Viernes, abril 26, 2024

Maxicatzin, promotor de la alianza hispano-tlaxcalteca, en el olvido

Maxicatzin es el único que visualiza la construcción de una alianza con los españoles. Lo manifiesta de forma clara cuando los embajadores cempoaltecas expresan la solicitud de Hernán Cortes para pasar a su territorio. Así lo registran los cronistas de la conquista, incluido Bernal Díaz del Castillo.

Cuando los españoles son derrotados y salen huyendo de Tenochtitlan. Se encaminan a Tlaxcala en busca de refugio y su primera parada de descanso es Hueyotlipan. Hasta ahí llega un grupo de embajadores aztecas quienes ofrecen quitarles el cerco a cambio de que ultimen a los españoles. Maxicatzin es el primero en oponerse.

A Maxicatzin le deben los tlaxcaltecas haber vivido durante 300 años como súbditos de la corona y no como pueblo sometido. Pero, lo han olvidado. La comisión de los 500 años no ha hecho ningún evento en el que se revise y revalore la figura del cacique de Ocotelulco.

Solo para ponerlo en perspectiva, en la capital cuando menos se encuentran 3 estatuas de Xicoténcatl y ni una sola de Maxixcatzin. Si se busca la palabra “Maxixcatzin” en Google aparecen 13 mil 500 resultados, en cambio las menciones de “Xicoténcatl” son 768 mil.

En septiembre debería ser recordado. Es el mes en que Cortés “Entró en Tlaxcallan a 18 de setiembre”, según Cervantes de Salazar. Aunque Bernal Díaz del Castillo escribe: “entramos en ella a veinte y tres de setiembre de mil e quinientos y diez y nueve años”.

El principio y origen que tuvieron los Maxixcatzin

“Tornando a la sucesión de Maxixcatzin, nos conviene decir de su descendencia y prosapia, porque algunos lo tienen en opinión de advenedizo, oscuro y bajo linaje. Lo que pasa en este caso es que, como atrás dijimos, cuando los Chichimecas vinieron poblando desde la laguna de Poyauhtlan después de aquella gran guerra que tuvieron con los de México, vinieron rodeando el volcán y poblando muchas tierras y provincias, y dejando gentes, y con ellas caudillos muy principales, como en efecto así fue, se quedaron en Cholollan muy gran copia de gentes pobladas, y entre ellas Chichimecas muy calificados y principales de mucha cuenta.

Habiendo pues, dado orden y asiento en aquella provincia como en todas las demás, y lográndose una paz universal en toda esta tierra, después de la gran destrucción y estrago que los Chichimecas hicieron contra todos aquellos que los quisieron destruir, estando en Texcatlicpac apaciguando todo, y olvidados de sus pasiones por la tranquilidad y sosiego, se salieron de Cholollan algunas parcialidades de gentes y se vinieron a vivir a esta provincia de Tlaxcala:

entre ellos se vino al barrio de Tecuitlizco, Tecuhtotolin padre que fue de Xochihuamemeloc, del cual procedió Tlacomihuatzin, y de Tlacomihuatzin sucedió Tlatlalpaltzin Cuitlizcatl: éste vivió poco porque lo mató su hermano Tlapapalotzin, y luego sucedió Xipincoltzin y a éste, después de sus días Xipilcoltzin a Maxixcatzin:

y al cabo quedaron por Señores hasta la venida de Cortés, que halló en el Gobierno de la cabecera de Ocotelolco a Maxixcatzin Tianquiztlatohuatzin, por divina providencia, y le fue muy fiel amigo y de todos sus comilitones, como es notorio. (Muñoz Camargo, D. (1892) Historia de Tlaxcala, anotada por A. Chavero. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, 2007, C.VIII).

Que venga norabuena y salir con toda alegría a le rescebir

hasta que Magiscacín … dixo: «Caballeros, señores y amigos míos que aquí os habéis juntado para oír la embaxada que los cempoaleses han traído: Entendido tendréis tres cosas della: la primera, que nuestros amigos, enemigos de nuestro enemigo, nos aconsejan hospedemos a estos caballeros que, según su valor y manera, más parescen dioses que hombres como nosotros;

la segunda, que dellos podremos ser ayudados para tomar venganza de nuestro enemigo que, a la contina, con su poder, nos tiene encerrados en estas sierras sin poder gozar de los mantenimientos y trajes que las otras gentes gozan;

la tercera es que nos pide el Capitán destos invencibles y valientes caballeros que le demos pasaje por nuestra tierra y le hospedemos el tiempo que en ella estuviere, ofresciéndonos su persona y las de sus caballeros. Cosa es esta que en buena razón no se le puede negar, especialmente yendo como va contra nuestro enemigo, y nuestros dioses nos enseñan a hacer caridad con los peregrinantes; si no los rescebimos, parescerá que somos crueles y, lo que más se ha de huir, que somos cobardes, que no los osamos rescebir, temiendo que nos han de hacer algún daño, teniendo entendido lo contrario por experiencia y por lo mucho que dellos dicen los de nuestra nación.

«Lo que sobre todas tres cosas me paresce que debemos responderle es que venga norabuena y salir con toda alegría a le rescebir, porque si los españoles, que los cempoaleses y los otros que los han tratado llaman dioses y los tienen por inmortales, quieren, fácil les será pasar por nuestra tierra a nuestro pesar y destruirnos a todos,… (Cervantes de Salazar, F. (1971) Crónica de la Nueva España, edición digital basada en la de Madrid, Atlas, 1971, C. XXVIII)

Servir debajo de su mano y seguir sus banderas en aquella jornada

Llegó el día de la marcha, … hallaron ya en el campo un ejército de tlascaltecas, prevenido por el senado a instancia de Magiscatzin.

dijeron a Cortés: «que tenían orden de la república para servir debajo de su mano y seguir sus banderas en aquella jornada, no sólo hasta Cholula, sino hasta Méjico, donde consideraban el mayor peligro de su empresa». Estaba la gente puesta en orden, y aunque unida y apretada, según el estilo de su milicia, ocupaba largo espacio de tierra, porque habían convocado todas las naciones de su confederación, y hecho un esfuerzo extraordinario para la defensa de sus amigos; suponiendo que llegaría el caso de afrontarse con las huestes de Motezuma.

Distinguíanse las capitanías por el color de los penachos, y por la diferencia de las insignias, águilas, leones y otros animales feroces levantados en alto, que no sin presunción de jeroglíficos o empresas, contenían significación, y acordaban a los soldados la gloria militar de su nación.

Algunos de nuestros escritores se alargan a decir que constaba todo el grueso de cien mil hombres armados: otros andan más detenidos en lo verosímil, pero con el número menor, queda grande la acción de los tlascaltecas, digna verdaderamente de ponderación por la sustancia y por el modo.

Agradeció Cortés con palabras de todo encarecimiento esta demostración, y necesitó de alguna porfía para reducirlos a que no convenía que le siguiese tanta gente cuando iba de paz; pero lo consiguió finalmente, dejándolos satisfechos con permitir que le siguiesen algunas capitanías con sus cabos, y quedase reservado el grueso para marchar en su socorro si lo pidiese la necesidad. (De Solís, A. (1999) Historia de la conquista de México, Edición basada en la 4ª. Ed. De Espasa-Calpe, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, Libro III cap. V)

Maxicatzin dio su casa y cama a Cortés

En Tlaxcallan fueron bien recibidos y tratados, que Maxixca dio su casa y cama a Cortés, y a los demás españoles hospedaron los caballeros y principales personas de la ciudad, y les hicieron mil regalos; de los cuales tanto más gozaron, cuanto más destrozados venían; y creo que no habían dormido en camas quince días atrás.

Mucho se debe a los de Tlaxcallan por su lealtad y ayuda, especialmente a Maxixca, que arrojó por las gradas abajo del templo mayor a Xicoténcatl, porque aconsejó al pueblo que matasen los españoles para reconciliarse con los mexicanos; e hizo dos oraciones, una a los hombres y otra a las mujeres, diciendo que no habían comido sal ni vestido algodón en muchos años, sino después que ellos eran sus amigos.

También se preciaban mucho ellos mismos de aquesto, y de la resistencia y batalla que dieron a Cortés de Teoacacinco; y así, cuando hacen fiestas o reciben algún virrey, salen al campo sesenta o setenta mil de ellos a escaramuzar, y pelean como pelearon con él (López de Gómora (2007), Historia de la conquista de México, Biblioteca Ayacucho, Venezuela, Cap. CXIII)

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