El calentamiento global acaba de dar una prueba más de su existencia real y de sus consecuencias dramáticas en la vida de nuestro planeta. Desde el 1 de junio, en la costa noroeste de América del Norte, concretamente en la región de Vancouver, Canadá, se empezaron a registrar temperaturas crecientes nunca antes vistas, mismas que fueron antecedidas por una atípica sequía extrema. En la cercana población de Lytton, se alcanzaron temperaturas cercanas a los 50 grados Celsius, entre el 27 y 28 de junio, lo que en opinión de los climatólogos dejó tal resequedad en el ambiente que el día 30 se declaró un incendio que en unas cuantas horas arrasó con toda la localidad de unos mil habitantes que tuvieron que ser evacuados; el saldo: 150 desaparecidos y todas las casas y áreas verdes reducidas a cenizas.
Al principio, la información fue tratada como un “accidente” o como una “catástrofe natural” más; sin embargo, los climatólogos analizaron los datos y los antecedentes del evento y empezaron a sonar las alarmas de la crisis climática: no se trató de un evento aislado, sino de una de las manifestaciones más claras de lo que nos depara el calentamiento global. Los 1.2 grados Celsius que ha aumentado la temperatura del planeta están provocando cambios profundos e imprevisibles en el clima, generando fenómenos incontrolables como este.
Los expertos del clima ya habían demostrado cómo por el calentamiento aumentaron los meteoros climáticos extremos: sequías en zonas tradicionalmente lluviosas, al mismo tiempo que huracanes y tormentas tropicales se desataban en zonas tradicionalmente más secas. Ahora tal parece que la realidad se está acercando a la ficción de la película estrenada en 2004 The day after tomorrow de Roland Emerich donde se plantea una inminente era glacial mundial, como consecuencia del aumento de la temperatura. Si bien se trató de un escenario ficticio que buscó crear conciencia sobre el cambio climático provocado por nuestro modelo civilizatorio depredador (emisiones de CO2), los científicos están encontrando un patrón de comportamiento climático cíclico que va del calor al frío extremo, o de la sequía a las inundaciones.
Este tipo de catástrofes provocadas por el hombre, también tiene su correlato en la vida social. Así como el modelo de explotación irracional está teniendo consecuencias en nuestro medio ambiente también está teniendo consecuencias graves en nuestro modelo de sociedad; el clima de la convivencia social está cada vez más caliente, más violento: en los últimos días hemos visto cómo en México, poblaciones enteras han sido invadidas por grupos del crimen organizado, cómo surgen grupos de autodefensa, cómo han venido aumentando los robos, los secuestros, los feminicidios, el tráfico de drogas, de órganos, de personas, los fraudes cibernéticos, etc. La antigua explicación de que este tipo de crímenes se origina por personas individuales que nacen con predisposiciones genéticas hacia el mal, ya no funciona para ocultar que la violencia es estructural, es fruto del sistema capitalista, de sus valores y de las relaciones sociales que impone con su cultura consumista–depredadora, especialmente en su etapa más descarnada y brutal que es el neoliberalismo.
Nada mejor para entender cómo se genera esta violencia que la película de Costa Gravas Arcadia, de 2005, donde se narra la historia de un alto ejecutivo de una empresa despedido después de haber sido explotado muchos años; y tiene que enfrentarse al desempleo y la lucha a muerte por conseguir un nuevo puesto, lo que lo lleva a cometer una serie de crímenes para eliminar a sus competidores y quedarse con el puesto. Con esta historia queda claro lo que en realidad significan conceptos como: emprendedurismo, competitividad, productividad, individualismo, estatus social, etc., conceptos fundamentales de la cultura actual que sigue predominando.