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Maestros

Por: Israel León O’farrill

2013-04-11 04:00:00

 

Una maestra de la comunidad Nahua de Zumpango en Olinalá Guerrero fue entrevistada por La Jornada hace unos días en torno a las manifestaciones que la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de ese estado realiza con motivo del rechazo a la reforma constitucional en materia educativa. Sus palabras son contundentes: “Sin laboratorios, sin cancha deportiva, con aulas improvisadas, con alumnos mal alimentados y maestros que llevan cuatro años sin cobrar sus salarios, no puede haber calidad en la educación’’. A su caso, habría que sumar los de muchos compañeros docentes que hacen malabares en escuelas multigrado para impactar a los jóvenes que apenas tienen para comer, no digamos para útiles y uniformes; otros que deben trabajar en comunidades indígenas sin conocer la lengua o las costumbres y que también enfrentan décadas de rezago que impactan directamente en el aprendizaje; que tienen que viajar horas y horas para poder llegar a sus escuelas pues es el único lugar donde consiguieron plaza.

Cierto, la educación está en crisis en nuestro país desde hace muchísimos años, pero no necesariamente los maestros son los culpables de esta situación, ni aquellos que se manifiestan –sí, inclusive dañando los derechos de terceros– son los que deben ser acusados de facinerosos y obstáculos para el desarrollo educativo del país. Hay una larga nómina de personajes, que deberían ser llamados a declarar, desde presidentes, secretarios de estado y líderes sindicales. A muchos otros hay que agradecer sobre el rezago en que vivimos y nuestras refrescadas deberían llegar inclusive a la hoy extinta dupla Tahtcher–Reagan que delinearon políticas económicas que llevaban entre sus acciones la privatización del sector educativo y la merma al Estado como el garante de los servicios sociales. Elba Esther Gordillo, como lo he comentado en otras entregas, no es más que la punta del iceberg en el cochinero educativo que vivimos. Hoy se suma a la problemática una Reforma que no necesariamente estará generando las condiciones para mejorar la educación.‘‘Nos quieren poner en el mismo nivel que las escuelas urbanas, donde hay las herramientas necesarias, como internet (…) –los alumnos de su comunidad– ‘‘si acaso tienen radio, pero no todos tienen televisión ni acceso a los diarios’’. Las particularidades y desigualdades regionales se suman a la discusión que necesariamente debió existir previo a que el llamado “Pacto por México” y sus diputados votaran esta reforma. No se trata de desechar las diferencias y unificar, al contrario, quizá ya es tiempo de reconocerlas y construir la educación en consecuencia, de manera regional y con las particularidades de cada entidad. 

Para ello es necesario involucrar a la sociedad entera en la planeación educativa. Como dice Jacques Delors en su clásico Informe al Unesco de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI: “La participación de la comunidad local en la evaluación de las necesidades, mediante un diálogo con las autoridades públicas y los grupos interesados dentro de la sociedad, es una primera etapa fundamental para ampliar el acceso a la educación y para mejorarla. La continuación de este diálogo a través de los medios de comunicación, en debates dentro de la comunidad y mediante la educación y la formación de los padres, así como la capacitación de los docentes en el empleo, suele contribuir a una mayor toma de conciencia e incrementa el discernimiento y el desarrollo de las capacidades endógenas en el nivel comunitario. Cuando las comunidades asumen más responsabilidades en su propio desarrollo aprenden a valorar la función de la educación, concebida a la vez como un medio para alcanzar determinados objetivos sociales y como una mejora deseable de la calidad de la vida”. Nada de eso se ha hecho ni en México ni en otras partes del mundo; al contrario, lo que se ha buscado es la imposición de reglas y metodologías que no necesariamente fueron consensuadas y mucho menos discutidas. Las evaluaciones sin alcances a largo plazo no tienen sentido lo mismo que tampoco tiene sentido el anquilosarse en bastiones sindicales que lo único que han hecho es enriquecer a sus lideres. El SNTE y otras coordinadoras ven en la reforma asomos de privatización educativa; bien, antes de negar categóricamente dicha afirmación tildándola de radical y absurda, hay que ver lo que ha sucedido en los últimos 30 años con el desprestigio desde el poder de la educación pública y la elevación a dogma de fe de todo lo privado. Recientemente vi Won’t Back Down (2012), una película estadounidense que trata el tema y donde el sindicato de ese país queda por los suelos. Unas madres se enfrentan al sistema para hacerse cargo de la escuela de sus hijos lo que hace deje de estar en los presupuestos y los maestros salgan del sindicato. Ellas triunfan, el sindicato queda como el villano y el sistema en general ni siquiera es criticado… Ingenuidad de ingenuidades. No es así la dura y deprimente película Mañana será otro día (1999), de Bertrand Tavernier, donde se vislumbran los estragos en el sistema educativo francés producto de las políticas económicas recientes. Para que se dé una reforma de fondo, necesitamos ser una mejor sociedad y asumir nuestra responsabilidad en la educación, no sólo el sindicato es culpable. Podríamos empezar por recuperar nuestro sentido de humanidad y empatía, nulos por años de política neoliberal.

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