Logo de La Jornada de Oriente
Cargando...

Dinastías toreras de México: los Caleseros

Por: Alcalino

2012-06-18 04:00:00

 

Como Sevilla, Aguascalientes tiene un barrio llamado Triana. Aparentemente, en el nombre terminan las coincidencias. Algo ocurrió, sin embargo, en plena edad de oro del toreo –la de José y Juan, con el aditamento de Gaona, ese intruso llegado de tan lejos– que daría origen a dos hechos de no mucha trascendencia pero con un sentido oculto indudable. El primero sucedía el 11 de agosto de 1914 y fue tan trivial como el nacimiento, en la Triana del bajío, de un niño al que sus padres decidieron llamar Alfonso; para que llegara el segundo hubieron de transcurrir casi 32 años, hasta el 21 de abril de 1946, fecha de la presentación en Sevilla de El Calesero –es decir, del hidrocálido Alfonso Ramírez Alonso–: aquel domingo de Resurrección, al lado del puente de Triana, en la Maestranza, y con el segundo de la tarde, un toro –otra coincidencia– de la ganadería de don Juan Belmonte García, el mexicano bordó tal serie de lances a la verónica que la banda de música rompió a tocar. Y siguió alegrando el tercio de quites, con El Calesero abandonado al trazo de faroles invertidos hasta que el astado, que tenía su genio, le destrozó la taleguilla. Allí cesó la música y a ese inspirado saludo, arte del más puro, quedaría reducida la única actuación en Sevilla de nuestro trianero.

No obstante, qué huella no dejaría entre los sevillanos que un montón de decenios después –en 1980–, retirado hacía ya mucho de los ruedos aunque en buen uso de una garbosa tercera edad, Alfonso fue requerido para participar en un festival organizado precisamente para homenajearlo: se celebró el 12 de octubre y, con 66 años a cuestas, ante un novillo impropio y geniudo de Juan Pedro Domecq, “lo poco que le vimos –escribió Caro Romero, cronista de ABC– fue suficiente para situarle entre los puros, entre los estetas del arte de torear...  su enemigo no se merecía más; y Sevilla, fina catadora, lo ovacionó con lágrimas en los ojos”.

 

El Calesero

 

Sobre el fundador de esta dinastía agregaría a lo anterior que, efectivamente, fue un portentoso artista del percal y los rehiletes aunque bajaba considerablemente muleta en mano. Doctorado en El Toreo por Lorenzo Garza con “Perdiguero” de San Mateo (24.12.39), esas limitaciones y un ánimo fluctuante le impidieron abrirse paso en una época copada por las mayores figuras de nuestra historia. Confirmado en Madrid por Pepe Luis Vázquez (30.05.46) con un toro de Cobaleda y más pena que gloria, hubo de esperar a la tarde en que reaparecía en la México precisamente uno de los grandes –Fermín Armilla, 10.01.54– para sacudirse el polvo y revelarse como un enorme y personalísimo artista; aquel día inmortalizó en los tres tercios a sus dos toros de Cabrera, “Campanillero” y “Jerezano”, y aunque mató mal y solo cortó la oreja del primero, le bastó para encumbrarse como figura, por más que no volviera a cobrar otro apéndice en la capital hasta el estrictamente simbólico que sellaría su despedida (26.02.66), tras bordar un quitazo por chicuelinas de frente con “Trompetista”, el de Valparaíso que abría plaza.

¿Razones para que, a pesar de todo, haya figurado con tanta fuerza en aquel su lustro de oro? Además del bordado finísimo de su capote, dos temporadas excepcionales en Cuatro Caminos, las 1958 y 59, en que cortó sendos rabos a “Trianero” de Torrecilla y “Príncipe” de Pastejé, y las dos orejas a “Jinete” de Jesús Cabrera, tras derramar su inspiración de Poeta del toreo, como se le conoció.

Heredero en cierta medida del mágico capote de Pepe Ortiz, creador de quites de gran originalidad y finura como la caleserina y el farol invertido, Alfonso Ramírez tuvo la virtud, o la desgracia, de cuajar con la muleta apenas a uno de cada 10 toros que había cuajado portentosamente en el primer tercio. Fue un auténtico artífice del detalle, cuya trascendencia se explica a partir de una expresividad torera exclusivamente suya.

 

Calesero Chico

 

Alfonso Ramírez Ibarra nació en el DF (12.05.46) y ligó dos triunfos descomulanles al presentarse en la México, en junio de 1964, que lo revelaron como un artífice del pase natural –la faena a “Orientador”, de Garfias, cuenta entre las grandes faenas izquierdistas de todos los tiempos en temporada chica–. Pero eso fue todo: cuando la alborozada afición s efrotaba las manos creyendo estar ante un nuevo fenómeno, la realidad se encargó de mostrar a un joven más medido de agallas que el padre, y sin su capote privilegiado. Pusilánime, Caleserito fue dando tumbos hasta alcanzar una alternativa –su propio padre le cedió un toro de Carranco en Ciudad Juárez (24.08.66)– que lejos de servirle de despegue lo envió directamente al montón. Como El Loco Ramírez –sin parentesco con los Caleseros–, se dejó vivo al toro de su confirmación en la México (“Trovador” de Reyes Huerta, el 15.01.67). Y no sería el único, en su carrera cuesta abajo.

En cambio, jamás repitió la milagrosa faena a “Orientador”, aunque continuara mostrando, con irritante infrecuencia, una clase descomunal muleta en la mano zurda.

El Capitán

 

También vástago del primer Calesero, José Antonio Ramírez Ibarra (DF, 14.05.53) fue fiel heredero de los valores familiares, incluido cierto desapego a la profesionalidad. Pero su enorme calidad artística lo convertiría en autor de la quizás mejor faena lograda por novillero alguno en la Plaza México. Fue con “Pelotero”, de San Martín, precioso y nobilísimo capacho de San Martín, indultado por aclamación el 9 de octubre de 1977. Más no hizo, pero con eso tuvo para pasar a la historia.

Paco Camino le otorgó en Querétaro (10.12.77), con “Mariscal” de Torrecilla y Cavazos de testigo, una de tantas alternativas sin futuro.

 

Curro Calesero

 

El tercer hijo del Calesero, originario también en el DF (14.02.56), siguió la pauta familiar, con algunos promisorios éxitos, sin mayor continuidad, en la temporada chica de 1981. Miguel Armillita lo doctoró en San Miguel de Allende con un toro de San Antonio Triana (20.03.83), alternativa que no llegó a confirmar en la México.

 

El Calesa

 

Aun inferior fue la contribución a la historia dinástica de César Alfonso Castro Ramírez (DF, 05.02.74), simpático y fino torero, nieto del primer Calesero, que ni como novillero fugazmente exitoso llegó a figurar. No obstante, tomó en San Luis Potosí una alternativa sin mayores consecuencias (31.08.97, se la otorgó Miguel Espinosa con un toro de su hermano Manolo) y la confirmó en la capital, de manos de Hernán Ondarza y con “Siempre Fiel” de La Muralla (30.04.2000).

Ni entonces ni después pasó nada con este Calesa, por ahora el último de esta saga.

Share
La Jornada
Nacional Michoacan
Aguascalientes Guerrero
San Luis Veracruz
Jalisco Morelos
Zacatecas  
Tematicas
Defraudados Izquierda
AMLO Precandidatos 2012
Servicios Generales
Publicidad
Contacto
© Derechos Reservados, 2013. Sierra Nevada Comunicaciones S.A. de C.V.