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La México: halagador recuento final

Por: Alcalino

2012-03-26 04:00:00

La tarde inaugural de la temporada grande le oí decir a un vecino de localidad que había que estar ahí “por si fuera la última vez”. Y en el cierre de la misma, los integrantes de la modesta terna final quizá hayan pensado algo parecido, ya que presentarlos justo el último día –sarcasmo digno de la empresa alemanista– sólo podía significar para ellos un nuevo compás de espera, por si el año siguiente la organización repara más tempranamente en su existencia torera, cosa harto improbable por lo demás.

 

Cuádruple triunfo

 

Por fortuna, la temporada conservó, hasta el último suspiro, ese hálito favorable a la joven tauromaquia nacional con que había visto la luz, casi cinco meses atrás. Y tanto el michoacano Christian Ortega como los hidrocálidos Fabián Barba y Víctor Mora nos dieron ocasión de comprobar que sus tauromaquias permanecen intactas, sin que acusara ninguno de ellos el paro forzoso a que los obliga la falta de contratos. Con los machos bien apretados, templado el ánimo y la mente insólitamente despejada, los tres partieron plaza ante unos tendidos prácticamente desiertos, y se dispusieron a lidiar un encierro de Cuatro Caminos compuesto por ejemplares muy en tipo de los que cuando menos tres resultaron nobles y propicios.

Christian, con estilo fácil y mandón, aunque algo basto, aprovechó en los tres tercios y sin un titubeo las buenas condiciones del abreplaza “Bostoniano”, al que mató bien y cortó merecida oreja. Con el otro, más agarrado al piso, se mostró voluntarioso y torero. Por su parte, Víctor Mora pecharía con un lote de pocas posibilidades –sosos y rajados ambos–, pero evidenció disposición para buscarles las cosquillas, buen pulso muletero y serenidad para aguantar parones y calamocheos. Y como al sexto, “Rejoneador”, le atizó fulminante estocada, suya fue la última oreja de la temporada.

 

Triunfo rotundo de Barba

 

Si bien jugó a su favor el lote estrella de un magnífico encierro, Fabián puso de manifiesto una férrea voluntad de triunfar desde antes que aparecieran “Berrinche” y “Conchito”, a los que recibió con sendas y muy limpias largas cambiadas, arrodillado a portagayola en los medios de la plaza. Puesto ya de pie, su toreo tuvo asentamiento, empaque y gallardía en verónicas de excelente trazo y ajustadas chicuelinas al quitar. Y en el tercio mortal, supo medir con justeza y temple al cárdeno y arromerado “Berrinche” para cuajarle una faena pausada y suave, a tono con sus limitadas energías, estuvo atinado con la espada y cobró el primero de tres apéndices auriculares. Las otras dos orejas se las cortó al estupendo “Conchito”, un ejemplar de arrastre lento que respondió con alegría y noble fijeza a las exigencias de un muleteo muy bien logrado, pues tras hincarlo de hinojos, alternó series izquierdistas perfectamente eslabonadas con redondos con la derecha de acentuada lentitud que terminaron por provocar creciente alboroto. Se adornó con seguridad, variedad y gustó, y terminó hundiendo todo el estoque en entregado volapié. Cuando “Conchito” dobló, a manos del hidrocálido fueron ambas orejas de un bicho justamente premiado con arrastre lento y vuelta al ruedo para sus criadores acompañando al triunfador de la tarde, que no cabía en sí de la emoción, pues había logrado una auténtica gran faena.

 

Números que no mienten

 

Por mucha manga ancha que demostraran dos de los tres jueces de plaza, la cantidad de apéndices cobrados por los diestros de casa, en comparación no sólo con los que obtuvieron los foráneos, confirma ésta como la primera temporada del siglo XXI de neta superioridad mexicana sobre los diestros de importación: 31 orejas los nacionales contra 13 de los importados, incluidas tres entre los rejoneadores Hermoso y Ventura, español y portugués. Y las dos conquistadas por el francés Sebastián Castella.

 

Esos jueces

 

Claro que la manga ancha del palco de la autoridad intervino lo suyo, pero eso sí, sin parcialidades, pues tanto Talavante como El Juli pasearon orejas más que discutibles. Por no hablar de los caballistas. O de tantos apéndices pueblerinos como dos de los tres actuales jueces de plaza se complacen cotidianamente en obsequiar, sumisamente obedientes de las indicaciones del entrometido gerente de la empresa.

Vean si no: Gilberto Ruiz Torres presidió nueve festejos y otorgó nada menos que 26 orejas (2.88 por tarde); en competencia con su obsequioso colega Jorge Ramos (ocho corridas a dos orejas por tarde), que a los 16 pañuelos blancos añadió dos verdes. En cambio, al sobrio Roberto Andrade (cuatro orejas y un rabo) la delegación Benito Juárez solamente lo citó cuatro veces para que la representara en el biombo de la Monumental.

 

Desorejadero monumental

 

Por los mexicanos –29 espadas en total– Arturo Saldívar obtuvo 4 orejas y rabo en una sola tarde, 4 El Zapata en 3, 3 por coleta Joselito Adame (3 tardes y una cornada) y Fabián Barba (en su única comparecencia), 2 y rabo Diego Silveti (en 3), y Fermín Spínola (en una), con dos apéndices –cobrados d eunoen uno– están José Mauricio (3), El Payo (3), Mario Aguilar (2), y con una oreja Zotoluco (3 tardes), Fermín Rivera (3), Alfredo Gutiérrez (1), El Chihuahua (1), Rafael Ortega (1), Christian ortega (1) y Víctor Mora (1).

Entre los extranjeros (10 en total, más tres rejoneadores), cortaron orejas El Juli (4 en 2 actuaciones), Talavante (2 en 3), Castella (2 en 2), Manzanares (2 en 2), Ponce (1 en 1) y Eduardo Gallo (1 en 1), más dos orejas para Hermoso de Mendoza (1) y una para Ventura (2).

 

El ganado

 

Tan fácil sería referirnos a toritos pajunos y corridas virtualmente sin caballos (el puyazo simulado tomó carta de naturalización) como difícil encontrar toros dignos de ese nombre. Pero los hubo, mire usted: dos de vuelta al ruedo –“Charro Cantor” y “Príncipe”, ambos de Los Encinos, arrastrados por cierto sin rabo– y cinco de arrastre lento: “Buen Mozo” de San Isidro, “Piamonte” de La Estancia, “Habanero” de San Isidro –aunque Ramitos hizo el ridículo al ordenarlo, pues fue un mansurrón inválido al que Castella hizo rendir muy por encima de sus posibilidades–, “Clavellero” de Barralva y “Conchito” de Cuatro Caminos. Éste pesó 470 kilos e integraba un sexteto que arrojó uno de los promedios más bajos de la temporada (479), y sin embargo eran toros auténticos, no novillotes inflados como la mayoría. En este triste rubro llevan mano las ganaderías solicitadas por los ases hispanos que, sin excepción, presentaron novilladas engordadas y tullidas, caso de San Isidro (Ponce y Castella), Bernaldo de Quirós (Castella), Marrón (Talavante), Arroyo Zarco, Fernando de la Mora (El Juli), Xajay (Juli y Manzanares) y Handam (Manzanares).

Por contraste, presentaron muy bien sus corridas Barralva (como excepción a la regla la toreó Talavante), La Punta, Villa Carmela, Campo Hermoso, La Estancia, Pepe Huerta y Cuatro Caminos. Y la lista de toros buenos se prolonga con “Picasso” de La Estancia, “Vida Mía” de Handam, “Guantero” de Marco Garfias, “Don Hipólito” de Campo Hermoso, “Cumplido” de Montecristo y “Bostoniano” de Cuatro Caminos, que envió, con La Estancia, el otro mejor encierro del invierno capitalino.

 

Colofón

 

Y eso fue lo que, en 21 tardes, dio de sí la temporada 2011–2012. Promisoria temporada cuya mejor faena firmó Diego Silveti y no menos de nueve toreros nuestros cuajaron excelentes actuaciones. 

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