, al que le han puesto el lema “Valorando el Agua”, con el que se pretende, en el discurso, comprometer a los Estados parte y motivar a todos los gobiernos del mundo a llevar a cabo acciones que fomenten la conservación y el desarrollo de los recursos hídricos. Aunque, como siempre y desgraciadamente, del discurso a los hechos hay una distancia tan grande que no se puede medir.

Igualmente, en este asunto del agua, como en muchos otros compromisos firmados y ratificados por nuestro país en y ante la ONU, México muestra que es un Estado de firma fácil, pero de cumplimiento simulado y compromiso real imposible. Para todas y todos los habitantes del país ya es claro que, desde hace por lo menos tres décadas, el Estado mexicano se fue sometiendo cada vez más a los intereses de los grandes capitales internacionales a través de los dictados del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, dejándose capturar por ellos y cediéndoles así toda su capacidad de decisión sobre el territorio, sobre nuestros recursos, principalmente el agua, y sobre las políticas que habría que implementar en todas las materias. Y ahora la lucha interna en el país por esta causa es fuerte y muy grave: la minoría que se ha beneficiado de esta situación desde hace 30 o 40 años se esfuerza, desde dentro y desde afuera del gobierno, porque nada cambie, porque los recursos se sigan explotando igual, porque el agua y el ambiente se sigan contaminando igual, porque las personas se sigan enfermando y muriendo cada vez más, y sobre todo porque esa explotación, contaminación, enfermedad y muerte son daños colaterales, sí, pero que les producen riquezas cada vez mayores a las personas dueñas e inversionistas y a veces también a quienes trabajan para ellas, sobre todo en los gobiernos federal y estatales.

Y, por otro lado, en todo el país y en concreto aquí en Tlaxcala, la sociedad civil organizada y las y los habitantes de las comunidades sí tomamos en serio el compromiso por defender nuestro territorio, nuestros recursos y nuestros derechos al agua, a la salud y a un medio ambiente sano, porque sabemos que el agua no es una mercancía, es un bien universal y una fuente de vida y salud. Y por eso gritamos juntas y juntos, con los demás pueblos del país: ¡EL AGUA ES DE LOS PUEBLOS, NO DE LAS EMPRESAS NI DE LOS POLÍTICOS! ¡¡NO HAY JUSTICIA SOCIAL SIN JUSTICIA AMBIENTAL!

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