El viernes primero de cada mes
comulgamos.
Es una acendrada usanza
que nos conocen camas y paredes,
sábanas almohadas y pelajes.
Tanta claridad nos produce
el primero de los viernes,
que nos retoza
cuatro semanas asomando por los ojos.
Es un día de carne y hueso,
de caderas y de cuellos,
de una excitación que nos tienta
a morir inmaculados de suspiros,
como...