Como todo portento, surgió prácticamente de la nada. Una nada representada por un toro sin un adarme de bravura, trotón e incierto durante los dos primeros tercios de su lidia, que derrotó en el peto y se escupía enseguida, con tendencia a huir y arrollar. Nada hacía presagiar que Morante, muy concentrado y serio, pudiera extraer provecho alguno de semejante morlaco, calamochero y topón...