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Los carteles mexicanos en Madrid

Por: Alcalino

2013-06-17 04:00:00

 

Hacer historia en la catedral del toreo mundial nunca ha sido fácil. Menos aun para los extranjeros. Y sin embargo, y al margen de la estricta actualidad, México es, de los países foráneos, el que mayor cantidad de efemérides ha aportado a los anales de la fiesta en la capital de España. La del público duro pero, salvo excepciones, justiciero e incluso acogedor con quien sepa ofrecerle toreo del bueno. El de parar, templar y ligar. El de entrega, emoción y sentimiento toreros. El que sabe dar argumento y estructura a una faena. Con la ética por delante y una estética propia como sustento.

Lo hizo así un Joselito Adame desbordado, que pudo y debió abrir la puerta grande el martes, de modo que la empresa madrileña, que últimamente anuncia a bastantes mexicanos, pero siempre de uno en uno y sin la oportunidad de un segundo cartel, rompió de súbito esta restricción para anunciar la repetición del hidrocálido, el viernes 7 y en sustitución de Iván Fandiño, aun convaleciente de su cornada del pasado día 22. Como la terna original la integraba el de Orduña con El Cid y Juan Pablo Sánchez, paisano directo de Adame, se produjo una situación desusada: por primera vez en seis décadas, dos matadores mexicanos compartían cartel en Las Ventas. Lo que dio a la corrida de Alcurrucén carácter de suceso.

 

Joselito vuelve a armarla

 

Como El Cid se mantuvo en ese plano de quiero y no puedo en que lleva años instalado, y como al joven Juan Pablo las cosas no le rodaron como seguramente esperaba, incómodo e inexpresivo ante dos animales bastante potables, el destino de la tarde quedaba en las manos –el capote, la muleta, el pundonor, la capacidad torera– de Joselito Adame, que hizo el paseo vestido de blanco y plata (negro y oro fue el terno que tres días antes honró).

Le tocaron dos toros de Alcurrucén con clase y picante –y ese considerable resto de poder que José consigue midiéndoles el castigo en varas–. Y estuvo por encima de ambos. Es decir, con confianza y celo de gran torero, lidiador con la capa, vistoso y variado en quites (chicuelinas antiguas y modernas, gaoneras, zapopinas), pletórico en el tercio final... y flojito con la espada. Por eso perdió la oreja de “Bilbaíno”, un negro bragado al que despachó al tercer golpe de verduguillo para saludar desde el tercio. Y por pinchar solamente le cortó una oreja del quinto, el retinto albardado “Alcaparrito” (541 kilos), con el que había bordado un auténtico faenón.

 

Sobraban las manoletinas

 

Cómo estaría José con el noble “Alcaparrito” que un cronista, al relatar la faena, considera que, dada la envergadura de la clásica obra, “sobraban las manoletinas finales”. Y otro de ellos –Antonio Lorca, de El País, duro y ceñudo siempre– se refiere a “un torero de los pies a la cabeza, que derrocha pasión y vive la corrida con una ilusión desbordante; dentro de su cuerpo menudo anida un corazón jabato, recubierto de buen gusto, y, quizá, lo más destacado sea su inteligencia; es decir, que piensa en la cara del toro y tiene tiempo para ello, lo que evidencia su seguridad y confianza... Volvió a manejar el capote con soltura y empaque... Y con la muleta es entrega, pundonor, trazo largo, hondura, imaginación y variedad.”

Parecido tono laudatorio, que trasunta emoción y reconocimiento, mantienen todas las crónicas que revisé. Y quien alguna duda conserve, puede despejarla acudiendo a youtube, el gran recurso informático de nuestro tiempo. Joselito Adame, gran triunfador del junio madrileño.

 

Carteles mexicanos

en Madrid

 

Si nos referimos solamente a la primera plaza del mundo –es decir, la de la carretera de Aragón entre 1874 y 1934, y la actual de Las Ventas, inaugurada en 1931 y que dio funciones aisladas hasta el cierre definitivo de la anterior, en 1935–, han sido varios, no muchos, los carteles donde se reunieron dos o más diestros nacidos en México. O incluso uno solo para despachar seis toros, pues tanto Gaona como Armillita alguna vez se anunciaron en solitario en la plaza antigua. Veamos.

 

Plaza de la carretera

de Aragón

 

Hasta 1934, hubo en el viejo coso 11 carteles con dos mexicanos, de las cuales fueron manos a mano el primero (Pedro López y Carlos Lombardini, que fracasaron ante novillos de Benjumea; 11.06.09) y el último (Garza y El Soldado, triunfadores absolutos con una brava novillada Coquilla; 23.08.34). En total, ocho novilladas y seis corridas con dos o más mexicanos, sumadas a las dos encerronas antes referidas el histórico cartel del 17 de abril de 1932 (Armillita Chico, Heriberto García y David Liceaga, con reses de Graciliano).

Las tres corridas restantes las torearon Luis Freg, Juan Silveti y el madrileño Antonio Sánchez con toros de Felipe Montoya (08.10.22), Zurito, Juan Armilla y El Tato, con Veraguas (30.04.29) y Fermín Armillita, Heriberto García y Manolo Bienvenida con astados de Argimiro Pérez Tabernero (03.07.30). Las novilladas proliferaron entre 1929 (Alberto Balderas desorejó a un villamarta mientras su rival mexicano José “Negro” Muñoz se iba en blanco) y 1934, año en que el empresario Eduardo Pagés, con envidiable pupila, promovió a fondo a la pareja GarzaEl Soldado. Lorenzo llegó a participar en cuatro de estos festejos, tres al lado de Luis Castro, uno de ellos el mano a mano famoso, y el otro la tarde en que se presentó en Madrid, con notable éxito, el hidalguense Ricardo Torres (15.04.34).

Por cierto, Luis Castro “El Soldado” es el único novillero que ha cortado dos veces rabo, premio rarísimo de conceder en la catedral taurina de España (29.07.34 y 23.08.34).

 

Plaza de Las Ventas

 

Serían los mismos Lorenzo y Luis los primeros en compartir cartel en el coso actual. Lo hicieron dos veces consecutivas (26.05.35 y 26.06.35), alternando con Chicuelo en la ocasión inicial y con Marcial Lalanda en la segunda: en ambas, fue Garza quien cortó el bacalao, con dos orejas el primer día y una más al repetir. De hecho, ningún espada nativo de México ha cortado más apéndices en la Villa y Corte que Lorenzo El Magnífico: ocho orejas de novillero y siete y un rabo de matador, frente a nueve por coleta de Armillita, Carlos Arruza y Curro Rivera.

Al reanudarse el intercambio hispano–mexicano, en 1944, la rareza de incluir dos paisanos nuestros en un mismo cartel se reproduciría en otras seis ocasiones (dos corridas y cuatro novilladas); en los festejos mayores, se repitió además el caso de una doble confirmación de alternativa (10.09.44: Carlos Vera “Cañitas” y Arturo Álvarez; 15.08.45: Andrés Blando y Manuel Gutiérrez “Espartero”). En cuanto a festejos menores, el primero se había producido antes de la guerra –con Arturo Álvarez y Silverio compartiendo cartel– y ya bajo el primer convenio tocaría turno a Tacho Campos y Paco Rodríguez, dos veces ambos por una de Chicuelín, Ricardo Balderas, Eduardo Liceaga y Antonio Toscano. Rodríguez y Liceaga cortaron oreja, y también El Espartero, éste en corrida mixta en la cual uno de los novilleros alternantes era precisamente Paco Rodríguez.  

Tres de los cinco casos restantes corresponden a los primeros años 50 y fueron corridas de toros, entre 1952 (Antonio Velázquez y Juan Silveti Reinoso, que cortaron oreja a sendos juanpedros, como oreja cortó también Rafael Llorente, el torero de Barajas.) y 1953. En dos de estos carteles figuraba Jorge “El Ranchero” Aguilar, a quien el regiomontano Luis Briones le confirmó alternativa (13.07.52). Esa tarde, Jorge cortó una oreja. Y al año siguiente, encartelado con Antonio Bienvenida y el hidrocálido Rafael Rodríguez, dio una vuelta al ruedo. Así hasta el pasado viernes 7, cuando Joselito Adame y Juan Pablo Sánchez partieron plaza al lado de El Cid.

 

Siglo XXI

 

Una novillada y una corrida para romper un largo ayuno. A ésta, la del consagratorio triunfo de Joselito Adame, ya nos hemos referido; el festejo chico lo despacharon Ernesto Javier Tapia “Calita” y Arturo Saldívar, que desorejó a su primero de Torres Gallego (11.06.2009).

En total estamos hablando, para el coso venteño, de ocho corridas de toros, una mixta y cinco novilladas (por seis corridas y ocho novilladas en la plaza vieja). Escasa ración comparada con la infinidad de carteles con dos y hasta tres españoles que se estuvieron dando en México por más de medio siglo, hasta que el convenio de 1960 lo limitó, mediante la cláusula de 50 por ciento, hoy en desuso.

 

Sergio Flores:

gallardía e infortunio.

 

La confirmación de alternativa de Sergio Flores se tiñó con la sangre torera del joven espada tlaxcalteca. No habían pasado 10 minutos de la ceremonia –Uceda Leal fue el padrino– cuando “Jareño”, un astifino negro bragao de Juan Manuel Criado, hizo presa en Sergio justo cuando, la muleta en la diestra, daba un paso para cruzarse: resultaría con una seria contusión en la rodilla derecha, pese a lo cual reanudó su emotiva y muy torera faena, solo para ser cogido nuevamente al entrar a matar. Pero sangrante y medio conmocionado, aun fue capaz de descabellar a su heridor. Llevaba una cornada grande en el muslo derecho y afectados los ligamentos de su rodilla. La faena, decidida, brava y templada, compuesta por muletazos largos y mandones, se encaminaba ya al triunfo cuando ocurrió la desgracia.

 

Sangrientos

antecedentes.

 

No es Sergio Flores el primer paisano que sufre una cornada grave la tarde de su confirmación en Madrid. Está, Incluso, el caso del tijuanense Adrián Romero, que no llegó siquiera a la cesión de trastos, pues el abreplaza de Alonso Moreno de la Cova lo hirió de gravedad cuando intentaba un par al quiebro con banderillas cortas (29.05.73).

Otros mexicanos heridos el día de su confirmación madrileña fueron Juan Silveti Mañón (08.04.17), Luis Procuna (14.06.51), Guillermo Sandoval (01.08.65) y Fernando de la Peña (22.08.65). Y Eulalio López “Zotoluco” tuvo que ser atendido de un varetazo en la axila (23.03.97).

Salvo quienes tuvieron que ser retirados a toda prisa, desvanecidos y sangrantes (Sandoval y Adrián Romero), los demás –del Meco Silveti a Sergio Flores–permanecerían en la arena hasta despachar a sus heridores. Contradiciendo bizarramente a quienes han propalado la teoría de que, enfrentados al imponente toro ibero, a los toreros mexicanos se les encoge el corazón.

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