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El vino y el hombre

Por: Antonio Cruz López

2012-01-24 04:00:00

El vino en sus diferentes expresiones acompaña al hombre, ambos perdidos en su origen desde tiempos remotos, si ignoramos quién los inventó, quien los creó, desde siempre se contradicen religiones y teólogos, todos unidos en un inicio oscuro a pesar de que nunca hubo tinieblas como aseguran; a pesar de que sol y luz fueron primero que Tierra y seres vivos, porque sol y estrellas han estado ahí antes que tierra y vida. Esto pasa con los vinos, que parecen marcadores del tiempo del hombre; no existe en la historia nadie inventando el vino, debido quizá a que el vino nace de manera natural cuando los frutos de vegetales se oxidan o reducen, que ocurre ante la presencia de oxígeno  en el medio ambiente, que es inductor natural del proceso del ciclo de la vida y lo vivo del metabolismo natural, que los cuerpos expresan como compuestos de átomos y elementos indispensables: carbono, hidrógeno y oxígeno, cuya presencia induce un éter eliminando agua; es decir, fermenta formando alcohol, por tanto vino, donde el principal protagonista es Vitis vinífera o uva, de cuyo fruto se obtuvo el vino, miles de años antes de Cristo, al parecer en Irán, donde nace a la par de la agricultura, suceso reflejado en la evidencia de semillas de uva en muchas regiones de Inglaterra: Suiza, Italia, Suecia y España, de hasta 2500 a.C., las huellas de semillas de vid reflejan natural y sorpresivamente que haya 15 mil variedades de uva, todas usadas para producir vinos, que en el Asia Menor y en Chipre datan de unos 5 mil 500 a.C., afirma María del Rosario Belgiorno que además los productores más antiguos de vinos se sitúan en el Mediterráneo, donde se han encontrado jarras de vino con semillas de uva del vino “Comandaria”, un brebaje chipriota antiguo. Lo curioso es que la historia del vino se pierde en el paso del tiempo, porque nació de manera natural cuando los frutales caían maduros de los árboles fermentando, hasta que el hombre los probó con agrado y lo usó.
Los textos bíblicos cristianos dicen que Caín mató a Abel después de haber tomado vino ¿Quién se lo dio, acaso dios su inventor? La tumba de Tutankamón tenía ánforas o vasijas con huellas de vino tinto; había ya una cultura vitivinícola en las civilizaciones del Bajo Nilo, desde el reino antiguo 2 mil 575 a.C. hasta el reino nuevo 70 a.C., además, las tumbas de los nobles se decoraban con imágenes de viticultura y procesos de elaboración de vino; se difundía un proverbio que decía “en el agua puedes ver reflejada tu imagen, en el vino verás tu personalidad”.  
El vino fue de tal agrado al hombre que se consideró un lujo reservado a reyes y sacerdote; los egipcios atribuían su invención a Osiris, dios padre, y a Horus, dios de la agricultura, los griegos y romanos consideraron a Dionisio o Baco como dios del vino. Nobles y sacerdotes tornaron prioritarios en su uso en sus ritos, el pueblo sólo accede a él en las fiestas comunales, como aquella que relata el Nuevo Testamento en que Jesús convirtió el agua en vino en la boda de Canaán para que todos pistearan con singular alegría.
Se aprendió que el vino guardado en ánforas recubiertas en su interior con brea y selladas con barro se conservaban por muchos años madurando su sabor; las tumbas de Semerjet faraón de la primera dinastía y de Tutankamón había ánforas con huellas de vino y cerveza conservadas e intactas, con marcas de cultivo y elaboración. Para embalsamar se limpiaban los cadáveres con vino antes y después del proceso. Nada raro por tanto aceptar que en el delta del Nilo tenía viñedos.
El concepto salud y vino es una dualidad extraña, se expresa salud cuando se toman copas, ya como hábito social, a pesar de que la ingesta de vino sea la primera causa de muerte por accidentes automovilísticos y del que las autoridades impongan sitios para medir el alcohol presente en la sangre de choferes de automóviles, consideran, y es cierto, que la ingesta en pequeñas dosis es estimulante, pero en concentraciones elevadas el vino actúa sobre el sistema nervioso central inhibiendo las funciones de freno que el estado de euforia no percibe, distorsionando actividades relevantes. Si prosigue la ingesta se origina un estado depresivo hasta llegar a la ataxia locomotriz o dificultad para deambular por incoordinación de los movimientos, con pérdida del equilibrio y caída, dificultad para expresarse, pérdida del autocontrol. Finalmente, si la ingesta de vino es alta se duerme pesadamente y puede causar coma y muerte.
El vino y el hombre son antítesis de la misma naturaleza o de los dioses; la clave estriba en aprender a evitar su ingesta, quizá más allá de una y hasta tres copas, como dicen los amigos bien intencionados, pero nunca más, pues el vino y su ingesta son ruta para la destrucción humana en la que es fácil caer en hábito y dependencia en forma desordenada.

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