Checo ficha con McLaren

Lo que es dominar el tema: hace unos días, mientras parecía tomar cuerpo el rumor de que la Ferrari estaba cerca de firmar a Sergio Pérez, Daniel Reyes me convencía de que tal cosa distaba de suponer un panorama ideal, dado la tradicional desconsideración en que la escudería de Maranelo hacia el segundo piloto, subordinado siempre a los intereses y conveniencias del primero. En efecto, si uno repasa el historial más o menos reciente de la famosa marca turinesa, es evidente lo bien posicionados (pagados, atendidos, privilegiados) que ahí han estado los Prost, Schumacher o, actualmente, Fernando Alonso. Pero difícilmente recordará siquiera el nombre de quienes abordaban el auto rojo inscrito como segundo en los registros de los últimos 20 campeonatos de Fórmula Uno. Sergún Ferrari, su contratado estrella merece todo, y el subalterno poco menos que nada.

Otra observación agregaba Daniel: el equipo ideal para que Checo Pérez pudiese desarrollar sus cualidades era McLaren, que siempre ha marchado, en cuanto al tema de primeros y segundo pilotos, en la dirección opuesta, dispuesto inclusive a pagar el alto precio de rivalidades internas tan terribles como las suscitadas entre Senna y Prost o, más recientemente, entre Alonso Y Hamilton. Ahora mismo, la firma inglesa tiene en nómina a dos ex campeones mundiales, cuya convivencia ha sido más o menos cordial… de puertas para afuera, según pareciera revelar el hecho de que Hamilton haya comunicado esta semana su intención de cambiar McLaren por Mercedes en 2013 –seguramente como primera recomendación a la armadora de Stuttgart de Michael Schumacher, que este año se irá definitivamente, dejando vacante su plaza. Gracias a esa carambola inesperada, en la nómina de McLaren para el próximo campeonato aparecerán los nombres de Jesson Button y Sergio Pérez. Ni más ni menos.

De piloto pagador a contratado con honores. No es ningún secreto que, si Checo Pérez pudo hacerse de un hueco en la casi inaccesible élite del automovilismo mundial, se debió al patrocinio de Telmex –es decir, de Carlos Slim– que a fuerza de chequera les compró un volante en GP 3 y más tarde GP 2 y F–1 tanto a Pérez como al regiomontano Esteban Gutiérrez, actual piloto de pruebas para Sauber, la misma escudería de Pérez en sus dos primeros años en la categoría reina. Aunque los términos de su flamante contrato con McLaren se mantienen por ahora en reserva, está claro que fueron los ingleses quienes se lanzaron esta vez en pos del mexicano y no a la inversa, lo cual significa un reconocimiento tácito a la gran campaña de Sergio y sus inmensas posibilidades a futuro.

La McLaren. Bruce McLaren, volante neozelandés de gran cartel en la F–1, decidió probar fortuna como constructor en 1963, y puso por primera vez un auto suyo en la parrilla de salida con motivo del GP de Mónaco de 1966. Hombre talentoso y tenaz como pocos, vería coronadas su empeño cuando logró la primera victoria al volante de un McLaren en el GP belga de del 68, si bien un infortunado accidente se lo llevó, precisamente cuando probaba un nuevo auto, el 2 de junio de 1970, año especialmente sangriento en los anales del automovilismo deportivo.

Empero, la escudería que había fundado siguió su marcha, que con el tiempo sería triunfal, hasta culminar con las apoteosis –y simultáneos pleitos irreconciliables– entre Alain Prost y Airton Senna, en los años 88 y 89, en que el dominio de los autos rojiblancos se hizo arrollador.

Los McLaren han participado en 717 carreras oficiales de GP, ganando 180 de ellos luego de encabezar la parrilla de salida en 153; suma en total 481 podios, y ha coronado a siete campeones de la categoría, a saber: James Hunt (1976), Emerson Fittipaldi (1974), Niki Lauda (1984), Alain Prost (1985, 86 y 89), Airton Senna da Silva (1988, 90 y 91), Mika Hakkinen (1998 y 99) y Lewis Hamilton (2008). En cuanto al campeonato de constructores, son ocho los títulos que la McLaren ostenta de 1974 a 1998, cuatro de ellos –del 88 al 91–, consecutivamente.

Lo que se dice un señor palmarés.

JoRamírez y lazos con México. Un lazo antiguo une a México con la firma británica con sede en Woking: la larga permanencia a su servicio del mítico Joaquín Jo Ramírez, que de mecánico de cabecera de los hermanos Rodríguez pasó, allá por los primeros años 60, a empleado de la escudería fundada en 1963 por Bruce McLaren, y más tarde y durante muchísimo tiempo a jefe de taller, siendo por lo tanto partícipe directo del encumbramiento de la célebre marca que Ron Dennis dirigía con mano de hierro.

 Naturalmente, Ramírez, que está como un roble y sigue siendo seguidor irredento de la Fórmula Uno, ha sido de los primeros en congratularse por el fichaje del Checo.

Muchachos, ¿a qué juegan ustedes? Soporté ayer como pude los 90 minutos del Pumas–Puebla sin poder descifrar ni por un instante la peliaguda cuestión: ¿Qué relación guarda eso que hacen con el balón y sobre el campo con un juego llamado futbol? ¿Qué dice que hay que hacer cuando el contrario se dedica a esperar agazapado los respectivos recetarios que ambos técnicos –Carrillo y Guzmán– seguramente guardan con ejemplar celo bajo siete llaves? Los dos plantearon el juego con idéntico temor a perder –el embudo, la doble trinchera, la renuncia al balón y a cualquier intento de organizar acciones ofensivas coherentes y, sin embargo, sus reforzadas zagas regalando espacios a pasto, aunque los atacantes rivales ni se enteraran, por ausencia física o por carencia de recursos. De hecho, los tres goles de un partido cuyo resultado natural habría sido el 0–0 cayeron por errores de marca o errores de los guardametas. Y salvo el primero, que desmoralizó por un rato al Puebla –normalmente ocurre así cuando se salta a la cancha pensando sólo en que no te anoten–, tales accidentes con factura al marcador en nada alteraron los planteamientos iniciales ni animaron mínimamente la tediosa contienda.

Con una gravante más a la cuenta de los de la franja: jugaron sabiendo que Atlas y Querétaro habían perdido ya sus partidos, con lo que podía representar en esas circunstancias ganarles a los Pumas en CU.  Pero ni lo intentarlo. Es más, todo el tiempo pareció que con rescatar un puntito se conformaban.  

El fiasco copero. Insertado con calzador en el apretado calendario del futbol nacional, el “nuevo” torneo de Copa ha resultado un engendro muy difícil de digerir. Y esta semana, de la disputa de lugares para participar en semifinales, los equipos de Primera salieron más que escaldados, eliminado el multimillonario Pachuca por el modesto Neza, los encendidos Xolos de Tijuana por los Correcaminos del Chelís, San Luis por los Dorados sinaloenses con el incombustible Cuauhtémoc Blanco como figura estelar, y el superlíder Toluca por el alicaído Necaxa. Total, que la Primera A se apoderó de los cuatro lugares y, dentro de pocas semanas, coronará al primer ganador oficial del disparatado invento. Merecido se lo tienen.

¿Razones de la estrepitosa defección de los supuestos grandes? Una muy simple: pese a sus previas protestas de fidelidad y apoyo a la Femexfut, madre putativa del  esperpento, esta Copa nunca se la tomaron en serio. Y prácticamente toda la Primera División envió equipos reservistas a las duras canchas de Primera A, acostumbradas por cierto a partidos bastante más entretenidos y luchados que los que nos asesta habitualmente la división mayor. Y aunque el periodismo nacional se esté inclinando por anticipar como favorito al trofeo al Dorados de Culiacán, preferiría mil veces a un Correcaminos que no tendrá su Cuauhtémoc, pero en cambio cuenta con la chispa impagable del Chelís, único entrenador mexicano capaz de insuflar en sus jugadores lo que haga falta para, por ejemplo, convertir un 0–3 adverso ante el América en delirante victoria por 4 a 3, o eliminar en penaltis a un Xolos desmoralizado porque un partido que dominaba 1–4 hubiera terminado en empate a cinco.

Insólito marcador que, por sí mismo, suena ya a cuento de hadas futbolero.