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No me digas que no te lo advertí

Por: Ramón Beltrán López

2012-12-11 04:00:00

Dicen, los que ya han andado por ahí, que en las puertas del infierno están grabadas las palabras: “te lo dije”.

¿Y acaso existe algo peor que escuchar esas palabras, en boca de algún amigo o pariente, que nos las repite una, y otra vez? ¡Te lo dije, te lo dije, pero nunca me escuchas! Resulta algo muy parecido a una patada propinada en esos lugares donde duele mucho. Porque ya estamos suficientemente dolidos por la pen...tontada que cometimos, como para que encima de todo venga alguien a refregarnos en la cara que fuimos advertidos a tiempo de las posibles consecuencias.

Y es que no queda otra alternativa que recordar, sin regodearnos demasiado en el hecho, lo que escribimos hace ya seis meses cuando muchos anti–priistas se solazaban con lo que había sucedido en la Universidad Iberoamericana en contra de Enrique Peña Nieto. Muchos más auguraban el nacimiento y desarrollo del movimiento YoSoy#132 que, decían,  crecería a nivel nacional.

Finalmente nada de eso sucedió; el candidato favorito en las encuestas triunfó en las urnas y el 1 de diciembre, afuera de San Lázaro y en las calles del Centro Histórico se le dio cristiana sepultura al movimiento. Infiltrado por seudo–anarquistas y provocadores quedó desacreditado, sin banderas que atraigan la simpatía popular, desarticulado y sin objetivos que puedan perseguirse en algún momento futuro.

Y todo esto viene a colación debido a que el 29 de mayo, en el “Subeybaja”, escribimos: “...¿y a que viene todo lo anterior? Pues simplemente a que considero que se ha utilizado mucho del pensamiento ilusorio en los muchos y muy variados intentos de explicar, e inclusive pronosticar, el futuro del movimiento estudiantil denominado “soy el #132”, en referencia a aquellos 131 alumnos de la Ibero que repudiaron de diversas maneras la presencia de Enrique Peña Nieto en su escuela...”

“... estos movimientos se han limitado a algunos grandes centros de población, principalmente las capitales de los estados, sin incidir mayormente en otros sectores de la población, los cuales se han mantenido totalmente al margen. Baste recordar que el movimiento estudiantil más importante de la era moderna, el del 68, se concentró igualmente en la capital y en algunas grandes ciudades, e igualmente incidió muy marginalmente en otros estratos de la población. Actualmente, con una gran proporción de ninis, y 50 por ciento de la población marginada, en niveles de pobreza extrema, sería de esperar que esta inconformidad se extendiera rápidamente, lo que no ha sucedido. Tal vez porque carece de objetivos claros y asequibles..”

“... los movimientos estudiantiles son por su misma naturaleza efímeros, de corta duración, simplemente porque la inconformidad y la rebeldía juveniles entran rápidamente en conflicto con los intereses primordiales y personales  que llevaron a estos jóvenes a prepararse mejor para poder ingresar al mercado laboral en mejores condiciones; y esto además de su imposibilidad de alcanzar el poder por sí mismos, ni dentro de sus propios planteles,  ni tampoco el poder político. Los estudiantes, jóvenes idealistas, combativos, rebeldes, convencidos de las razones de su lucha, terminan, finalmente, obligados a entregar el poder o los resultados de sus movimientos, cuando son  triunfantes, a los maestros, los burócratas o los políticos,  simplemente porque ellos están impedidos, por definición, para tomar el poder y los frutos del triunfo, en sus propias manos. Por estas mismas razones, que son absolutamente inevitables, serán siempre presa codiciada de aquellos que buscan pescar en río revuelto. De esos que buscan y olfatean las diversas maneras de acceder a los puestos de mando. Saben que finalmente la presa les será entregada voluntariamente...”

Y la presa fue entregada voluntaria o involuntariamente. Porque por definición los jóvenes son ingenuos e inexpertos. Y en política el peor pecado es la ingenuidad. Infiltrados por antisociales de la peor ralea, enviados o de motu proprio, como producto de una sociedad que los ha mantenido en la marginación total,  sin esperanza alguna, y que pueden haber recibido 300 pesos para hacer desmanes y agredir a la policía y a los ciudadanos, o bien pueden haberlo hecho por la única recompensa de haber saciado su odio, su frustración, su resentimiento dentro de la anomia y del anonimato. En este último caso no tienen nada en común con chicos de la Ibero, de la Anáhuac, ni de la UNAM. Estos únicamente les sirvieron de “idiotas útiles”, que diría Lenin.

Pero, finalmente, el daño está hecho. Y bien hecho.

Y recordé a aquel Luis Echeverría, secretario de Gobernación, encargado del despacho, en tanto Gustavo Díaz Ordaz tomaba posesión como Presidente, quien un día antes se había enterado de una gigantesca manifestación ocurrida en Puebla en octubre de 1964, en contra del general Nava Castillo, asaz gobernador del estado.

Ante la comisión de estudiantes y maestros que lo visitaba y alzando la voz tal y como solía hacerlo, sentenció: “... no es fácil reunir a 100 mil personas en una manifestación, esa es una muestra de un gran respaldo popular. No es nada fácil. Pero es mucho más difícil controlarlas. Y de lo que hagan mil, 100, 10, las que sean, los responsables serán ustedes...”

¿Advertencia? ¿Amenaza? Lo que fuera, se tomó en cuenta debidamente con el propósito de evitar que hubiera infiltrados, actos vandálicos, etcétera.

Y de eso casi 50 años.

¿Puede acaso, un movimiento de jóvenes estudiantes, carentes en absoluto de experiencia previa, provenientes de varias instituciones de educación superior y que por ello no se conocen entre sí, organizarse y prevenir hechos como los sucedidos el primero de diciembre? Por supuesto que no.

Ya vendrán los pescadores en río revuelto a cosechar los resultados.

No digan que no se los dije.

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