Miércoles, mayo 1, 2024

Eclipse e historia

Dos sujetos de origen griego que vivieron durante el siglo V antes de Cristo han sido catalogados –sin que ellos se lo propusieran– los padres de la Historia o, mejor dicho, los padres de la escritura y la hechura de la Historia. Fueron sus inquietudes escriturísticas e intelectuales las que forjaron su trascendencia para tiempos futuros.

Tucídides fue un militar, Heródoto un geógrafo y profesional narrador de su época. Sean o no los padres de la Historia, Tucídides y Heródoto tuvieron interés en narrar los acontecimientos de su historia vivida, particularmente, las gestas heroicas de las guerras.

Tucídides, aun siendo soldado, tuvo la sensibilidad para elaborar un registro detallado de sus acciones guerreras, peligros, hazañas, triunfos y derrotas en la llamada guerra del Peloponeso, enfrentamiento sostenido entre Atenas y Esparta durante el siglo V. Particularmente narró el ejercicio del poder marítimo de Atenas y la potencialidad terrestre de Esparta. Sus escritos también se centraron en explicitar las relaciones políticas entre estas potencias griegas –algo parecido a lo que hoy sería llamado relaciones internacionales o relaciones diplomáticas– que fueron accionadas por los actores anegados en la guerra.

Por su parte, Heródoto, siendo geógrafo y algo parecido a un cronista contemporáneo y empecinado viajante, tuvo el tino de registrar múltiples detalles, tanto profundos como superficiales de la guerra llamadas médicas, enfrentamiento sostenido por los persas contra los griegos. Tucídides, a diferencia de su antecesor Heródoto, se destacó por realizar una interpretación apegada a los principios teológicos, alejados de una interpretación meramente racional e inspirada en las diversas fuentes documentales en las que se basó para escribir Los nueve libros de la Historia.

Sin mayores exigencias, confirmado quedó que tanto Heródoto como Tucídides contribuyeron más allá de las fuentes y los métodos a la comprensión del pasado o antigüedad desde las preocupaciones de su presente, sentaron las bases del método de recopilación de fuentes, observación, reflexión y escritura propias del quehacer histórico. Incluso, aunque los hoy recientes profesionales de la historia cuestionen la actual elaboración de la Historia del Tiempo Presente, es digno de recordar que la historia como ciencia nació de una preocupación por entender y dejar registro de la historia vivida, de la historia de estos notables narradores–historiadores.

Representativo resulta recordar en esta fecha los acontecimientos narrados por esos personajes en relación con los eclipses que tanto a ellos como a su generación les tocó vivenciar y cómo, esos eclipses, fueron interpretados por estos notables pensadores de acuerdo con el contexto de guerras que les tocó vivir y experimentar.

Para Heródoto, el eclipse total acaecido en el año 585 a.C., tuvo repercusiones sociales y políticas que son dignas de señalar, no sin antes resaltar nuevamente la fuerte carga teológica en la interpretación de este autor. Heródoto narró en Los nueve libros de la Historia cómo la presencia de un eclipse total justo cuando los Lidios ocupaban la tierra de los Medos, hoy dominio de Turquía y mantenían una guerra fratricida que se había prolongado por más de un lustro, una guerra sumamente desgastante para un bando como para el otro, una guerra de triunfos, reveses y nula esperanza de concreción para ambos bandos. El eclipse puso punto final a lo que el empecinamiento, la arrogancia y la fuerza política y militar de un bando y otro no lograron solucionar.

En una más de esas trifulcas entre Lidios y Medos el día se hizo noche, inexplicablemente para ambos bandos el tiempo de lucha se achicó, la noche los sorprendió y, al cabo de unas horas, ensimismados percibieron que el día se hizo de nuevo, que el sol salió y los deslumbró como si de una corta noche se tratara. Este fenómeno fue percibido como una mensaje o castigo divino, los Medos y los Libios se sintieron intimidados, renunciaron a sus armas y se negaron, por voluntad propia, a sostener un día más sus enfrentamientos. Ambos bandos apuraron establecer un acuerdo de paz.

Heródoto sostiene también que otros eclipses fueron atroces para Grecia, pues al entenderlos como un fatídico augurio, detuvieron sus ímpetus guerreros y optaron por no atacar, mientras los oponentes aprovecharon esa metafísica elección y decidieron atacarlos, dejando a Grecia en aprietos, tal fue el caso de la invasión de los Jerjes. La superstición ante los eclipses ha dejado consecuencias positivas y negativas para Atenas, sostendría Heródoto, pero, es importante señalar, que los resultados dependen del ojo que interpreta ese fenómeno natural.

Por su parte Tucídides como heredero de Heródoto y siendo un narrador más acucioso tomó distancia de las interpretaciones de los eclipses que lo tocaron presenciar. Tucídides denominó el eclipse como novilunio al momento en que la luna cubrió al sol y regresó como luna nueva, sin duda, un lenguaje más cercano a lo que posteriormente sería denominado “científico”. Aun así, ante las pocas certezas que este fenómeno suscitaba, Tucídides no fue ajeno a plantear una interpretación cuasi teológica, mística, la cual se encaminaba a sostener que el eclipse representaba una señal de alarma que los grandes dioses enviaban a los vivientes, una señal catastrófica de la cual nadie quedaría a salvo, ni siquiera la magnánima Grecia. El eclipse fue, según Tucídides, el augurio de la derrota de Atenas ante los embates de Siracusa.

La catástrofe se manifestó cuando la luz solar se apagó sumiendo al mundo en tinieblas y, posteriormente, permitiendo el renacer después del castigo, otorgando así la pureza al perdonado.

Muchos años después la narrativa bíblica del mundo judeocristiano reforzaría estas antiguas interpretaciones, la apocalipsis se encargará de demostrar que los eclipses son la señal de la muerte, el renacimiento y la transformación.

Ante el eclipse de hoy, más allá del discurso y de la racionalidad científica, esa de la cual los mexicanos desconfiamos mucho, resta preguntarnos: ¿Cuál sería el peor presagio para un México que vive desde hace muchas décadas su momento apocalíptico plagado de muerte, sin renacimiento y sin trasformación? O siendo optimistas ¿Será acaso este eclipse un buen augurio?

¡Vaya usted a saber!

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